Busco
y no sé qué busco,
olvidé algo,
lo dejé en un antes
que ya se esfumó;
algo, alguien
quedó atrás
y no puedo,
no debo,
no quiero,
¡perdí las ganas,
perdí las ansias,
perdí toda ilusión!
de volver
a hallarlo;
parte de mí
quedó afuera
de esta cárcel
sin rejas ni policías;
parte de la que era,
de lo que hacía
que forma parte, claro,
de lo que era;
escribo
palabras que se disparan como flechas
desde mi cabeza,
desde mi espíritu;
no sé, en verdad,
por qué,
ni para qué,
ni para quién;
nada, nadie
me inspira;
hay una voz,
varias voces
rondan
entre tanto vacío;
quizás, integren
aquello que extravié
-no sé si sigue importándome-;
camino como autómata,
de una habitación a otra;
da lo mismo si es jueves,
viernes o el día, hora, mes, estación
que fuera;
todo da igual,
todo cansa, todo deteriora,
todo extingue.
falta poco (¿?)
dicen algunos
pero mienten:
falta muchísimo.
si esto no termina pronto
temo no reconocerme,
temo olvidar ciertos hábitos
y adoptar, inconscientemente, algunos nuevos
que no me gustan nada,
que se subieron al mástil mayor
del aburrimiento,
de la intolerable rutina,
atiborrada de mandatos
nuevamente, inflexibles,
despiadados
pero aun más.
Temo volver
a aquello
y que nada sea igual,
al menos, los débiles recuerdos
de esos pequeños momentos
que llegan, de pronto,
sin aviso.
Pero más me aterra
no volver a verlos,
a ellos, a él,
a mí.
jueves, abril 30, 2020
lunes, abril 27, 2020
Mi yo poeta
¿Qué es,
qué sería, en fin,
lo que tanto extraño
o extrañaría
del mundo anterior?
¿las mentiras?
¿las manipulaciones
en pos de obtener lo que sea,
a través del método que fuera?
¿los vendedores
que fingían amistad, interés,
a cambio de compras?
¿qué es?
-me pregunto-
¿qué sería
lo que extrañaría tanto pero tanto?
aquel al que creí
que era quien yo suponía
y fingió, ¡fingió serlo,
simuló ser esa persona
con quien yo tanto soñaba!
para conseguir quién sabe qué,
para extender sus garras, ávidas,
atrapándome
con seductoras frases engañosas
y complacientes,
con elogios
a los que muy pocos
podrían resistirse.
Detesto mi estúpida
ingenuidad.
Y a la vez,
la celebro.
Detesto
ser capaz de caer una,
otra vez
y mil más.
Y al mismo tiempo,
me incentiva,
impulsa mi creatividad.
De todos modos, siempre confío
en que no sucederá de nuevo;
en que es posible
que alguien me busque
solo porque le agrado,
porque disfruta el mero hecho de intercambiar
pensamientos, comentarios, risas,
buenos deseos;
porque en verdad
tiene un interés genuino
en mí
y no esconde
oscuras intenciones,
no busca quitarme nada,
averiguar datos,
venderme cosas
o ilusiones
a un alto precio.
Un alto precio
para mí,
claro.
Pues él o ella
seguirán haciendo lo mismo,
no sé si habrá muchos imbéciles
como yo
en este fragmento
que queda de la era pasada,
probablemente
aprendamos,
probablemente
yo aprenda
que la magia nunca existió,
que era, es una mentira,
¿o distracción?
en la que creí o quise creer
y apostar por ella,
¿para contarlo?¿para ponerlo en palabras?
no lo sé.
¿Ingenuidad premeditada?
lo ignoro.
Pregúntenle a mi yo poeta.
Mi yo persona
hoy
no está para nadie.
qué sería, en fin,
lo que tanto extraño
o extrañaría
del mundo anterior?
¿las mentiras?
¿las manipulaciones
en pos de obtener lo que sea,
a través del método que fuera?
¿los vendedores
que fingían amistad, interés,
a cambio de compras?
¿qué es?
-me pregunto-
¿qué sería
lo que extrañaría tanto pero tanto?
aquel al que creí
que era quien yo suponía
y fingió, ¡fingió serlo,
simuló ser esa persona
con quien yo tanto soñaba!
para conseguir quién sabe qué,
para extender sus garras, ávidas,
atrapándome
con seductoras frases engañosas
y complacientes,
con elogios
a los que muy pocos
podrían resistirse.
Detesto mi estúpida
ingenuidad.
Y a la vez,
la celebro.
Detesto
ser capaz de caer una,
otra vez
y mil más.
Y al mismo tiempo,
me incentiva,
impulsa mi creatividad.
De todos modos, siempre confío
en que no sucederá de nuevo;
en que es posible
que alguien me busque
solo porque le agrado,
porque disfruta el mero hecho de intercambiar
pensamientos, comentarios, risas,
buenos deseos;
porque en verdad
tiene un interés genuino
en mí
y no esconde
oscuras intenciones,
no busca quitarme nada,
averiguar datos,
venderme cosas
o ilusiones
a un alto precio.
Un alto precio
para mí,
claro.
Pues él o ella
seguirán haciendo lo mismo,
no sé si habrá muchos imbéciles
como yo
en este fragmento
que queda de la era pasada,
probablemente
aprendamos,
probablemente
yo aprenda
que la magia nunca existió,
que era, es una mentira,
¿o distracción?
en la que creí o quise creer
y apostar por ella,
¿para contarlo?¿para ponerlo en palabras?
no lo sé.
¿Ingenuidad premeditada?
lo ignoro.
Pregúntenle a mi yo poeta.
Mi yo persona
hoy
no está para nadie.
domingo, abril 26, 2020
El que quiera ver...verá
¡Tantos brazos!
amarillos, dorados,
verde-amarillentos,
aun verdes, rojizos,
se extienden
hacia nuestro no ver
lo importante
y seguimos
sin verlo;
pensamos,
tristes, enojados, preocupados
en lo que quedará de antes,
en lo que podremos o no hacer,
en lo que compraríamos,
en las reuniones, las fiestas,
los paseos,
todo lo que en aquel antes
quizás, no valorábamos;
los tantos brazos
nunca, nunca se cansan;
resisten
la humedad, el calor,
los vientos más poderosos,
la lluvia, el frío,
la nieve,
todo lo resisten
y no los vemos.
¿Para qué salir?
-repetimos y repetimos-
no hay nada afuera,
nada nuevo
por descubrir.
¿Qué sería, qué es
para nosotros "lo nuevo"?
Ellos
-ténganlo por seguro-,
siempre tendrán algo nuevo
para ofrecernos,
colores, belleza,
oxígeno;
ellos,
también el sol, el cielo, las nubes,
los pájaros,
los lagos, los ríos, el mar,
las montañas
siempre tienen
ese encanto
que si así lo permitimos,
motiva a nuestro espíritu;
ellos integran la mejor fotografía
de la vida,
-sin necesidad de filtros-;
¡ellos están vivos,
ellos son la vida!
pero seguimos
con la retahíla:
¿para qué
por un rato?
¿por qué exponerse
si es solo un momento?
¡apenas, algunos
los miran, indolentes,
a través de las ventanas!
no se trata
de espacios pequeños ni más grandes
ni siquiera, inmensos;
esté donde esté,
cualquiera sea su lugar,
aquel que quiera ver
verá.
Aquel que quiera entender
de qué se trata esto
entenderá.
amarillos, dorados,
verde-amarillentos,
aun verdes, rojizos,
se extienden
hacia nuestro no ver
lo importante
y seguimos
sin verlo;
pensamos,
tristes, enojados, preocupados
en lo que quedará de antes,
en lo que podremos o no hacer,
en lo que compraríamos,
en las reuniones, las fiestas,
los paseos,
todo lo que en aquel antes
quizás, no valorábamos;
los tantos brazos
nunca, nunca se cansan;
resisten
la humedad, el calor,
los vientos más poderosos,
la lluvia, el frío,
la nieve,
todo lo resisten
y no los vemos.
¿Para qué salir?
-repetimos y repetimos-
no hay nada afuera,
nada nuevo
por descubrir.
¿Qué sería, qué es
para nosotros "lo nuevo"?
Ellos
-ténganlo por seguro-,
siempre tendrán algo nuevo
para ofrecernos,
colores, belleza,
oxígeno;
ellos,
también el sol, el cielo, las nubes,
los pájaros,
los lagos, los ríos, el mar,
las montañas
siempre tienen
ese encanto
que si así lo permitimos,
motiva a nuestro espíritu;
ellos integran la mejor fotografía
de la vida,
-sin necesidad de filtros-;
¡ellos están vivos,
ellos son la vida!
pero seguimos
con la retahíla:
¿para qué
por un rato?
¿por qué exponerse
si es solo un momento?
¡apenas, algunos
los miran, indolentes,
a través de las ventanas!
no se trata
de espacios pequeños ni más grandes
ni siquiera, inmensos;
esté donde esté,
cualquiera sea su lugar,
aquel que quiera ver
verá.
Aquel que quiera entender
de qué se trata esto
entenderá.
viernes, abril 24, 2020
Encierros distintos
Sentirse encerrado
no depende
del espacio físico,
de nada de lo que se posea;
¡cuántas veces
me quejé,
confundida,
sin saber qué hacer,
atrapada
en medio de lúgubres cavilaciones;
presa
de mis miedos,
mis incertidumbres,
mi descontento!
Hoy
encerrada,
literalmente,
por fuerza mayor;
claro que no es fácil
pero no me siento atrapada
dentro de mi cabeza,
no me pierdo
-intento no hacerlo-
en aquellas o similares
especulaciones,
esos tan inútiles cálculos
orientados a un futuro incierto,
igual,
ahora.
Me resulta curioso
que gente muy rica y famosa
experimente malestar,
opresión,
cansancio
en medio de mansiones
de dimensiones colosales,
con piletas suntuosas,
jardines inmensos,
cines privados,
etcetcetc;
ambientes enormes,
en los que podrían vivir
varias personas;
servidos
por uno, varios asistentes
para evitar exponerse (¿?)
o al menos, asirse a esa ilusión;
sin embargo,
reclaman, se malhumoran,
dicen sentirse entre rejas,
si bien, quizás,
ellos mismos
las hayan instalado
desde hace mucho,
muchísimo tiempo,
cuando no existía,
no se imaginaba, siquiera
la más mínima posibilidad
de esta catástrofe.
no depende
del espacio físico,
de nada de lo que se posea;
¡cuántas veces
me quejé,
confundida,
sin saber qué hacer,
atrapada
en medio de lúgubres cavilaciones;
presa
de mis miedos,
mis incertidumbres,
mi descontento!
Hoy
encerrada,
literalmente,
por fuerza mayor;
claro que no es fácil
pero no me siento atrapada
dentro de mi cabeza,
no me pierdo
-intento no hacerlo-
en aquellas o similares
especulaciones,
esos tan inútiles cálculos
orientados a un futuro incierto,
igual,
ahora.
Me resulta curioso
que gente muy rica y famosa
experimente malestar,
opresión,
cansancio
en medio de mansiones
de dimensiones colosales,
con piletas suntuosas,
jardines inmensos,
cines privados,
etcetcetc;
ambientes enormes,
en los que podrían vivir
varias personas;
servidos
por uno, varios asistentes
para evitar exponerse (¿?)
o al menos, asirse a esa ilusión;
sin embargo,
reclaman, se malhumoran,
dicen sentirse entre rejas,
si bien, quizás,
ellos mismos
las hayan instalado
desde hace mucho,
muchísimo tiempo,
cuando no existía,
no se imaginaba, siquiera
la más mínima posibilidad
de esta catástrofe.
miércoles, abril 22, 2020
Los abuelos, padres, hermanos, amigos...de tantos
Los abuelos
de tantos,
los padres
de tantos,
los hermanos,
los amigos
de tantos.
Se los llevaron.
Eras blancas
con letras verdes
esas camionetas.
Los abuelos, padres,
hermanos, amigos, contactos
de muchos,
pelean
por sus vidas.
No está fácil
ver lo positivo
en esta tragedia;
no
en este,
ni en otros casos
tan pero tan
injustos,
inhumanos.
Una vez,
la abuela de dos,
mi abuela,
madre de uno,
mi papá,
hermana
de una,
-los otros dos se le habían adelantado-,
fue conducida
a lo que sería su último
"hogar".
Ella estaba muy mal,
no fue cosa
de deshacernos;
nunca estorbó,
¡todo lo contrario!
estaba muy feliz de vivir con ella,
en casa,
hasta que sucedió.
Una de las enfermedades
más tremendas,
irreversible.
De pronto, ella no reconocía
a nadie,
inventaba historias,
gritaba, se enojaba, insultaba,
ella
que siempre fue una señora
tan señora,
elegante, seria, respetable, discreta,
ella,
mi linda abuela,
solo me reconocía a mí;
durmió durante un tiempo
en mi cuarto;
yo no descansaba tranquila,
a veces, se levantaba
o se aparecía de pronto frente a mi cama.
Por las mañanas,
la besaba con todo mi amor
en la frente:
"-"¿vas al trabajo?"
"sí, abuela".
Siempre me preguntaba,
siempre,
nunca olvidaba
ni quién era,
ni de qué trabajaba,
ni en dónde.
¡Me iba tan apenada!
¡no podrían imaginarlo!
sabía
que no sería fácil,
sobre todo para mi madre,
tenía que quedarse con ella
todo el tiempo
y no podía más,
era demasiado trabajo,
muchísimos nervios,
siempre cuidando
que no hiciera "líos",
¡como los chicos!
así fue,
empeoraba y empeoraba.
Llegó a convertirse en un peligro
para ella,
para toda la familia.
Ella, mi súper abuela.
Por eso,
fuimos todos,
con gran pesar,
a ese sitio.
En apariencia,
todo estaba en orden,
pulcro,
nadie se quejaba,
el personal de salud,
encantador.
Pero no era tan así,
cada vez la veíamos peor,
más débil, demacrada,
le llevábamos obsequios
que nos dábamos cuenta
de que no se los entregaban;
Un día
fuimos con mi padre.
La ví tan delgada,
tan consumida,
con su camisón blanco;
me puse a llorar
y no podía parar.
La enfermera me retó,
¡se trataba de mi abuela!
"¡Cristina!"
apenas, me vio.
Y luego,
cerró los ojos,
le habían dado una de esas pastillas,
-hoy no sé qué pensar-.
Pasaron dos, tres días,
quizás, más
y una mañana
sonó el timbre del teléfono.
"Murió la abuela"
le dije a mi mamá.
Nos abrazamos.
Y así se fue
mi compañera,
la que siempre preguntaba
y se preocupaba por mí,
que estuviera bien alimentada,
abrigada,
que no me faltara ropa;
la que me enseñó todo
y más,
hasta a higienizarme.
Solo tengo un prendedor
muy bonito,
alguna foto vieja, descolorida,
en blanco y negro
o algo así.
No importa.
Vivirá
siempre,
¡siempre, siempre!
en mi corazón.
de tantos,
los padres
de tantos,
los hermanos,
los amigos
de tantos.
Se los llevaron.
Eras blancas
con letras verdes
esas camionetas.
Los abuelos, padres,
hermanos, amigos, contactos
de muchos,
pelean
por sus vidas.
No está fácil
ver lo positivo
en esta tragedia;
no
en este,
ni en otros casos
tan pero tan
injustos,
inhumanos.
Una vez,
la abuela de dos,
mi abuela,
madre de uno,
mi papá,
hermana
de una,
-los otros dos se le habían adelantado-,
fue conducida
a lo que sería su último
"hogar".
Ella estaba muy mal,
no fue cosa
de deshacernos;
nunca estorbó,
¡todo lo contrario!
estaba muy feliz de vivir con ella,
en casa,
hasta que sucedió.
Una de las enfermedades
más tremendas,
irreversible.
De pronto, ella no reconocía
a nadie,
inventaba historias,
gritaba, se enojaba, insultaba,
ella
que siempre fue una señora
tan señora,
elegante, seria, respetable, discreta,
ella,
mi linda abuela,
solo me reconocía a mí;
durmió durante un tiempo
en mi cuarto;
yo no descansaba tranquila,
a veces, se levantaba
o se aparecía de pronto frente a mi cama.
Por las mañanas,
la besaba con todo mi amor
en la frente:
"-"¿vas al trabajo?"
"sí, abuela".
Siempre me preguntaba,
siempre,
nunca olvidaba
ni quién era,
ni de qué trabajaba,
ni en dónde.
¡Me iba tan apenada!
¡no podrían imaginarlo!
sabía
que no sería fácil,
sobre todo para mi madre,
tenía que quedarse con ella
todo el tiempo
y no podía más,
era demasiado trabajo,
muchísimos nervios,
siempre cuidando
que no hiciera "líos",
¡como los chicos!
así fue,
empeoraba y empeoraba.
Llegó a convertirse en un peligro
para ella,
para toda la familia.
Ella, mi súper abuela.
Por eso,
fuimos todos,
con gran pesar,
a ese sitio.
En apariencia,
todo estaba en orden,
pulcro,
nadie se quejaba,
el personal de salud,
encantador.
Pero no era tan así,
cada vez la veíamos peor,
más débil, demacrada,
le llevábamos obsequios
que nos dábamos cuenta
de que no se los entregaban;
Un día
fuimos con mi padre.
La ví tan delgada,
tan consumida,
con su camisón blanco;
me puse a llorar
y no podía parar.
La enfermera me retó,
¡se trataba de mi abuela!
"¡Cristina!"
apenas, me vio.
Y luego,
cerró los ojos,
le habían dado una de esas pastillas,
-hoy no sé qué pensar-.
Pasaron dos, tres días,
quizás, más
y una mañana
sonó el timbre del teléfono.
"Murió la abuela"
le dije a mi mamá.
Nos abrazamos.
Y así se fue
mi compañera,
la que siempre preguntaba
y se preocupaba por mí,
que estuviera bien alimentada,
abrigada,
que no me faltara ropa;
la que me enseñó todo
y más,
hasta a higienizarme.
Solo tengo un prendedor
muy bonito,
alguna foto vieja, descolorida,
en blanco y negro
o algo así.
No importa.
Vivirá
siempre,
¡siempre, siempre!
en mi corazón.
viernes, abril 17, 2020
Despertar a lo mismo
Otra noche,
otra noche de expectativas
o de ninguna expectativa.
Otra noche
en que rogaremos que el sueño llegue,
al menos,
el de dormir;
si llega algún otro,
el que siempre elegimos soñar,
mucho mejor.
Y se convirtió, de pronto,
todo o casi todo
en un reto.
Despertar
a lo mismo,
al miedo más inmanejable,
a perseguir a un enemigo
que no sabemos dónde está,
ni si está
o no en nuestra casa.
Y vuelve la paranoia
de sentirse encarcelado,
las ganas de salir
pero ¿para qué?
el temor
frena todo impulso,
todo arrebato;
y a algunos o a muchos
nadie los estará
esperando afuera.
Pasará largo tiempo,
no sé cómo lo sobreviviremos.
Realmente, no lo sé.
Cuando salgamos
nada o poco de aquello
va a estar,
muchas cosas, muchos lugares,
muchas personas
ya no se verán.
No habrá abrazos,
muchas menos risas
o ninguna;
-de todos modos,
detrás de los barbijos
no se verán-
y si encontramos
a alguien conocido,
es probable
que no podamos evitar ese llanto
ahogado, interminable,
pero por un largo tiempo
lo saludaremos desde lejos.
Ellos
esperándonos,
nos necesitan.
nosotros,
aterrados, desganados,
muchos, sin dinero.
Ya no será lo mismo.
¡nada será igual!
y esto nos asusta
y esto nos detiene
esta amenaza constante
se convirtió
en uno de los pensamientos
más recurrentes;
el que nos impide reírnos,
el que nos frena cuando por ahí,
nos olvidamos y disfrutamos de un libro,
de una película,
pues nos parece que si nos olvidamos
olvidamos también a los tantos que la pelean,
dia tras día;
enfermos,
más menos fuertes,
muchos mueren.
Médicos
que caen, extenuados
porque no son suficientes,
nunca lo son;
ni ellos, ni los elementos que utilizan.
Todo huele a alcohol,
a lavandina,
a desinfección.
Pero el enemigo es sucio
y ataca, pese a todo,
pues ese es su objetivo
-o el de quién sabe quiénes-
eficaz,
certero,
indeclinable.
otra noche de expectativas
o de ninguna expectativa.
Otra noche
en que rogaremos que el sueño llegue,
al menos,
el de dormir;
si llega algún otro,
el que siempre elegimos soñar,
mucho mejor.
Y se convirtió, de pronto,
todo o casi todo
en un reto.
Despertar
a lo mismo,
al miedo más inmanejable,
a perseguir a un enemigo
que no sabemos dónde está,
ni si está
o no en nuestra casa.
Y vuelve la paranoia
de sentirse encarcelado,
las ganas de salir
pero ¿para qué?
el temor
frena todo impulso,
todo arrebato;
y a algunos o a muchos
nadie los estará
esperando afuera.
Pasará largo tiempo,
no sé cómo lo sobreviviremos.
Realmente, no lo sé.
Cuando salgamos
nada o poco de aquello
va a estar,
muchas cosas, muchos lugares,
muchas personas
ya no se verán.
No habrá abrazos,
muchas menos risas
o ninguna;
-de todos modos,
detrás de los barbijos
no se verán-
y si encontramos
a alguien conocido,
es probable
que no podamos evitar ese llanto
ahogado, interminable,
pero por un largo tiempo
lo saludaremos desde lejos.
Ellos
esperándonos,
nos necesitan.
nosotros,
aterrados, desganados,
muchos, sin dinero.
Ya no será lo mismo.
¡nada será igual!
y esto nos asusta
y esto nos detiene
esta amenaza constante
se convirtió
en uno de los pensamientos
más recurrentes;
el que nos impide reírnos,
el que nos frena cuando por ahí,
nos olvidamos y disfrutamos de un libro,
de una película,
pues nos parece que si nos olvidamos
olvidamos también a los tantos que la pelean,
dia tras día;
enfermos,
más menos fuertes,
muchos mueren.
Médicos
que caen, extenuados
porque no son suficientes,
nunca lo son;
ni ellos, ni los elementos que utilizan.
Todo huele a alcohol,
a lavandina,
a desinfección.
Pero el enemigo es sucio
y ataca, pese a todo,
pues ese es su objetivo
-o el de quién sabe quiénes-
eficaz,
certero,
indeclinable.
Con ya casi nada por decir
Como sea,
donde sea
necesito
ese abrazo,
ese
todo va a pasar
ese
pasar lo que haya que pasar
juntos.
Como sea,
alguien, algo,
una sensación,
un vacío repentino,
lo que fuera
que te conduzca
a aquellos pensamientos,
sensaciones, deseos;
que lo de vuelta todo,
¡que el juego se reinicie!
no importa
ya no importa
quien gana,
quien pierde.
Si hay que perderlo todo
y más,
quiero que sea
con vos,
no quiero estar
con nadie más,
no quiero
palabras de aliento,
ni buenos deseos,
ni frases convenientemente
ilusorias;
¡no quiero
más toda esta mierda!
me estalla el corazón
de lo mucho que te extraño;
tu voz,
la que añoré durante tanto tiempo
sin saberlo;
tus palabras,
las que vuelven a mi mente,
una, otra vez,
¡no puedo detenerlas!
tus besos,
realmente únicos,
los que hallo,
con suerte,
en alguno que otro sueño;
solo en mi inconsciente
puedo tenerte
un rato:
las voces, las palabras, las miradas,
las caricias,
los besos,
aunque soñados,
hay momentos en que alcanzan
cuando se tienen
las manos vacías.
Despojada de ternura,
de pasión,
vacía de amor,
de tu amor
solo soy
esto que queda,
en verdad,
empiezo a desdibujarme,
casi no me reconozco;
con ya casi nada por decir
pero mucho que anhelar
en vano;
¡si supieras!
nada, nadie,
en absoluto
sirve,
ni me sacia,
nadie, -ni yo misma-
justifica la razón para seguir
en esta vida inmunda,
presa
sin rejas ni cadenas,
encerrada en el círculo
del miedo más intenso;
náufraga de la incertidumbre
más despiadada;
presa
de todo esto que siento,
que explota
en mi interior,
que te busca
que no deja de buscarte,
al parecer,
en los sitios equivocados;
atrapada,
inexorablemente
por tu maldito olvido.
donde sea
necesito
ese abrazo,
ese
todo va a pasar
ese
pasar lo que haya que pasar
juntos.
Como sea,
alguien, algo,
una sensación,
un vacío repentino,
lo que fuera
que te conduzca
a aquellos pensamientos,
sensaciones, deseos;
que lo de vuelta todo,
¡que el juego se reinicie!
no importa
ya no importa
quien gana,
quien pierde.
Si hay que perderlo todo
y más,
quiero que sea
con vos,
no quiero estar
con nadie más,
no quiero
palabras de aliento,
ni buenos deseos,
ni frases convenientemente
ilusorias;
¡no quiero
más toda esta mierda!
me estalla el corazón
de lo mucho que te extraño;
tu voz,
la que añoré durante tanto tiempo
sin saberlo;
tus palabras,
las que vuelven a mi mente,
una, otra vez,
¡no puedo detenerlas!
tus besos,
realmente únicos,
los que hallo,
con suerte,
en alguno que otro sueño;
solo en mi inconsciente
puedo tenerte
un rato:
las voces, las palabras, las miradas,
las caricias,
los besos,
aunque soñados,
hay momentos en que alcanzan
cuando se tienen
las manos vacías.
Despojada de ternura,
de pasión,
vacía de amor,
de tu amor
solo soy
esto que queda,
en verdad,
empiezo a desdibujarme,
casi no me reconozco;
con ya casi nada por decir
pero mucho que anhelar
en vano;
¡si supieras!
nada, nadie,
en absoluto
sirve,
ni me sacia,
nadie, -ni yo misma-
justifica la razón para seguir
en esta vida inmunda,
presa
sin rejas ni cadenas,
encerrada en el círculo
del miedo más intenso;
náufraga de la incertidumbre
más despiadada;
presa
de todo esto que siento,
que explota
en mi interior,
que te busca
que no deja de buscarte,
al parecer,
en los sitios equivocados;
atrapada,
inexorablemente
por tu maldito olvido.
martes, abril 14, 2020
Un lago proyectado por, para mí
Solo eran palabras,
palabras que pudieron ser de alguien
¿conocido?
supuse que sí,
aunque no más
que el que en realidad las escribía;
palabras
que esperaba
con ansiedad inusitada,
esa ansiedad que había olvidado:
me arrojaba
sobre el celular
y ahí estaban.
Algunos pensarían que no tuvo sentido,
la mayoría lo vería como a una pérdida de tiempo;
fui ingenua, muy ingenua
o tal vez, necesitaba creerle
¿y qué?
¿les parece, acaso, una pérdida de tiempo
sentirse, imaginarse "elegida"
así, se de por unas horas,
un día, una semana?
¡aquello fue intenso,
claro que lo fue!
en un breve lapso,
un sinfín de expectativas;
la felicidad
del supuesto sueño cumplido
como cuando niños
recibimos, sorpresivamente,
la tan anhelada bicicleta.
Un espejismo,
un lago
en medio de un desierto;
pero bebí,
les juro que bebí
con avidez
de ese lago
proyectado
por, para mí;
creado por alguien
que todavía no sé qué buscaba
no entiendo ni entenderé
el motivo de fingir ser ese otro,
¿para que yo creyera
que era, realmente, quien suponía
e inmersa en ese estado, exultante,
en ese imperativo deseo de que fuera cierto,
poder manipularme
a su antojo?
hoy
que pasa esto
-que si no es lo peor
se le parece y bastante-
le pediría que regresara,
le diría que extraño
aquello,
extraño sentirme de ese modo,
a quien sea que haya sido,
a quien sea que es;
que volviera a engañarme,
aun sabiéndolo;
le diría que me dio esperanzas,
ánimo, alegría,
que renovó increíbles sueños
que ni por un momento pensé
que retornarían;
Fuí la mejor,
me sentí la mejor,
la única, la más linda,
la más interesante.
¡Aún persisten en mi mente,
en mi alma,
tantas de esas frases!
ese saludo:
¡Hi!
que mañana tras mañana abría mis ojos,
daba sentido al entonces previsible
existir.
...................................................................
Lo que acabo de contarles
sucedió
casualmente o no,
poco tiempo antes
de esta pseudo-vida.
palabras que pudieron ser de alguien
¿conocido?
supuse que sí,
aunque no más
que el que en realidad las escribía;
palabras
que esperaba
con ansiedad inusitada,
esa ansiedad que había olvidado:
me arrojaba
sobre el celular
y ahí estaban.
Algunos pensarían que no tuvo sentido,
la mayoría lo vería como a una pérdida de tiempo;
fui ingenua, muy ingenua
o tal vez, necesitaba creerle
¿y qué?
¿les parece, acaso, una pérdida de tiempo
sentirse, imaginarse "elegida"
así, se de por unas horas,
un día, una semana?
¡aquello fue intenso,
claro que lo fue!
en un breve lapso,
un sinfín de expectativas;
la felicidad
del supuesto sueño cumplido
como cuando niños
recibimos, sorpresivamente,
la tan anhelada bicicleta.
Un espejismo,
un lago
en medio de un desierto;
pero bebí,
les juro que bebí
con avidez
de ese lago
proyectado
por, para mí;
creado por alguien
que todavía no sé qué buscaba
no entiendo ni entenderé
el motivo de fingir ser ese otro,
¿para que yo creyera
que era, realmente, quien suponía
e inmersa en ese estado, exultante,
en ese imperativo deseo de que fuera cierto,
poder manipularme
a su antojo?
hoy
que pasa esto
-que si no es lo peor
se le parece y bastante-
le pediría que regresara,
le diría que extraño
aquello,
extraño sentirme de ese modo,
a quien sea que haya sido,
a quien sea que es;
que volviera a engañarme,
aun sabiéndolo;
le diría que me dio esperanzas,
ánimo, alegría,
que renovó increíbles sueños
que ni por un momento pensé
que retornarían;
Fuí la mejor,
me sentí la mejor,
la única, la más linda,
la más interesante.
¡Aún persisten en mi mente,
en mi alma,
tantas de esas frases!
ese saludo:
¡Hi!
que mañana tras mañana abría mis ojos,
daba sentido al entonces previsible
existir.
...................................................................
