que nada volverá a ser
como antes.
Si no lo pensamos bien
nos pone tristes;
la melancolía
convierte en lágrimas
cuanto recordamos,
cuanto creemos que desearíamos recuperar,
cuanto imaginamos
que nos dolería perder
quizás, por siempre.
Si lo pensamos bien
habrá mucho
a lo que no valdrá la pena regresar.
¿Nos parece, acaso,
tan penoso, tan terrible
no retornar
a ese egoísmo,
a ese sentirse
el centro,
sentirse superior
por haber tenido acceso,
por mérito, por suerte
a un título,
a un bien determinado?
¿cuánto de provechoso
resultó ese "bien"?
¿cuánto miedo a perderlo
nos deparó, nos depara?
tanto
que nos angustia
este presente
y no es el virus
la cuestión.
Deberíamos introducirnos
de lleno,
como en una pileta
repleta de agua
en nuestro, a veces, insondable
interior
así, descubriríamos
cuán equivocados estuvimos, estamos
en tantas cuestiones.
Descubriríamos
que no nos cuidamos lo suficiente,
que nos entregamos
a sentimientos inconsistentes,
a los que llamamos amores, amistades
sin saber, sin pretender saber
si, en verdad
lo eran;
nos daríamos cuenta
de que consideramos amigos
a muchos que apenas, alcanzaban el rol de meros conocidos,
contactos,
tan ocasionales
como las personas
con quien nos cruzamos
en las calles.
Apenas, unas palabras,
apenas, algún hecho
y esa idealización
quedaba al descubierto,
quedó al descubierto.
Y eso no sucede o no debería suceder
con los amores verdaderos,
con las amistades auténticas.
Extrañamos, de pronto,
aquellos lugares
que solo nos colmaban de placeres efímeros
sin entender,
sin tomar conciencia
de que la felicidad
estaba en esos pequeños
acontecimientos cotidianos,
descuidados por largo tiempo,
demasiado.
Por ello,
no se si sería tan bueno
volver a lo mismo,
al menos, en este sentido.
Revalorizar lo que tenemos,
los amores que sí son amores,
los amigos que sí son amigos.
Darnos cuenta
de cuánto menos necesitamos
para vivir, para obtener,
para consumir.
Ver
que reemplazamos agujeros
que dejamos pasar de largo,
profundos,
muy profundos
con objetos, pseudo-pasiones,
en algunos casos, planes de viajes costosísimos
que luego resultaron
impagables.
Hoy estamos con nosotros
más que nunca.
Y no resultó fácil.
Luego de un tiempo
nos fuimos habituando.
Ahora
la ansiedad nos domina
entonces, volvemos a enredarnos en promesas
de lo mismo que en estos meses
creímos haber superado;
el ser humano
cae una y otra vez
en las trampas
que él mismo se coloca.
Este tiempo
que queda
en soledad,
-algunos, en compañía-
sería bueno
resolver estos dilemas;
descubrir ¡al fin!
por qué cuesta tanto despegarnos
de lo que finalmente
nos perjudica, nos limita,
nos impide probar con algo distinto,
re-crearnos,
re-armarnos.
Ser lo que siempre fuimos
pero mejores
y más felices.
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