están pasando cosas
horrendas.
Puede olerse, percibirse
la enfermedad, la miseria,
la muerte
en todas partes.
Sin embargo,
todavía el sol
calienta,
poco porque es invierno,
pero calienta, enciende,
infunde ánimo;
embellece aún más
cada árbol, cada reducto vegetal,
cada flor, cada ser vivo
y en ello
deberíamos o tendríamos que intentar
hallar ese refugio,
el que creemos
haber extraviado
y no.
Está allí,
para abrazarlo
con cuerpo y alma,
¡para agradecerle
su existencia,
sus distintas tonalidades,
su exposición pictórica
inmejorable!
es cierto:
muchas personas
viven, soportan situaciones dificultosas
o muy dificultosas
aquí, allá,
en todo el mundo;
pero en nuestro pequeño mundo
es preciso
encontrar ese rincón de aliento,
esas ganas escondidas,
casi temerosas
aprisionadas por el miedo,
la desidia, la falta de fe,
como si nos avergonzara
sentirnos felices
siquiera, por un momento;
no olvidemos
que el universo, Dios,
como prefieran llamarlo
siguen sosteniendo,
abriendo puertas, perspectivas
clamando
por nuestro renacer
y no este mero simulacro.
No es todo muerte y destrucción,
también es amor,
por ese increíble ámbito natural,
por nuestros seres queridos,
por nosotros,
por todos
en el sitio que sea,
en el ámbito que fuera.
No nos olvidemos:
podemos agradecer
estar vivos,
gozar
de tremenda exaltación
de la verdadera belleza,
de las palabras, las voces,
las miradas, como se pueda,
de quienes queremos
y extrañamos...¡¡ufffff, muchísimo!!
no nos olvidemos:
aún respiramos,
aún podemos ofrecer lo mejor
de nosotros,
aún podemos brindar fuerzas
a quienes decaen,
¡a quienes lo necesitan tanto!
Al mismo tiempo, auto-brindarnos
contención, comprensión,
estímulos;
¡aún somos!
y seguimos aquí
por algo,
¡o por mucho!
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