Ríen,
hablan
y no puedo entrar.
Callan
y no puedo entrar.
¿Querría entrar?
Hummm,
supongo que no.
Sé que soy parte
de una galaxia diferente;
no sé cómo explicarlo
esto de ver las situaciones
desde otro punto,
como si me hallara
en una dimensión paralela
y yo los viera
pero ellos no.
Ríen, hablan
y no puedo entrar.
No se registran mis dichos,
no importa a nadie lo que pienso,
no les importo,
¡ya no finjan, me dí cuenta
y tampoco me importa que sea así!
no pueden escuchar,
no quieren escuchar.
No quieren ver
pues si ven,
si se detuvieran a ver
no les gustaría, no les gustaría en absoluto
lo que verían,
supongo que saben que es así;
yo pienso en forma muy distinta,
yo viví en forma muy distinta;
busqué, busco ver,
así, duela,
así, cueste,
así, me mate la desilusión
o la impotencia,
busco indagar;
no quiero ni puedo
reír, ni comer, ni hablar,
ni pensar,
nada
de igual modo.
Me cuesta sostener mi mundo,
me costó siempre,
desde que era muy chica.
No entendían
pero nunca buscaron
entender,
me veían escribir,
teclear, apresuradamente
sobre hojas y hojas en blanco,
llenarlas
y pedir más y más;
quizás, temían,
quizás, no querían encontrarse
quién sabe con qué cosa
que imaginaban
o no imaginaban nada,
simplemente,
no querían mezclarse.
No es contagioso
esto de tener otros puntos de vista,
no deberían
preocuparse.
No soy adoctrinadora,
no impongo,
no me importa
volverme invisible.
No me afecta
ese no poder entrar
a un círculo que tampoco comprendo
pero bueno, es lo que hay;
ellos se sienten a salvo
en ese ámbito que me es tan ajeno;
a salvo
sin saber bien de qué,
ni de quién.
¿De mí?
no lo creo.
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