¡Ya no más!
justificar malos tratos,
carencias, injusticias,
de la índole que fueran;
¡ya no más!
aceptar esas afirmaciones,
¡en algunos casos, hasta categóricas!
acerca de que cualquiera
de esas situaciones
traumáticas, hostiles,
forjaron mi carácter,
me fortalecieron;
me sirvieron, nos sirvieron para "aprender",
para crecer, para apuntalarme/nos;
para ser lo que somos
en verdad, -lo que pudimos-;
tal vez,
¡seguramente!
algunos o varios de nosotros no queríamos ser abandonados
afectivamente,
ignorados, maltratados,
obligados
a hacer, a estudiar
lo que no nos gustaba;
a aceptar empleos
de los cuales no aprendimos nada
¡que recordamos con odio!
porque nada tenían que ver
con nuestra esencia,
con nuestros dones,
¡con nuestros sueños!
de ningún modo,
al menos yo,
aceptaré nunca más
eso de que mis experiencias pasadas,
-las malas, las que no me sumaron nada,
sino todo lo contrario-,
me ayudaron, me impulsaron
a hacer mi vida según me place,
a sentir como siento,
a intentar crecer día tras día,
a "blindarme";
más allá de aquellas difíciles,
tristes, experiencias,
se es lo que se es;
¡nadie elige padecer
para hacerse fuerte!
¡no soy fuerte!
aún martillan mi cabeza
momentos que desearía no haber "sobrellevado",
recuerdos de lugares en los que hubiera deseado
no estar ni por un momento,
personas que intentaron
aniquilar mi autoestima,
en uno y mil modos;
soy esto
¡y no me arrepiento!
salvo de haber consentido,
por ingenuidad, por inexperiencia,
ciertas demandas;
pero nunca, ¡nunca!
de la persona en que, pese a todo,
me convertí.
¡Le guste o no
a quien sea!
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