¿Qué es,
qué sería, en fin,
lo que tanto extraño
o extrañaría
del mundo anterior?
¿las mentiras?
¿las manipulaciones
en pos de obtener lo que sea,
a través del método que fuera?
¿los vendedores
que fingían amistad, interés,
a cambio de compras?
¿qué es?
-me pregunto-
¿qué sería
lo que extrañaría tanto pero tanto?
aquel al que creí
que era quien yo suponía
y fingió, ¡fingió serlo,
simuló ser esa persona
con quien yo tanto soñaba!
para conseguir quién sabe qué,
para extender sus garras, ávidas,
atrapándome
con seductoras frases engañosas
y complacientes,
con elogios
a los que muy pocos
podrían resistirse.
Detesto mi estúpida
ingenuidad.
Y a la vez,
la celebro.
Detesto
ser capaz de caer una,
otra vez
y mil más.
Y al mismo tiempo,
me incentiva,
impulsa mi creatividad.
De todos modos, siempre confío
en que no sucederá de nuevo;
en que es posible
que alguien me busque
solo porque le agrado,
porque disfruta el mero hecho de intercambiar
pensamientos, comentarios, risas,
buenos deseos;
porque en verdad
tiene un interés genuino
en mí
y no esconde
oscuras intenciones,
no busca quitarme nada,
averiguar datos,
venderme cosas
o ilusiones
a un alto precio.
Un alto precio
para mí,
claro.
Pues él o ella
seguirán haciendo lo mismo,
no sé si habrá muchos imbéciles
como yo
en este fragmento
que queda de la era pasada,
probablemente
aprendamos,
probablemente
yo aprenda
que la magia nunca existió,
que era, es una mentira,
¿o distracción?
en la que creí o quise creer
y apostar por ella,
¿para contarlo?¿para ponerlo en palabras?
no lo sé.
¿Ingenuidad premeditada?
lo ignoro.
Pregúntenle a mi yo poeta.
Mi yo persona
hoy
no está para nadie.
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