domingo, noviembre 27, 2022

El tiempo de las rosas rojas

 En tus glaciales

aspecto, ideas,

acciones


te parecés, imagino,

en mucho,

a ese invierno hostil:


el que te está llegando,


 -no me refiero solo

 al clima, claro-;


no importa

si te dediqué diez mil canciones,

si te escribí otros tantos poemas, frases;


si pasé todas esas noches

despierta


extrañándote,

pensando que si te pensaba

mucho y fuerte


vos también lo harías;


no importa

si te busqué, incesantemente,


sueño tras sueño,

día tras día,


así, fuera en vano;


no importa

si mi corazón se petrificó

en ese preciso momento;


de todos modos,

seguí intentándolo;


seguí golpeando en vano,

esa pared blindada


al parecer,

para siempre.


Nada de eso importa,


ni el dolor, ni las lágrimas,

ni las esperanzas inútiles;


ni cuando estuviste tan cerca

y te mantuviste lejos, por si acaso,


aunque me habías prometido

esto, lo otro y más;


¿con quién creías

que te comunicabas?


¿a quién creías

escribirle?


¿a una muñeca,

a un ser sin alma, sin sentimientos,


a un invento de tu cabeza?


tampoco importa eso

ya.


Amar es lo que importa,

amar hasta no poder amar más.


El amor

por sí solo


basta,


sostiene,

alienta, alimenta las fantasías,

motiva cada despertar,


cada noche,

cada acto, pensamiento;


¡eleva a nuestro ser

 al infinito!


pero vos no entendés

sobre estas cosas.


Hoy y mañana también

elijo amarte,


a pesar de que vos no me ames;


elijo idealizarte,

aunque no lo merezcas ni un poco;


elijo recordarte, entero,

con esos labios, esa sonrisa,

esas miradas tan pero tan tuyas


al menos, en aquel tiempo,


el de las rosas rojas

sin espinas;


elijo

enamorarme de nuevo,


de vos, de la naturaleza,

de la existencia,


¡de mí!


Elijo

no estar triste,

no pensar en cosas que me dañen;


no perder por nada ni nadie

las ilusiones, 

los ideales,


¡la capacidad

de expresarlos!


aquí, entre mis letras, renuevo mis ansias,

el miedo se oculta, los problemas se alivian


por un rato,


¡entre estos renglones, los dones de la vida

parecen no tener fin!


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Cristina Del Gaudio

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