Allá
donde los grises
impiden verlo todo;
allá lejos,
en el supuesto reino de las imposibilidades,
-aunque nunca de la ausencia de ilusiones-,
habita un hada,
su vestido rosa es tan tan brillante
que encandila;
ella espera
-aunque lo niegue-;
espera a aquel
que prometió regresar
desde hace...no recuerda cuántos años;
¿su príncipe azul?
tal vez,
-porque así lo llaman
en los cuentos-;
ella se mira al espejo,
día tras día
observa algunas canas,
arrugas, en su rostro:
la juventud
se le está escapando.
¿Él seguirá igual?
¿le sucederá lo mismo?
lo ignora.
En sus recuerdos
lo fotografió bello, atlético,
sonriente
con esa sonrisa
que le fue, le es
tan difícil de olvidar
y la sostiene
hasta cuando intenta disimular
las canas con un tinte
las arrugas, con una crema;
¡las hadas son siempre bellas!
-se dice-
aunque sabe que el tiempo
todo lo transforma,
que la magia es efímera.
-lo prueba su varita que está fallando
últimamente-
¿llevará pilas?
se pregunta.
La señal
no llega hacia esos sitios remotos;
¿cómo saber de él?
lo cierto es que nunca lo olvidará.
El supuesto príncipe
sea de verdad, sea de ficción
un día le dijo
que de un modo u otro
se encontrarían
(en otra vida).
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