Un día
mientras esté pensando
en cualquier cosa
menos en vos,
menos en aquellas cuestiones
que me persiguen,
me aturden,
me impiden concentrarme
en otros temas;
me desvelan,
me despiertan
con lágrimas en los ojos,
de esas que cuesta
soltar;
un día
en que esté
ocupada,
distraída,
al punto
de no hallarte más
en estas, en otras líneas,
en mi cabeza,
en el más insignificante rincón
de mi espíritu;
ese día
tal vez, suceda.
Al no estar preparada,
al no creer,
solo esperar
-por si acaso...-,
no sé cómo reaccionaría,
no sé si me emocionaría,
si sentiría alivio ante mis inquietudes;
no sé si volvería a sentirme recordada,
de algún modo,
querida;
No sé si recuperaría
aquel valor,
aquel sentirme única,
bella, especial,
¡elegida!
no sé,
en verdad, no tengo la menor idea.
Pasa el tiempo
y no puedo dejar
de buscarte
donde nunca te encuentro
y posiblemente, no te encontraré;
pero repito:
si algún día,
-por eso
de siempre estar a punto de abdicar
y al mismo tiempo,
seguir insistiendo-,
veo, leo
tus palabras
o escucho tu voz
que ya estoy olvidando,
así, no quiera olvidarla;
si pasa, si lo muy deseado
se concreta,
ignoro qué sensaciones me produciría.
Probablemente,
mucho miedo;
Tal vez, me haya habituado
a ese empecinamiento inexplicable:
el no poder dar fin
a tan absurdo empeño,
como si se tratara
de un ritual
irrevocable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario