Entrar...
de nuevo,
-insisto-
en tus días,
¿en tu cotideaneidad?
por ahora, en tus fantasías,
-tal vez, por siempre y está bien-
¡nada como un sueño
tan reconfortante!
nada como despertar
recordándolo todo o casi:
tu rostro, tus gestos tan particulares,
tus palabras, tus caricias, tus besos,
ese guiño que nos brindó el destino
sin saber
ambos
que terminaría
tan bruscamente,
tan irreversiblemente.
Resultó
que la pasión avasallante
que nos desbordaba,
nos obligaba
a resistir, a no sucumbir,
por ellos, por los otros,
¡siempre por los demás!
una pasión pocas veces vivida
o quizás, nunca
por muchos
se ocultó
detrás del humo impenetrable
de los deseos frustrados,
camuflada detrás de la niebla
más densa,
que todo lo cubre,
que todo lo disimula;
pero no pudo escapar
de nuestro corazón:
para él,
-al menos para el mío-,
no existen escondites,
¡no se amedranta ante nada!
ni la peor, ni la más tétrica nube
lo detiene;
en él anidan
cuestiones que se creyeron, se creen
resueltas;
también en la memoria,
claro
pero de eso se ocupa
la imaginación
que todo lo transforma,
puede convertirlo en presente
en este mismo momento,
un minuto más tarde, mañana, cuando sea;
nada es imposible
para ella,
nada.
Ni tu lejanía
de todo tipo,
ni las reminiscencias
de aquel último desencuentro,
ni el dolor
pues es capaz de convertirlo
en ensoñación, en impulso,
en la posibilidad de un
nuevo reencuentro,
en un...
¿por qué no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario