Riego mi pino,
bebo agua,
el sol acaricia
mi cara,
la vida
en todas partes,
como siempre.
Y uno,
perdido
en disputas inútiles,
perdido en temores que cree insuperables,
en tantísimas elucubraciones tóxicas;
aún, víctima de un pasado
desarmado, estéril,
definitivamente, ausente
-y con aviso-;
el inacabable regurgitar
de aquel fracaso,
o de algún éxito que lo fue en su momento
pero ya no.
Perdemos el tiempo,
perdemos ese sol sobre la cara,
perdemos el contacto
de nuestros dedos con la tierra,
con el barro;
perdemos
la perspectiva,
aferrados a aparatos,
controlados por ellos,
repletos de palabras, imágenes
la mayoría, proveniente de personas
desconocidas o con falsas identidades
que no nos importan,
que nos distraen de lo primordial,
¡que nos quitan horas,
días de sol, de lluvia,
caminatas, miradas, conversaciones "reales",
abrazos y tantas cosas!
letras que contienen mentiras,
insultos,
rabia despiadada,
¡letras que chorrean resentimiento,
intentos de manipulación,
mierda y más mierda!
y seguimos perdiendo,
pensamos que se trata
solo de dinero;
se trata de lo más importante,
la pérdida que nos resultará física,
anímicamente
muchísimo más destructiva,
absolutamente depredadora,
lograrán, están logrando
-los que así se lo propusieron-,
extinguirnos por completo:
la mente en blanco,
el corazón, despiadado,
desposeído de sentimientos, de empatía,
¡más solos que nunca!
el espíritu
anémico,
no habrá más nada que lo impulse,
ningún motor que consiga reanimarlo;
entonces, andaremos de aquí para allá,
viejos, amargados, lúgubres,
lanzando maldiciones
que retornarán,
-herrumbada, en todo sentido,
nuestra existencia-,
si persistimos en esta opresión
que no es más ni menos que miedo;
si no paramos,
escupiremos, vomitaremos
basura y más basura,
solo eso
brotará de nuestra boca, marchita;
se extinguirán aquellas,
nuestras palabras,
¡nuestra voz!
al hundir en el pozo
más impenetrable
nuestros sueños.
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