Camino
sin un destino prefijado;
voy, vengo,
pienso, no pienso en nada;
¿destino de observadora
de árboles?
no dejo de mirarlos,
de acariciarlos con mis ojos,
también los de la imaginación;
de soñarlos dormida, despierta,
en todos sus estados;
ellos me acompañan
sin saberlo, claro;
me incentivan,
me oxigenan,
me ilusionan
con un tiempo nuevo
que vendrá,
sé que vendrá;
esa convicción extingue, por un momento,
los fantasmales recuerdos,
las frases falazmente
hirientes...
¡me revive!
si camino un poco más,
también hallo esas manos, agitándose
de los que saben un poco de mí
o algo más
y les respondo, claro;
algún café humeante
me espera en el mismo bar
o en otro, depende;
la lapicera
siempre en el bolso,
por si acaso:
-Nunca se sabe
cuándo aparecerá la ansiada inspiración-
el viento golpea,
mucho más helado
que en otros días.
Un invierno duro,
muy distinto a tu duro verano,
sabés.
Pensar que a lo lejos, muy lejos
otro clima, otros hábitos, otro idioma,
otro modo de verlo todo,
otro mundo.
Y vos, que reías tanto
que bromeabas y repetías incesantemente
las frases, las genialidades
de Les Luthiers,
hoy te movés en otros ámbitos,
¡sos "responsable"!
muy poco te acordás
de aquel pasado,
menos, del nuestro.
Dicen, por ahí,
que todo sucede al mismo tiempo,
es posible.
Probablemente,
haya sabores, olores,
situaciones de cualquier índole
que te devuelvan
algo de muchísimo;
a mí me pasa,
¿por qué negarlo?
este bendito frío
invita a la reflexión,
a la nostalgia;
también a ciertos arrepentimientos,
dudas, temores
de antes,
nuevos;
mas hay un cielo
que aun a la distancia,
a los distintos horarios,
estaciones,
sin lugar a dudas
nos cobija
a ambos.
También a los nosotros,
los de entonces,
los de tu "aquel país",
que elegiste
-y seguís eligiendo-
fingir que olvidaste.
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