jueves, octubre 31, 2019

¡Perdemos el tiempo!

Riego mi pino,
bebo agua,

el sol acaricia
mi cara,

la vida
en todas partes,

como siempre.

Y uno,
perdido
en disputas inútiles,

perdido en temores que cree insuperables,
en tantísimas elucubraciones tóxicas;

aún, víctima de un pasado
desarmado, estéril,
definitivamente, ausente
-y con aviso-;

el inacabable regurgitar
de aquel fracaso,
o de algún éxito que lo fue en su momento

pero ya no.

Perdemos el tiempo,
perdemos ese sol sobre la cara,

perdemos el contacto
de nuestros dedos con la tierra,
con el barro;

perdemos

la perspectiva,

aferrados a aparatos,
controlados por ellos,

repletos de palabras, imágenes
la mayoría, proveniente de personas
desconocidas o con falsas identidades

que no nos importan,
que nos distraen de lo primordial,

¡que nos quitan horas,
días de sol, de lluvia,
caminatas, miradas, conversaciones "reales",
abrazos y tantas cosas!

letras que contienen mentiras,
insultos,
rabia despiadada,

¡letras que chorrean resentimiento,
intentos de manipulación,

mierda y más mierda!

y seguimos perdiendo,

pensamos que se trata
solo de dinero;

se trata de lo más importante,
la pérdida que nos resultará física,
anímicamente

muchísimo más destructiva,

absolutamente depredadora,

lograrán, están logrando
-los que así se lo propusieron-,
extinguirnos por completo:

la mente en blanco,
el corazón, despiadado,
desposeído de sentimientos, de empatía,

¡más solos que nunca!

el espíritu
anémico,

no habrá más nada que lo impulse,
ningún motor que consiga reanimarlo;

entonces, andaremos de aquí para allá,
viejos, amargados, lúgubres,

lanzando maldiciones
que retornarán,

-herrumbada, en todo sentido,
nuestra existencia-,

si persistimos en esta opresión
que no es más ni menos que miedo;

si no paramos,

escupiremos, vomitaremos
basura y más basura,

solo eso
brotará de nuestra boca, marchita;

se extinguirán aquellas,
nuestras palabras,
¡nuestra voz!

al hundir en el pozo
más impenetrable

nuestros sueños.

martes, octubre 29, 2019

El principal motivo

No más culpas,
no más disponibilidad absoluta
para quien sea,

esté como esté,
me sienta como me sienta;

no más
incondicionalidad
auto-destructiva;

no porque no ame,
no porque no me importen los otros,

¡porque tengo que pensar
en mí!

porque dediqué años
en preocuparme por otros,

diciendo, haciendo
lo que "debía, tenía" que decir, hacer

para que no se enojaran conmigo;

siempre atenta a si me querían,
si me aceptaban

¡y me dejé ir,
así, nomás!

¡a cuántos debe sucederles!

no, no es así.

No es egoísmo,
no es arrogancia,
ni excesivo amor propio;

es amor
por uno,

el básico,
el que da origen,
el que genera

todo otro tipo de amor;

¡no puede amarse a alguien, algo,
si uno se abandona, se olvida de sí mismo,
se rechaza, se ignora!

hoy

con más fuerza,
con mucha más fuerza

regreso
a mi.

Voy a escucharme,
voy a prestar atención
a esos indicios,

no más desoir, como era mi costumbre,
los reclamos del cuerpo, del alma,

-cada vez más evidentes-;

voy a preguntarme
si esto es lo que busqué,
si es lo que elegí,

si esta vida es la que tendré
y sostendré
de ahora en más

o si debería intentar cambiar algunas cuestiones,
varias cuestiones,

si este es mi lugar,
si esta es mi manera de concebir la existencia,

si esta es la gente con la que deseo compartir,
si esta es la gente que quiero para mí;

no importa si fueron muchos años
no importan parentescos,
ni supuestas amistades;

no importa si hicieron o no algo por mí,
si yo hice esto o aquello por alguno o varios;

a partir de ahora,

ya

en este mismo instante,

soy yo,
soy más yo todavía

de la que siempre fui,

comenzaré a ocuparme de aquello que dejé de lado
en pos de quienes, muchas veces,
ni siquiera valoraron
ese esfuerzo;

esta soy, esta seré

mi prioridad,
mi gran,
mi principal motivo,

mi más importante proyecto.

sábado, octubre 26, 2019

Cada uno con sus sueños

Desde mi espacio
siento que floto

que sobrevuelo
todos esos arbustos,
las diminutas, grandiosas
flores amarillas

que crecen
por esas cosas de la naturaleza

en los más impensados
rincones;

sobrevuelo

la rutina,

el agobio
de los problemas,

sobrevuelo
y me burlo de los miedos,

sobrevuelo
el pasado,

por acá, al menos,
no quedan rastros;

solo yo,
mi pequeño, perfumado, pino

y el nunca igual
paisaje de la tarde;

este es, claro,
mi lugar favorito,

¡de pronto, siento
como si abrazara el universo!,

estoy más próxima al sol,
a la luna, a las estrellas,

las nubes
ahora, oscuras

parecen
estar a punto de caer sobre mí;

¡es tan impresionante
cómo se ve todo desde aquí arriba!

me pregunto

¿qué pasaría
si todo esto acabara?

y no puedo evitar
esa sensación amarga.

Me encanta ver así
a las personas,
tan chiquitas
en su grandeza:

las observo
ir, venir,
pasear, disfrutar de su sábado,

libres,
a su antojo,

solas, acompañadas;

hablan, ríen,
gritan un gol,

comparten un asado,
una reunión,

un mate,
un té,

es la vida
en escala reducida,

-una especie de maqueta
de la vida-,

que basta para aprender
o re-aprender

a valorar lo que se tiene,
lo mucho que se tiene
y no se advierte,

¡tantas veces pasé de largo
sin detenerme a observar este paisaje!

y llega la noche,
las luces comienzan a encenderse,
una, otra, otra más

la gente en sus hogares,
la gente quizás, también, en su rincón favorito,

conversando con su pareja,
hijos, amigos,
escuchando música,

cada uno con sus sueños;

y más tarde,
antes de que el cansancio
selle el final del día

algunos,
quizás, varios,

es probable que rueguen,
-al igual que yo-,

por la paz,

en silencio,

al unísono.


viernes, octubre 25, 2019

El grito mojado

Déjenme

depositar en este sitio
algunas, muchas
lágrimas;

no bastan
las calles, bares, rincones
de mi ciudad,
de la ciudad que creí mía para siempre,

ni de la que recuerdo, apenas,
detalles

aunque ya no signifiquen
nada;

déjenme
introducir entre-líneas

una pena añeja, repetida,
un quejido que roza lo nauseabundo,

una exposición, en verdad, patética
de autocompasión

que espero
acabe

si logro
que ustedes
y yo
entiendan, entendamos

que necesito dejar
esto por aquí:

lágrimas de todo tipo,

lágrimas de rabia,
lágrimas de pérdida,
lágrimas de desamor,

lágrimas de palabras
¡tantas!
que no pudieron decirse,

que no se dijeron

-ya sé, no hay vuelta atrás-;

lágrimas de una venganza
planeada

lágrimas
de una venganza
concretada;

también, de soledad,
de miedo,
de no saber ahora mismo,
-quizás, en un rato lo resuelva-

dónde estoy parada
o sentada, bueno...

llorar no es de cobardes,
es desahogo, es limpieza interior,
es grito mojado;

heridas
que no pudieron
devolverse,

que regresan,
insisten;

la rúbrica a un corazón cansado,

el eco
de una habitación vacía.

Lágrimas
que cual la lluvia,
aportarán, luego,
la brisa que renueva;

quizás, podrían volverse sonrisas.

Todo puede darse

según la cabeza
decida:

clausurar o liberar
tamaño padecimiento;

por ahora, permítanme
y me permito

derramar este torrente oceánico,

un tsunami de emociones,
de deseos postergados,

insaciables,
imposibles,

con olor, sabor

a sal.

La fuente seca

Me avergüenza
el retorno de este odio;

me avergüenza,
me hace sentir débil,

me inclina a todos esos hábitos
que me hacen rechazarme;

¡yo que creí que había trascendido
todo aquello,
que lo había logrado!

no.

De nuevo

ese miedo,
ese nudo

ahorcándome,

esa desconfianza,
esa búsqueda de lo que ya no tiene sentido buscar,

esa indagatoria
innecesaria,

de tan obvia.

De nuevo

sucia, despeinada,
reptando en el charco pestilente de la desesperación;

la misma sensación horrible
que se renueva cada tanto,

que imaginé
no volver a experimentar,

que me significó miles de lágrimas,

que casi casi me significa la vida

-y no exagero-;

¡de nuevo!

no sé qué espero,
no sé por qué desespero,

por qué ese empeño estúpido
en seguir buscando ¿un oasis?

en la misma fuente
de la que hace rato,

¡ hace muchísimo tiempo!

no surge

ni la más mínima gota.




miércoles, octubre 23, 2019

Ser feliz por anticipado

Uno se confunde, a veces,
¿ser positivo, apostar a algo
es ser iluso, inocente?

particularmente,
me gusta tener esos ratos de inocencia,

cual aquella espera
de la muñeca que, suponía,
nunca llegaría a tener,

de tan costosa.

Pero cualquiera fuera el resultado,
valía la pena aguardarla,
¡claro que lo valía!

si no obtenía aquello que deseaba,
de todos modos, podía imaginar
qué haría con ello,

planeaba cómo, cuáles serían los juegos,
disfrutaba solo al pensar lo mucho que me alegraría
en el caso de recibir
tan preciado objeto;

de eso se trata todo,
supongo.

y siempre es estimulante, también, aleccionador
el poder gozar de antemano
lo que probablemente, nunca se obtenga;

no es masoquismo,
no es ser tonto ni crédulo al extremo;

¡es permitirse anhelar,
pensar en que algo, lo que fuera,
puede ser posible!

es creer
en que si un objeto material o inmaterial
en verdad, se ansía, 

y se insiste en ello,
se hace, se dice lo que fuera
en pos de lograrlo,

es mucho más probable
que eso suceda.

Opto por confiar,
elijo ser feliz por anticipado,

al seguir lo que mi alma, mi ser,
indican,

así, me frustre,
en ocasiones;

así, me diga ¿para qué?
¿por qué perdí este tiempo?

¿es acaso, tiempo perdido
el que se emplea en ilusiones,
en proyectos, en esperanzas,

en apostar
a que algo puede conseguirse,

así, se vea como más que imposible,
así, toda la humanidad nos diga que no,
que no tiene sentido, 

que nada de ello sucederá, 
hagamos lo que hagamos?

Así, nos digan
que subir la cuesta no tiene sentido,
que uno puede caerse,
lastimarse,
morir, incluso,

subir esa cuesta, por empinada, inalcanzable que se vea,
siempre tendrá sentido,
pues es el esfuerzo, es el recorrido,
son las ganas, el impulso, las expectativas

mucho más importantes,
mucho más recordables
o de recuerdo mucho más prolongado
que el de alcanzar la cima,

aunque el arribo a ello,
-se produzca o no-

nos ocupe
demasiado tiempo,

aunque nos lleve
toda la vida.

martes, octubre 22, 2019

El día de soñar

Quiero detenerme
en un sueño,

en ese sueño,

el tan soñado,
el que siempre deseé, deseo
volver a soñar;

así, haya transcurrido muchísimo tiempo,
años, muchos años;

hoy

necesito recuperar
la ilusión de su retorno;

me pueden el temor,
la incertidumbre,
la angustia

aun así, ese sueño volverá,

-tal vez, tenga que re-inventarlo-,
recrearlo en letras, en decires,
darle nueva forma o la misma, aggiornada;

así,

jamás se materialice.

