Pensar
que a veces,
así, seamos reacios a ello,
careteamos
sonrisas,
cierto tipo de afectos,
digamos,
y negamos,
nos obstinamos en oprimir,
en cerrarnos
por completo
a los sentimientos
de verdad;
entonces
andamos tristes,
andamos preocupados,
andamos
infelices,
de aquí para allá,
con una máscara
apropiada para cada ocasión;
¡Y disimulamos esa desazón
del alma,
esas lágrimas secretas
que nadie o alguno, ¿quién sabe?
podría entender!
ocultamos, cual delito,
lo que en verdad
nos oprime el corazón,
nos impele
a gritarlo
y no podemos.
Están ellos,
los que condenan,
los que parecen saber,
dictaminar
a quien se tiene que amar,
a quien es "lógico" amar,
a quien no se debería amar;
¿qué monstruosidad
es esa?
¿en qué carajos
nos convertimos?
sonreímos
a quienes detestamos
y huímos
de los amores
a los que rotulamos
como tóxicos,
¡nos convencieron,
siempre nos convencen!
y bajamos los brazos
y creemos que ya no sentimos nada,
que realmente
queremos a quienes no queremos
para nada,
que dejamos de querer
a quien nos sorprende
en algún fragmento
casi siempre, olvidado,
de algún sueño;
no importa
si aquel a quien amamos
siente del mismo modo,
siente en forma distina,
no siente nada
o dice no sentir nada.
Es insano, es enfermizo,
¡es lo realmente tóxico!
negarse un sentir tan poderoso,
negarse una pasión que nos desborda,
que nos impide
seguir,
pensar, gozar,
¡vivir!
¿acaso puede llamarse vida
al ocultamiento de la única razón
o la más importante
para darle ese nombre?
¡amamos!
¡amamos
a quien sea, como sea,
se de como se de!
el resto
es ficción,
en mucho mayor grado
que estas, que tantas palabras;
la ficción
en que convertimos,
poco a poco,
a nuestra abnegada,
ridícula, temerosa,
¡insustancial!
existencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario