A veces me pregunto
si tiene sentido
esto de tener que hacer
las mismas cosas,
día tras día;
temer
en el caso de enfermedades,
falta de dinero,
problemas
de toda índole;
a veces
en verdad,
si no fuera por esos árboles
que puedo divisar, siquiera, a lo lejos,
por el café
que ayuda bastante;
si no fuera
por mi amada enredadera,
por sus continuos cambios,
su frescura, su verdor,
sus bellísimas flores
cuando se acerca
la primavera;
si no fuera
por esta misteriosa niebla
que agita
la imaginación,
impulsa a la renovación
del incentivo,
al despertar
de la búsqueda;
la incertidumbre
del detrás que se conoce
pero por un rato,
unas horas, parece desconocido;
si no fuera
por estos días carentes de sol
que encienden el espíritu,
lo silencian
y lo movilizan
al mismo tiempo;
¡inyectan algo de magia
a este mundo desvalido!
en fin, me gusta la niebla:
invita a imaginar
apariciones fantasmales;
¡regresos inesperados,
inexistentes,
realidades recreadas,
desdibujadas!
tremenda melancolía blanca
devela
ciertos aspectos ocultos:
todo parece detenerse
¿en pos de un regreso...a lo importante?:
una reconciliación, siquiera momentánea,
con nuestro centro,
con nuestro propio idioma,
el hallazgo de respuestas a tantos porqués,
-aun con tantas dudas
al acecho-.
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