El sueño que sostiene
esta insistencia en la vida,

el sueño
que contiene el aroma vivificante,
las caricias sanadoras,
los besos felices,
tan tan lejanos,
¡la pasión!

¡este es mi sueño!

y lo defenderé:
de los problemas cotidianos,
del tedio, del miedo más atroz,

de lo que me digan,
de lo que no me digan,

de lo que hagan o no
los otros;

¡es el día de soñar!

despierta, dormida,
hermanada con el sol,
el verde,
el aire puro,

colmada de palabras
de las que incitan, movilizan,

palabras limpias,
jóvenes, impetuosas, esperanzadas;

¡palabras tantas veces expresadas,
hoy, renacidos brotes!

ya mismo lo señalo
en mi calendario imaginario

y así quedará
por siempre,

para que nunca, ¡nunca!
me olvide

del día de mi sueño,

del día en que decidí
reintentar

soñarlo.


domingo, octubre 20, 2019

Re-invitación al embeleso

¿Será cierto
lo de ese lazo?

de pronto,
si ocurre algo,
lo que fuera,

muy malo o muy bueno

se experimenta algo especial,
una especie de tirón fuerte,
a veces;

hasta se escucha, en medio del silencio,
una de aquellas palabras;

quizás, llegue
desde algún recoveco
de nuestra mente,

de nuestro inconsciente.

¿Y si no fuera así?

cuando un dolor, un peso agobiante
nos preocupa,

cuando una situación, por ejemplo, afectiva,
nos agobia,

cuando cualquier otro problema nos acorrala,

ahí está,

de nuevo,
ese algo, eso inexplicable
que habita, al parecer, dentro nuestro,
o tal vez, provenga del universo.

De un modo u otro, nos retrotrae
a determinada situación
que habíamos considerado superada,

olvidada,
aniquilada
por siempre;

¿por qué, entonces, esa necesidad
de una re-conexión?

¿por qué, aun existiendo tantas personas,
tantos seres queridos o algún ser querido
a quien volcarle eso que nos inquieta
no alcanza, no sacia?

¿por qué esa urgente predisposición
a pensar, siquiera, en quien creímos
o nos obligamos a creer

en su inexorable,
irreparable olvido?

no sé el por qué,
no lo entiendo.

No puedo llamarlo amor,
ni extrañamiento;

tal vez, la reiterativa insistencia
en aferrarse a lo absolutamente inasible,

pues, lo cotidiano,
la supervivencia diaria,

en momentos complicados,

nos arrebatan las ansias,
derriban, por largo rato,
hasta las ganas de soñar;

de ahí, la búsqueda desesperada
de la voz, la frase escrita
que levanten,

que re-inviten
a la emoción, con las inevitables lágrimas,

a los más entrañables recuerdos,

al embeleso;

y por ese lapso temporal
-así sea muy muy efímero-

sentimos
o creemos sentir

que lo daríamos todo,
que haríamos cualquier cosa;

y no nos importa, no nos avergüenza,
nada nos impide, al parecer,

reiterar ese llamado,
enviar un mensaje,

a pesar de que sepamos,

a pesar de tener la más irrevocable certeza

de un nuevo,
-¡otro!-

fracaso.




¡No nos condenen!

Pudimos haber cometido errores,

pudimos haber cedido a ciertas tentaciones:
quien menos tiene, menos puede resistirse

y solo cuenta el presente,
no se piensa, no se puede pensar, muchas veces,
en el después,
cuando se tienen tantas necesidades;

pudimos haber hecho algunas cosas mal,
escuchar, creerle a quien no debimos,

apoyar a quien no debimos;

pero somos humanos,
al fin de cuentas.

Y débiles,
como todos,
en alguno o varios aspectos.

Hoy perdimos
lo poco que teníamos,

vigilamos
desde lo alto de nuestras humildes casas
que no nos quiten lo que nos quede,

sin saber qué podremos rescatar
de tan poco;

no todos

nos negamos al trabajo,
al esfuerzo, a la lucha;

no todos
buscamos que nos ayuden,
que nos den,
que nos "salven";

algunos
la luchamos

y no tuvimos
suerte,

o nos faltó empuje,
decisión,

no todos podemos todo,
algunos, apenas pueden algo
o casi nada.

