Finalmente,
¡nunca lo hubiera
siquiera, imaginado!
no se siente
más nada
de nada.
Ni temor, ni curiosidad,
ni ganas de...
se deja de buscar,
de ansiar ser parte de...
de llamar cierta atención;
un día
uno se despierta
y se sorprende al descubrir
que esa angustia, esa necesidad imperativa
de determinada atención,
de determinado discurso,
se esfumaron,
como tantas otras sensaciones,
como tantos otros supuestos,
como esa obstinación
en obtener lo que en verdad,
no se desea,
cuando, quizás, solo fue un capricho,
¿un intento de escape?
de pronto, todo se torna
más calmo, más liviano.
¡uno se siente flotar!
sin esa presión, sin esas lágrimas crónicas,
externas e internas;
que le nublaban todo entendimiento;
¡Y decide preparar sus valijas!
para regresar al lugar más preciado,
al lugar del cual nunca debió alejarse:
su propio yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario