Dejame contemplar
lo bien que se ve
ese verde,
cómo se intensificaron
sus distintas tonalidades
luego de la tormenta;
pálidos, desesperanzados,
vemos cómo ellos renacen:
árboles, arbustos, hierba,
flores, pájaros;
algo, alguien
quiso que nos alejemos
de su alcance;
y entonces
hoy son, absolutamente, los protagonistas,
¡ni siquiera los mirábamos,
tantas veces, en aquellos tiempos
en que corríamos hacia todas partes,
adquiriendo cosas,
diciendo esto es mío y lo es aquello
y también lo otro,
yo soy tal,
yo me recibí de...!
ya no hay un yo
no importa ni mi yo ni el tuyo,
hoy nadie
puede alardear,
al menos, no tiene sentido;
oculto, preso
rogando que un microorganismo
-que ni siquiera puede ver-
no lo ataque.
Aquí, ni más allá, ni enfrente,
en ninguna parte
interesan ya los premios, las condecoraciones,
no hay méritos,
no hay escolarizados
ni no escolarizados;
no hay ricos,
no hay pobres,
ni ignorantes,
ni cultos;
solo miedo,
solo incertidumbre;
la libertad
se nos escurrió entre los dedos,
permitimos que ello sucediera
y hoy
son ellos,
los que sin competir,
sin esperar nada,
adaptándose
a las más catastróficas tempestades,
al sol más potente,
a los vientos más arrasadores
ni nos miran
pues, tampoco lo hicieron antes,
-pero nunca nos lo reprocharon-;
simplemente
existían,
existen,
en sus ramas
no anidan expectativas,
ni planes a futuro, ni intereses;
tampoco,
en las alas de las aves,
ni en el andar de los felinos,
de todas las especies animales.
Ellos son, ellos fueron
el emblema de la vida
que el "humano",
erigiéndose
en el dueño, el rey de toda existencia,
se negó a recibir,
ignoró, dejó pasar,
pospuso.
Y los enfermó
en algunos casos,
hasta extinguirlos.
Hoy es a este rey de los tontos
a quien le toca,
quizás,
barajar
y dar de nuevo.
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