Todos estamos bajo el mismo cielo,
sobre una misma tierra

pero somos distintos,
pensamos en forma diferente,
padecimos, padecemos situaciones disímiles,

-otras, muy similares-;

hay de todo,
pasa de todo

en esta,
en otras patrias.

¡No nos condenen!

bastante hizo la lluvia,
así, no haya sido premeditado,

bastante, los arroyos,
el río, los ríos;

bastante, los malintencionados
que siempre se aprovechan de los más débiles,
de los que están padeciendo lo que sea;

no se refieran a nosotros
como a sus enemigos,

pues nosotros somos parte también,
como ustedes, parte nuestra,

si perdemos, todos lo hacemos,

nadie está a salvo,
nadie está seguro,

mientras no nos pongamos
en el lugar del otro,

mientras desoigamos las voces
de los que de verdad

no la están pasando
nada bien.

(en nombre de los tantos damnificados a causa de las últimas tormentas, acontecidas pocos días atrás, en la provincia de Buenos Aires)

viernes, octubre 18, 2019

Exilio inadvertido

Esponja.

Se absorben miedos,
dudas,
problemas de toda índole;

historias,

familiares,
amistades, -algunos, absolutamente desconocidos-;

aficiones,
gustos,
comidas,
hábitos,
horarios;

de pronto,

uno se esfuma.

Y no se da cuenta,
¡no se da cuenta
de haberse extraviado
en la telaraña de una vida ajena!

urge al cuerpo
recordarlo,

de ahí, surgen los males,
leves o peores;

no solo es el cuerpo,
es la mente, el ánimo,

el amor a la vida
comienza a desplomarse.

Se experimenta el desamparo
de quien se exilia de su ciudad,
de su tierra,

¡se trata, precisamente,
del exilio de uno mismo!

por suerte,
llega el día:

¡el regreso
es la gloria!

aunque lleva un tiempo
la re-adaptación;

pero el lugar es nuestro,
las posibilidades son las nuestras,
los rincones,
el orden, el desorden, los ritmos,

las costumbres,
las actividades,

aquellos detalles que antes del "exilio"
nos parecían insignificantes,

¡el café,
el ritual que implica!

¡se trata de nuestra vida!

con nuestros errores, nuestras cuestiones por resolver,
nuestras propias alegrías, inclinaciones,
logros,

con todo aquello
que nos hace ser como somos,
con todo aquello que nos hace felices,

que nos hace tener la absoluta certeza
de pertenecer a ese sitio,
antes que a cualquier otro;

Y se reinicia el vínculo básico,
retorna un abrazo irreemplazable:

el auto-abrazo.

Entonces, uno se sintió solo

Hay cosas, situaciones
que no se olvidan;

momentos difíciles,
claves,

en los que, quizás
se padeció,
se experimentó incertidumbre, miedo,

entonces,
uno se sintió solo.

En esos momentos
estuvieron los de verdad.

En esos momentos
están los de verdad.

No sirven las palabras,
-digo esto a pesar de amarlas,
jugar, a mi antojo, con ellas,
utilizarlas para el decir, el intentar hacer ver,
el testimoniar,

hacer mi propia catarsis,
¿por qué no reconocerlo?-;

en fin,
ellas estuvieron siempre,
lo sé, lo saben,

los de verdad
los que comprenden.

Pero me refería a las palabras huecas,
meros signos gramaticales
simples significantes que danzan, adornan,
rellenan espacios -o así lo pretenden-;

se repiten,
caen en lugares comunes

y el corazón de los que son de verdad,
de los que entienden

lo sabe.

Se puede decir, exclamar, ¡declamar!
amistad, amor, apoyo "incondicional",
lo que fuera;

pero si no hay un respaldo,
si esos dichos no están sustentados
en un acto, en una concreción,

serán palabras banales,
derrochadas,

perdidas en el vacío,

serán nada
y más que nada;

ningún alma recibirá ese aliento,
esa emoción, esa demostración,
ese mensaje, tal vez, un supuesto buen deseo;

mis palabras siempre quieren llegar,
siempre buscan salirse de mí,

porque no me son destinadas,
siempre digo que alguien, algo,
las coloca en mi cabeza,
las traslada a los dedos

y allí están,
más, menos ordenadas,
prolijas, corregidas luego

para que alguien diga: esto me sirve,
esto necesitaba leer,
esto me motiva, me inspira a...

también: a esta persona le pasan, le pasaron cosas
de verdad;

las cuenta, quizás,
desde una pespectiva diferente,

en ocasiones,
las transforma en historias;

probablemente, usa
alguno que otro artificio

pero el fondo, el objeto,
el sentimiento, el dolor, el placer,
las ganas, la fuerza,
-también la debilidad-

están aquí,

en otros escritos,
en tantos,

para que aquellos
que por un momento
o por mucho tiempo,

-como me sucede, tantas veces-

se sientan solos,
aislados de los otros,
incomprendidos, discriminados,
¡avasallados!

se hermanen
en este abrazo que se vuelve tangible,

porque no es, exclusivo para mí
ni para alguien más;

es un abrazo tan tan grande
que atraviesa todas las distancias,
-no solo geográficas-,

tremendas distancias espirituales, emocionales,
distancias que los separan,
los encierran,

los esconden;

los sumergen en la más absoluta
desconfianza

incluso,
de sí mismos.




domingo, octubre 06, 2019

De mi propia mano

No estás,
no existís,

no
en mis pensamientos;

no en cada acto, hasta en el más rutinario,

tampoco, en cada nuevo paso,
nuevo rumbo,
nuevo sueño.

No estás

en medio del desayuno,
no en las conversaciones imaginarias,

no en la cocina,
ni en el baño,
ni en el cuarto.

No miro más allá
del punto al que mi vista llega;

no te busco

en ningún sitio
conocido,

por ambos,
ni por mí;

aprendí a ser feliz
en mi compañía;

no es tan malo
recorrer esta primavera tentadora,

de mi propia mano,
con mis ideas,
mis continuas, indomables,
ansias;

ahora
que llegan
las noches más cálidas,

los ojos se encienden,
encandilan,

ante la mera perspectiva
de un giro inesperado,

esperado;

y la posibilidad siempre latente,
-¡al fin, puedo verla, esperarla!-

de un quizás,
¿por qué no?

asombroso,
excitante,

recomienzo.

sábado, octubre 05, 2019

El ave encantadora

Quise escribir sobre el amor
y una nube encegueció
hasta los recuerdos;

una nube oscura
que supe no se disiparía
quizás, nunca;

quise escribir

acerca de todo eso que me inspiraba
esa controvertida, apasionante,
desafiante

sensación:

¡estar enamorado,
sentirse al borde de la locura,
del éxtasis, ilimitado,

del olvido!

no pude rearmar
aquello que viví
-o sobreviví-
durante tanto tiempo;

apenas,

obtuve unos pocos vestigios,
imágenes descoloridas,
risas, expresiones, sentimientos
desdibujados;

palabras sueltas
que no llegaban, casi,
a integrar frase alguna

lo bastante convincente

para volver a creer,
para volver a abrirle paso

al ave encantadora,
a la mariposa dorada,

al árbol frondoso,
pródigo,

al fruto exquisito,

¡al incomparable juego de miradas,
de señales,

de acercamientos
y distancias!;

en fin,

sabemos o saben algunos,

en mayor, en menor medida,
cuánto, qué significa

eso de que absolutamente todo desaparezca
y solo se advierta, se vea, se oiga, se palpe

a determinada, indeterminada
persona,

así,
esa conexión inevitable
e inexplicable

perdure

lo que un parpadeo

o por el resto
de nuestros días.

miércoles, octubre 02, 2019

La vuelta

¿Saben ellos?

yo lo sé,

cómo duele el desdén,
el desamor

y cómo, en qué medida

se percibe
el aroma, anticipado, del olvido

que llegará

antes, más tarde,

indistintamente.

Pensar
que uno
llega a creer, a ilusionarse
en tal medida,

a depositar en otro, en otros,

todo y más que todo
de sí,

sin darse cuenta
que llegó el olvido,
el peor de todos:

el auto-olvido.

Hay regreso,
siempre lo hay,

a pesar de que cueste hallar los motivos,
reencontrarse, reconciliarse
con esos detalles
que nos particularizan,

que hacen que seamos estos,
así, como somos,

y no otros,

no diferentes.

Cuesta

que esos otros
acepten,
comprendan

ese inesperado
o no,
retorno.

No hay bombos ni platillos,
no hay ovaciones,
no, ningún festejo,

nada,

en ocasiones,
pasa desapercibido.

Solo y nada menos
que nosotros

lo vivimos,
lo disfrutamos,

nos enorgullecemos,

nos decimos:
¡lo logramos!

la vuelta, al fin, a esa casa,
que no es de ladrillo, ni de piedra, ni de madera,

¡nuestra casa interior!

los tan familiares pliegues,
aquellas lágrimas,
las risas, los besos,

integrados
al viejo sillón;

la antigua lámpara,
los polvorientos libros,

la taza de café;

los sueños
-que ya no esperábamos
recuperar-

adheridos con firmeza
a nuestros pensamientos, deseos,
propósitos

aunque, en principio,
casi no los reconozcamos,

entendemos o intentamos entender
que el tiempo pasó

y existen ciertas cuestiones,
-sueños incluidos-,

que no son

ni serán

las mismas.


martes, octubre 01, 2019

Yo los vi

Yo vi
a esa gente.

Yo vi
a mucha, muchísima gente
esperanzada,
feliz, con todas las ganas,

-también, con mucho miedo-,

dispuestos a poner el esfuerzo,
el apoyo, lo que fuera,
-muchos, a pesar de dificultades físicas-;

Yo vi esos sueños,
los de tantos, miles,

detrás de esos gestos,
esas exclamaciones,
esos cánticos.

Yo vi
que podía ser posible.

Y no me refiero a alguien,
a alguna agrupación, partido,
facción,

como se lo quiera denominar.

Vi a la persona,
a la que representaba a su familia,

vi a las familias,

vi a sus ancestros,

a aquellos que los precedieron
y tal vez, no se animaron
a decir, a estar.

Y los sentí,

me sentí
orgullosa

de formar parte
de un todo indiscutible,

de un todo que anhela lo mismo:
libertad, seguridad, racionalidad;

no solo se trata de dinero,
aunque haga falta
en muchos hogares;

el dinero no compra dignidad,
ni orgullo, ni patriotismo,
no defiende derechos,
mucho menos, inculca deberes;

ni comprensión,
el ponerse en el lugar
del otro,

¡pero de verdad!

también, de uno mismo,

porque somos un todo,
algunos, de un lado,
algunos, de otro,

como sea que pensemos,
que vivamos,
que intentemos vivir,

somos integrantes,
somos un combo, indiscutible
y si nos lo propusiéramos

¡indestructible!

porque no se puede ser feliz
si tantos no lo son;

el dinero ayuda, sostiene,
cubre necesidades,

pero no compra
trabajo, voluntad de hacer,
de crecer, de atreverse,
de pelear, en el mejor de los sentidos;

tampoco compra afectos,
ni alegría genuina;

no compra
ese sentir, indescriptible, al saber que se hizo lo que se pudo,
que se luchó, cada uno desde su lugar,
desde sus posibilidades,
por un país mejor, ¡por una vida, merecida y mejor!

¡contárselo, algún día
a los descendientes, a quien sea!

contárnoslo,

con satisfacción, con la frente en alto,
-y no me refiero a jactancia, ¡ojo!-

a nosotros mismos.

Cristina Del Gaudio

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