Su ausencia
trasciende
los días perfectos,
también los nublados,
los ventosos,
la niebla, las tormentas
más poderosas;
todas las dificultades,
los más acuciantes temores;
todas las penas,
cada obstáculo,
aun insalvable;
todo dicho, referencia,
palabra, frase, alusión, letra;
su ausencia
trasciende
todo pensamiento,
toda opinión, cualquier postura,
ideología, creencia;
en todas las etapas de la vida,
con todo lo que cada una implica;
trasciende
errores, aciertos,
fracasos, éxitos;
su ausencia
atraviesa,
envuelve,
enceguece;
como una telaraña
enreda, atrapa,
somete;
así en ocasiones,
se la pretenda inexistente,
todo gira en torno
a esa ausencia,
¿a su olvido?
quizás;
nada es ni será
tan terrible,
nada tiene ni tendrá
tamaña relevancia;
absolutamente nada genera ni generará
tantas expectativas;
porque tremenda ausencia
tiene mucho de posible retorno,
mucho de ilusión
de un no tan lejano regreso;
su ausencia
tiene algo, un poco más
o muchísimo de posibilidad
de volverse tangible,
de olerse, de sentirse.
A través del tiempo,
tan avasallante ausencia
¡se tornó, se torna presencia!
en mayor, mucho mayor grado
que la presencia misma.
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