Lo que acabo de contarles
sucedió
casualmente o no,
poco tiempo antes
de esta pseudo-vida.
lunes, abril 13, 2020
Desde la cárcel sin barrotes
El enemigo común,
del que poco o nada dicen saber,
podría estar aquí mismo,
entre estas teclas,
afuera, en la maceta
del pino,
sobre mis libros favoritos,
sobre mi abrigo de calle,
sobre esa prenda
que dejé caer en el sillón,
sobre ese florero,
sobre mi cuadro preferido,
sobre las llaves
de esta cárcel sin barrotes,
salvo el pánico,
salvo la amenaza
punzante
que todo lo transforma
para bien, para mal,
lo transforma.
Todo esto y mucho más,
las historias que nos hacen llorar,
-a algunos, quizás, los toma de sorpresa
esta cuestión de emocionarse-;
todo conduce a nuestro interior,
no importa cuánto alcohol o lavandina
tengamos disponible;
importa de qué modo,
en qué forma
limpiamos tanta suciedad
que corroe, corrompe
nuestra mente, nuestros pensamientos,
cómo nos desinfectamos
de este pánico
a sentir,
a expresar
nuestros deseos,
¡ni en una situación extrema
podemos salirnos
de ciertos cánones!
así de imbéciles
somos.
Y no se trata del maldito virus.
Y no se trata de la desesperante incertidumbre,
ni del encierro, ni de la falta de dinero.
Se trata de nuestras miserias.
No hay virus, no hay gobiernos,
no hay cuarentenas
a los cuales culpar;
mirémonos, así, no nos guste
lo que vemos;
juguemos por un rato
-¡tiempo, nos sobra!-
a ser lo que somos,
a decirle a aquel, a aquella
eso mismo
ahora,
no dentro de un minuto, siquiera;
un minuto es una vida,
en algunos casos,
penosos o felices;
arranquemos la costra
de la vergüenza a mostrarnos,
el caparazón ya oxidado
que nos ¿protegió?
durante tantísimos años.
¡Dejemos de mentir
sentimientos, empatía,
consideración!
¡Dejemos de creernos invulnerables
o demasiado vulnerables!
No hay tiempo que perder;
supongo que este es el momento preciso
para la auto-purificación,
la expansión,
¡la grandeza!
para intentar e intentar
amarnos
en pos de abrir nuestras almas
a los otros.
Los días corren.
Es urgentísimo curarnos
de nosotros mismos.
del que poco o nada dicen saber,
podría estar aquí mismo,
entre estas teclas,
afuera, en la maceta
del pino,
sobre mis libros favoritos,
sobre mi abrigo de calle,
sobre esa prenda
que dejé caer en el sillón,
sobre ese florero,
sobre mi cuadro preferido,
sobre las llaves
de esta cárcel sin barrotes,
salvo el pánico,
salvo la amenaza
punzante
que todo lo transforma
para bien, para mal,
lo transforma.
Todo esto y mucho más,
las historias que nos hacen llorar,
-a algunos, quizás, los toma de sorpresa
esta cuestión de emocionarse-;
todo conduce a nuestro interior,
no importa cuánto alcohol o lavandina
tengamos disponible;
importa de qué modo,
en qué forma
limpiamos tanta suciedad
que corroe, corrompe
nuestra mente, nuestros pensamientos,
cómo nos desinfectamos
de este pánico
a sentir,
a expresar
nuestros deseos,
¡ni en una situación extrema
podemos salirnos
de ciertos cánones!
así de imbéciles
somos.
Y no se trata del maldito virus.
Y no se trata de la desesperante incertidumbre,
ni del encierro, ni de la falta de dinero.
Se trata de nuestras miserias.
No hay virus, no hay gobiernos,
no hay cuarentenas
a los cuales culpar;
mirémonos, así, no nos guste
lo que vemos;
juguemos por un rato
-¡tiempo, nos sobra!-
a ser lo que somos,
a decirle a aquel, a aquella
eso mismo
ahora,
no dentro de un minuto, siquiera;
un minuto es una vida,
en algunos casos,
penosos o felices;
arranquemos la costra
de la vergüenza a mostrarnos,
el caparazón ya oxidado
que nos ¿protegió?
durante tantísimos años.
¡Dejemos de mentir
sentimientos, empatía,
consideración!
¡Dejemos de creernos invulnerables
o demasiado vulnerables!
No hay tiempo que perder;
supongo que este es el momento preciso
para la auto-purificación,
la expansión,
¡la grandeza!
para intentar e intentar
amarnos
en pos de abrir nuestras almas
a los otros.
Los días corren.
Es urgentísimo curarnos
de nosotros mismos.
jueves, abril 09, 2020
El miedo de todos los miedos
Hubo una época
en que lo importante
se reducía a:
me llamó,
no me llamó,
¿le importo?
¿quiere algo "serio"?
me quiere,
no, no me quiere.
Me dejó.
Está con otra.
No puedo verlo
con otra.
¿Le digo algo?
¿le intereso todavía?
¿Volverá
a estar conmigo?
y volvió,
nomás.
Y duró
un poco más que antes
pero no demasiado.
Y fue fiesta
también, lágrimas, peleas,
separación
y surgió en mí algo que desconocía:
el miedo:
o lo que entonces
reconocí o creí reconocer
como tal;
hoy
que sé lo que es el miedo,
el verdadero miedo
cuando hay tanta gente
que me importa
expuesta a una amenaza,
en muchos casos, letal
imposible o que creemos imposible
de extinguir,
lloro desde lo más profundo
ese miedo,
el más aterrador,
el miedo de todos los miedos:
no se trata
de perder a un novio, pareja,
lo que fuera;
ya no es
un trabajo,
mejor, peor,
sentirme
o no "esclavizada";
hoy
el miedo
invade, corroe mi cabeza
día, noche
y todas sus variantes.
El miedo se hamaca
dentro de mi mente,
entorpece
cualquier otro razonamiento,
cualquier deseo,
cualquier posible sueño,
idea, proyecto.
El único sueño
es sobrevivir.
Y antes que eso
la supervivencia
de los que amo,
de los demás,
de todos, en todas partes;
que nadie más enferme,
que a nadie más le falte el aire
¡ni por un instante!
que nadie más
muera solo, despojado de todo,
despersonalizado,
olvidado,
un temor, por cierto,
muy alejado
de aquellos,
los de los años jóvenes
cuando teníamos el mundo
-así, ni lo notáramos-
a nuestros pies.
en que lo importante
se reducía a:
me llamó,
no me llamó,
¿le importo?
¿quiere algo "serio"?
me quiere,
no, no me quiere.
Me dejó.
Está con otra.
No puedo verlo
con otra.
¿Le digo algo?
¿le intereso todavía?
¿Volverá
a estar conmigo?
y volvió,
nomás.
Y duró
un poco más que antes
pero no demasiado.
Y fue fiesta
también, lágrimas, peleas,
separación
y surgió en mí algo que desconocía:
el miedo:
o lo que entonces
reconocí o creí reconocer
como tal;
hoy
que sé lo que es el miedo,
el verdadero miedo
cuando hay tanta gente
que me importa
expuesta a una amenaza,
en muchos casos, letal
imposible o que creemos imposible
de extinguir,
lloro desde lo más profundo
ese miedo,
el más aterrador,
el miedo de todos los miedos:
no se trata
de perder a un novio, pareja,
lo que fuera;
ya no es
un trabajo,
mejor, peor,
sentirme
o no "esclavizada";
hoy
el miedo
invade, corroe mi cabeza
día, noche
y todas sus variantes.
El miedo se hamaca
dentro de mi mente,
entorpece
cualquier otro razonamiento,
cualquier deseo,
cualquier posible sueño,
idea, proyecto.
El único sueño
es sobrevivir.
Y antes que eso
la supervivencia
de los que amo,
de los demás,
de todos, en todas partes;
que nadie más enferme,
que a nadie más le falte el aire
¡ni por un instante!
que nadie más
muera solo, despojado de todo,
despersonalizado,
olvidado,
un temor, por cierto,
muy alejado
de aquellos,
los de los años jóvenes
cuando teníamos el mundo
-así, ni lo notáramos-
a nuestros pies.
martes, abril 07, 2020
Desviralizarnos
No me resulta fácil
planear ese mundo onda "Lennon":
todos unidos,
sin divisiones, sin países,
sin discriminaciones,
luego
de
esto.
No lo veo de ese modo,
¡pido disculpas!
Veo al avaro
aferrado a lo que le quede,
intentando acaparar
más y más,
mucho más interesado en ello
que en sus sentimientos;
veo a la naturaleza
hoy, renacida,
hoy, tan verde, tan azul, tan amarilla
ignorada
una vez más,
maltratada,
no reconocida,
aniquilada
como antes
de esto.
No sé bien
de qué enemigo se trata.
Supongo que está en el hombre,
en nosotros
la posibilidad
de desviralizarnos
pero no confío
en la raza humana;
hoy
son corazones,
frases bonitas,
buenos deseos,
ideas arrojadas
aquí, allá
que enfocan en ese imaginario
o deseado, en un punto,
universo florido,
próspero,
algo así como una raza
absolutamente renovada,
de regreso
a sus valores esenciales:
la empatía,
la consideración del otro,
el respeto por su diversidad;
y se hacen canciones
y poemas,
historias
se organizan esas llamadas cadenas virtuales
basadas en una creencia,
la que fuera,
basadas en un Dios o como se llame
mientras la mayoría
ni cree en que resulte,
una, otra cosa,
una, otra cosa,
mucho menos, en milagros;
se insiste, se repite y se repite
sobre lo que supuestamente
aprenderemos
en el caso de sobrevivir;
y yo no creo
que sea tan sencillo.
Fíjense
cada vez que fallece un ser querido,
muy querido
se piensa, se comenta, ¡se asegura!
que se ha entendido,
que se ha recapacitado
sobre lo que importa, en verdad,
y hay arrepentimientos,
llantos
en verdad,
mucho más, vinculados a las culpas
mucho más, vinculados a las culpas
que a la compasión, a la fraternidad,
a los afectos;
a los afectos;
pues, al poco tiempo,
nada...
se sigue en lo mismo,
se retoma la priorización de lo banal,
de lo material,
a la competencia,
al estallido de una u otra forma
de esas rabias que guardamos dentro
y no perdemos ocasión
de arrojárselas a la cara
a quien sea,
por el medio en que sea
sin pensar
en aquello de que un día no estará,
no será posible el arrepentimiento
no será posible el arrepentimiento
y entonces lo reconoceremos,
sin memoria
de anteriores situaciones similares
así, de nuevo y de nuevo
las lágrimas por dentro y por fuera,
las lágrimas por dentro y por fuera,
que no sirven más
que para reafirmar
lo imbéciles
que fuimos,
somos y seremos
pase lo que pase.
Ni el dolor,
¡ni el inmenso, indescriptible dolor!
¡ni la muerte
de tantas personas
cambia, cambiará nada!
La naturaleza humana
es vil, egoísta,
destructora;
a pesar de sus fingidas,
casi convincentes
buenas intenciones
(siempre pensadas a futuro)
es fácil, muy fácil presa
de su yo,
de su yo,
¡de su yo!
miércoles, abril 01, 2020
Ya no hay un yo
Dejame contemplar
lo bien que se ve
ese verde,
cómo se intensificaron
sus distintas tonalidades
luego de la tormenta;
pálidos, desesperanzados,
vemos cómo ellos renacen:
árboles, arbustos, hierba,
flores, pájaros;
algo, alguien
quiso que nos alejemos
de su alcance;
y entonces
hoy son, absolutamente, los protagonistas,
¡ni siquiera los mirábamos,
tantas veces, en aquellos tiempos
en que corríamos hacia todas partes,
adquiriendo cosas,
diciendo esto es mío y lo es aquello
y también lo otro,
yo soy tal,
yo me recibí de...!
ya no hay un yo
no importa ni mi yo ni el tuyo,
hoy nadie
puede alardear,
al menos, no tiene sentido;
oculto, preso
rogando que un microorganismo
-que ni siquiera puede ver-
no lo ataque.
Aquí, ni más allá, ni enfrente,
en ninguna parte
interesan ya los premios, las condecoraciones,
no hay méritos,
no hay escolarizados
ni no escolarizados;
no hay ricos,
no hay pobres,
ni ignorantes,
ni cultos;
solo miedo,
solo incertidumbre;
la libertad
se nos escurrió entre los dedos,
permitimos que ello sucediera
y hoy
son ellos,
los que sin competir,
sin esperar nada,
adaptándose
a las más catastróficas tempestades,
al sol más potente,
a los vientos más arrasadores
ni nos miran
pues, tampoco lo hicieron antes,
-pero nunca nos lo reprocharon-;
simplemente
existían,
existen,
en sus ramas
no anidan expectativas,
ni planes a futuro, ni intereses;
tampoco,
en las alas de las aves,
ni en el andar de los felinos,
de todas las especies animales.
Ellos son, ellos fueron
el emblema de la vida
que el "humano",
erigiéndose
en el dueño, el rey de toda existencia,
se negó a recibir,
ignoró, dejó pasar,
pospuso.
Y los enfermó
en algunos casos,
hasta extinguirlos.
Hoy es a este rey de los tontos
a quien le toca,
quizás,
barajar
y dar de nuevo.
lo bien que se ve
ese verde,
cómo se intensificaron
sus distintas tonalidades
luego de la tormenta;
pálidos, desesperanzados,
vemos cómo ellos renacen:
árboles, arbustos, hierba,
flores, pájaros;
algo, alguien
quiso que nos alejemos
de su alcance;
y entonces
hoy son, absolutamente, los protagonistas,
¡ni siquiera los mirábamos,
tantas veces, en aquellos tiempos
en que corríamos hacia todas partes,
adquiriendo cosas,
diciendo esto es mío y lo es aquello
y también lo otro,
yo soy tal,
yo me recibí de...!
ya no hay un yo
no importa ni mi yo ni el tuyo,
hoy nadie
puede alardear,
al menos, no tiene sentido;
oculto, preso
rogando que un microorganismo
-que ni siquiera puede ver-
no lo ataque.
Aquí, ni más allá, ni enfrente,
en ninguna parte
interesan ya los premios, las condecoraciones,
no hay méritos,
no hay escolarizados
ni no escolarizados;
no hay ricos,
no hay pobres,
ni ignorantes,
ni cultos;
solo miedo,
solo incertidumbre;
la libertad
se nos escurrió entre los dedos,
permitimos que ello sucediera
y hoy
son ellos,
los que sin competir,
sin esperar nada,
adaptándose
a las más catastróficas tempestades,
al sol más potente,
a los vientos más arrasadores
ni nos miran
pues, tampoco lo hicieron antes,
-pero nunca nos lo reprocharon-;
simplemente
existían,
existen,
en sus ramas
no anidan expectativas,
ni planes a futuro, ni intereses;
tampoco,
en las alas de las aves,
ni en el andar de los felinos,
de todas las especies animales.
Ellos son, ellos fueron
el emblema de la vida
que el "humano",
erigiéndose
en el dueño, el rey de toda existencia,
se negó a recibir,
ignoró, dejó pasar,
pospuso.
Y los enfermó
en algunos casos,
hasta extinguirlos.
Hoy es a este rey de los tontos
a quien le toca,
quizás,
barajar
y dar de nuevo.
Pugna dantesca
Sería menos difícil
con tu sonrisa acá, cerca,
a mi alcance;
sería tan reconfortante
escuchar las mismas bromas
de siempre,
tu abrazo,
siquiera, por escrito
o audible;
no es fácil
desayunar
con tu recuerdo
y el miedo
compitiendo
día tras día;
entretanto, aquellas postales
van desdibujándose,
el temor
se agiganta;
solo un espíritu
inquebrantable
podría vencerlo
o calmarlo, siquiera;
pero mi espíritu
no está para más vaivenes;
lágrimas lacerantes
pugnan por priorizar
su fluir
y ni el sol,
ni el ave de colores,
ni el verde, ni el pequeño amigo vegetal
consuelan
como lo haría un solo instante
de tu presencia ausente,
desde donde sea
y como fuera.
Esto pasará.
Pasará
algún día
y será lo mismo:
si no estuvo, no está ese aliento,
esa palabra que tanto ansié, ansío,
¡al punto de llegar a pedírtela!
enredada en este telar macabro,
confuso collage
de pánico, desorden,
pérdidas, de todo tipo,
¡enfermos, miles de enfermos!
¡muertos, tantos muertos!
de los que nos llegan noticias,
de los que no nos cuentan
allí,
aquí,
en todas partes,
¿por qué ese gesto, ese interés,
¡ese amor!
revivirían
cuando los sueños
se hayan quebrado,
cuando solo quede lo que quede,
cuando nuestro ser, lobotomizado
intente gritar
y el grito se desvanezca
en medio del clamor egoísta
de la multitud
en la previsible pugna dantesca
por la supervivencia?
con tu sonrisa acá, cerca,
a mi alcance;
sería tan reconfortante
escuchar las mismas bromas
de siempre,
tu abrazo,
siquiera, por escrito
o audible;
no es fácil
desayunar
con tu recuerdo
y el miedo
compitiendo
día tras día;
entretanto, aquellas postales
van desdibujándose,
el temor
se agiganta;
solo un espíritu
inquebrantable
podría vencerlo
o calmarlo, siquiera;
pero mi espíritu
no está para más vaivenes;
lágrimas lacerantes
pugnan por priorizar
su fluir
y ni el sol,
ni el ave de colores,
ni el verde, ni el pequeño amigo vegetal
consuelan
como lo haría un solo instante
de tu presencia ausente,
desde donde sea
y como fuera.
Esto pasará.
Pasará
algún día
y será lo mismo:
si no estuvo, no está ese aliento,
esa palabra que tanto ansié, ansío,
¡al punto de llegar a pedírtela!
enredada en este telar macabro,
confuso collage
de pánico, desorden,
pérdidas, de todo tipo,
¡enfermos, miles de enfermos!
¡muertos, tantos muertos!
de los que nos llegan noticias,
de los que no nos cuentan
allí,
aquí,
en todas partes,
¿por qué ese gesto, ese interés,
¡ese amor!
revivirían
cuando los sueños
se hayan quebrado,
cuando solo quede lo que quede,
cuando nuestro ser, lobotomizado
intente gritar
y el grito se desvanezca
en medio del clamor egoísta
de la multitud
en la previsible pugna dantesca
por la supervivencia?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)