Encerrada
en este rectángulo
podría decirse
que me siento a salvo.
¿A salvo
de mis miedos?
¿a salvo
de mis pensamientos negativos?
¿a salvo
de mis miserias, de mis enojos,
de mi impotencia?
si.
Es desafiante
poner en palabras
tanta intensidad,
tanto que tantos
no logran ni les importa
entender;
es agotador
e inútil
siquiera,
intentar explicarlo;
aquí
las sombras
parecen diluirse,
el sol
alumbra un poco,
-es invierno-;
en este espacio
¿solo mío?
puedo esbozar
mi historia, la de otra persona,
la de tantos, la de nadie,
la que invente.
Me encantaría
decirles que todo saldrá bien
para todos nosotros,
que nada será imposible,
que la persona que tanto amamos
y extrañamos
nos amará
algún día,
nos extrañará
y nos lo dirá;
¡que lograremos todo lo que nos propongamos!
eso y más
me gustaría transmitirles;
disculpen.
No soy buena para mentir.
Hoy no me cobija
el árbol azul
ni la enredadera violácea;
¡el pájaro
que suele posarse en mi balcón
se ausentó
sin aviso!
tal vez,
el dolor de mi alma
no llegó, no fue suficiente;
pero a no desesperar,
seré mi propio árbol, mi propia enredadera,
¡mi propio pájaro!
sé que está en mí.
Paciencia.
"Hay días espantosamente light...",
dice Andrés Calamaro,
pero también agrega:
"hay un deseo que pido siempre
que pasa un tren".
Mi deseo es...
Disfruten la tarde.
No vuelve.
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