Algo queda;
no es sentimiento,
no es agobio,
ni pena;
ni extrañar
lo que no se pudo,
lo que se imaginó
que se podría
pero no.
Algo,
un resabio,
el corazón
todavía, -no sé por cuánto tiempo-,
tieso,
temeroso,
escondido
detrás de cualquier "sustituto",
objeto, actividad, idea,
solo para no pensar,
para pensar menos;
algo quedó,
como una astilla
en la yema de un dedo:
no duele,
molesta
y pese a todo el empeño,
(así decaiga,
así decaiga),
pese a la insistencia en ese desapego
-que lleva ya unos cien años-
(hiperbolizo),
no puede quitarse,
no permite que se quite,
se resiste,
se aferra,
detiene,
tira hacia abajo.
Tal vez
me de un motivo
esto de soñar a medias,
uno que otro día,
sostener ese atisbo de ilusión,
para no ver
o no ver todo el tiempo
el lodo,
el vacío,
el tedio,
el absurdo,
diario, repetir;
es algo
y no es nada
sin embargo,
soy consciente
de que no hay esperanzas
de un regreso;
no hay boletos de ida,
ni de vuelta;
pasó
y la espina
saltará
y no sangrará,
no esta vez;
¡un día seré libre,
al fin, lo conseguiré!
en cuanto deje
de traerlo y traerlo
a la cabeza,
al espíritu.
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