Sería menos difícil
con tu sonrisa acá, cerca,
a mi alcance;
sería tan reconfortante
escuchar las mismas bromas
de siempre,
tu abrazo,
siquiera, por escrito
o audible;
no es fácil
desayunar
con tu recuerdo
y el miedo
compitiendo
día tras día;
entretanto, aquellas postales
van desdibujándose,
el temor
se agiganta;
solo un espíritu
inquebrantable
podría vencerlo
o calmarlo, siquiera;
pero mi espíritu
no está para más vaivenes;
lágrimas lacerantes
pugnan por priorizar
su fluir
y ni el sol,
ni el ave de colores,
ni el verde, ni el pequeño amigo vegetal
consuelan
como lo haría un solo instante
de tu presencia ausente,
desde donde sea
y como fuera.
Esto pasará.
Pasará
algún día
y será lo mismo:
si no estuvo, no está ese aliento,
esa palabra que tanto ansié, ansío,
¡al punto de llegar a pedírtela!
enredada en este telar macabro,
confuso collage
de pánico, desorden,
pérdidas, de todo tipo,
¡enfermos, miles de enfermos!
¡muertos, tantos muertos!
de los que nos llegan noticias,
de los que no nos cuentan
allí,
aquí,
en todas partes,
¿por qué ese gesto, ese interés,
¡ese amor!
revivirían
cuando los sueños
se hayan quebrado,
cuando solo quede lo que quede,
cuando nuestro ser, lobotomizado
intente gritar
y el grito se desvanezca
en medio del clamor egoísta
de la multitud
en la previsible pugna dantesca
por la supervivencia?
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