En tus glaciales
aspecto, ideas,
acciones
te parecés, imagino,
en mucho,
a ese invierno hostil:
el que te está llegando,
-no me refiero solo
al clima, claro-;
no importa
si te dediqué diez mil canciones,
si te escribí otros tantos poemas, frases;
si pasé todas esas noches
despierta
extrañándote,
pensando que si te pensaba
mucho y fuerte
vos también lo harías;
no importa
si te busqué, incesantemente,
sueño tras sueño,
día tras día,
así, fuera en vano;
no importa
si mi corazón se petrificó
en ese preciso momento;
de todos modos,
seguí intentándolo;
seguí golpeando en vano,
esa pared blindada
al parecer,
para siempre.
Nada de eso importa,
ni el dolor, ni las lágrimas,
ni las esperanzas inútiles;
ni cuando estuviste tan cerca
y te mantuviste lejos, por si acaso,
aunque me habías prometido
esto, lo otro y más;
¿con quién creías
que te comunicabas?
¿a quién creías
escribirle?
¿a una muñeca,
a un ser sin alma, sin sentimientos,
a un invento de tu cabeza?
tampoco importa eso
ya.
Amar es lo que importa,
amar hasta no poder amar más.
El amor
por sí solo
basta,
sostiene,
alienta, alimenta las fantasías,
motiva cada despertar,
cada noche,
cada acto, pensamiento;
¡eleva a nuestro ser
al infinito!
pero vos no entendés
sobre estas cosas.
Hoy y mañana también
elijo amarte,
a pesar de que vos no me ames;
elijo idealizarte,
aunque no lo merezcas ni un poco;
elijo recordarte, entero,
con esos labios, esa sonrisa,
esas miradas tan pero tan tuyas
al menos, en aquel tiempo,
el de las rosas rojas
sin espinas;
elijo
enamorarme de nuevo,
de vos, de la naturaleza,
de la existencia,
¡de mí!
Elijo
no estar triste,
no pensar en cosas que me dañen;
no perder por nada ni nadie
las ilusiones,
los ideales,
¡la capacidad
de expresarlos!
aquí, entre mis letras, renuevo mis ansias,
el miedo se oculta, los problemas se alivian
por un rato,
¡entre estos renglones, los dones de la vida
parecen no tener fin!
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