domingo, septiembre 22, 2019

No porque me importes

No porque quiera volver,
no porque quiera intentarlo

de nuevo;

no porque pretenda
que cambies,

ni porque ansíe
una devolución,

una palabra, una frase,
un beso, una lágrima

a destiempo;

no porque me importes
-o tal vez, sí me importes-

pero ya no duele
-o bueno, un poco-

probablemente,

cuando llega la hora
de las ausencias,

cuando el mutismo absoluto se apropia
hasta de nuestra garganta

cuando puede olerse
algún inolvidable aroma de otros tiempos,

exaltados, todos los sentidos;

vivencias, instantes
en que ni siquiera se nos cruzaba por la mente
detenernos en su análisis;

en que gozábamos de todo
sin pensar si estábamos o no gozando;

en que lo hacíamos todo y más que todo
con esas ganas, ese ímpetu,
motivados pero inmotivados,

espontáneos,

como renacen,
año tras año,
los tantos brotes

para luego ser hojas,
flores, frutos;

nosotros tampoco buscábamos ese reverdecer,
¡el reverdecer estallaba, cada vez!

sin esperar frutos,
sin esperar nada,

solo siendo,
solo estando ahí,

donde deseábamos,
en ese sitio,
el que fuera,

en el momento exacto,
con la persona exacta para ese momento,

paradójicamente, en medio de la atemporal,
mágica, fusión
de la pasión, del amor,

casi sin diferenciarse la una del otro;

sin cálculos,
ni planes, ni preguntas,
ni expectativa alguna;

apenas, la piel, el alma
nos impulsaban,

no perdíamos la oportunidad,

y allí estábamos,
éramos uno, -lo sabíamos-,

no por concientizarlo,

por renacer
luego de cada encuentro,

por ese desborde
indescriptible,

al haber hallado tremendo tesoro
¿buscado, ansiado?

quizás,

pero nunca pensando
en su extensión,
ni en su final,

menos que menos.

Y cuando todo acababa,
sin decirnos nada,
sabíamos que se repetiría.

Pero un día, claro, terminó:

de la mejor, de la peor forma,
como se pudo
como surgió,
cuando tuvo que ser
o no;

sin habernos preocupado ni ocupado,
en tanto, disfrutábamos
a pleno

el uno del otro.

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Cristina Del Gaudio

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