sábado, octubre 26, 2019

Cada uno con sus sueños

Desde mi espacio
siento que floto

que sobrevuelo
todos esos arbustos,
las diminutas, grandiosas
flores amarillas

que crecen
por esas cosas de la naturaleza

en los más impensados
rincones;

sobrevuelo

la rutina,

el agobio
de los problemas,

sobrevuelo
y me burlo de los miedos,

sobrevuelo
el pasado,

por acá, al menos,
no quedan rastros;

solo yo,
mi pequeño, perfumado, pino

y el nunca igual
paisaje de la tarde;

este es, claro,
mi lugar favorito,

¡de pronto, siento
como si abrazara el universo!,

estoy más próxima al sol,
a la luna, a las estrellas,

las nubes
ahora, oscuras

parecen
estar a punto de caer sobre mí;

¡es tan impresionante
cómo se ve todo desde aquí arriba!

me pregunto

¿qué pasaría
si todo esto acabara?

y no puedo evitar
esa sensación amarga.

Me encanta ver así
a las personas,
tan chiquitas
en su grandeza:

las observo
ir, venir,
pasear, disfrutar de su sábado,

libres,
a su antojo,

solas, acompañadas;

hablan, ríen,
gritan un gol,

comparten un asado,
una reunión,

un mate,
un té,

es la vida
en escala reducida,

-una especie de maqueta
de la vida-,

que basta para aprender
o re-aprender

a valorar lo que se tiene,
lo mucho que se tiene
y no se advierte,

¡tantas veces pasé de largo
sin detenerme a observar este paisaje!

y llega la noche,
las luces comienzan a encenderse,
una, otra, otra más

la gente en sus hogares,
la gente quizás, también, en su rincón favorito,

conversando con su pareja,
hijos, amigos,
escuchando música,

cada uno con sus sueños;

y más tarde,
antes de que el cansancio
selle el final del día

algunos,
quizás, varios,

es probable que rueguen,
-al igual que yo-,

por la paz,

en silencio,

al unísono.


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Cristina Del Gaudio

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