Duele si doy,
duele si no lo hago,
duele si escucho,
duele si hago oídos sordos;
a veces, muchas,
no sé qué es lo que tengo que hacer.
Si pido disculpas,
no las aceptan,
si no pido disculpas
me siento mal conmigo,
porque siempre pero siempre
dije, digo, hice, hago
lo que sentía, siento;
¡ufffff!
es difícil vivir
y al mismo tiempo, tan simple;
se es como se es,
se dice tanto y como se desea decir
y no debería importarnos
si el otro responde,
si le interesamos o no,
si está dispuesto o no
a escucharnos,
a intercambiar
lo que fuera;
aun así,
insisto: duele.
Lastimé
a personas
sin darme cuenta
o dándome cuenta,
¡ya no sé distinguirlo!
por esta cuestión
de ser, sin dudas, bruscamente
sincera, directa;
¿será por eso
que escribo,
pues, si no lo expreso en forma audible,
lo hago con palabras?
es como si me viera obligada,
como si no pudiera resistirlo.
Pensar que hay tantos
que callan y ya.
Que desaparecen de nuestras vidas
sin dejar el menor rastro.
Y ya.
No pertenezco a esa clase
de personas.
No puedo.
Doy explicaciones, aclaro,
pero a veces, me excedo...
¡ahí está el problema!
exceso de pensamientos,
de palabras, de acciones,
excesiva.
En todo.
"Intensa"
me diría un alguien
a quien quiero olvidar
y no puedo.
Alguien
que me cortó
toda posibilidad de contacto,
como si fuera
un delincuente.
En fin,
volviendo a esto del exceso,
por suerte,
no afecta mi salud,
o sí.
El cuerpo
se entera
cuando la mente está demasiado enmarañada,
cuando se tiene miedo, tristeza, ansiedad,
impotencia.
Por eso,
así duela de una u otra forma,
para mí, siempre fue y es mucho mejor
decir, añadir,
no dejar nada pero nada pendiente
para una presunta
"otra vida".
Que belleza!
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