Soy otoño,
soy palabras
que nunca enmudecen
¡palabras como armas,
palabras que hacen reaccionar,
palabras que agitan espíritus,
despiertan ilusiones,
animan a insistir,
a resistir,
a actuar,
a no dejarse avasallar
por esas otras palabras:
huecas, desnudas, desprovistas de todo halo!
cuidado
con esas palabras engañosas,
palabras que buscan convencer
con mentiras, con luces enceguecedoras
que se parecen a promesas,
que impiden ver,
para luego apagarse,
para luego extinguir esos sueños
antes asegurados,
para dejarnos vacíos,
imbecilizados,
aterrados,
a merced de maléficos designios.
Hay quienes eligen escuchar, leer
esas malditas palabras
y aún así,
exterminan su discernimiento,
su razón de existir.
Y andan por ahí
peores que los robots,
pues no les queda en su cabeza
ni una sola idea,
ni siquiera
de las que les programaron;
hay gente
-por suerte-
que elige las otras,
el verbo viviente, creador,
que invita al resurgimiento,
a no dejarse vencer,
propone, sostiene las libertades,
la no renuncia a los principios,
¡anima, levanta, suma!
hay personas, muchas
que se alinean
con la verdad
y aunque digan
que la verdad no lo es tanto,
que depende de esto o lo otro
hay verdades
ineludibles:
la miseria, la falta de oportunidades,
el encierro, la inseguridad,
el desprecio por la vida humana,
¡el hambre,
el ataque sistemático
a la educación, a la salud,
al bien, a todo lo que está bien!
a la felicidad
¡la felicidad!
hay seres
que nunca pero nunca
tuvieron un solo momento de felicidad.
Nacieron en la miseria,
la miseria en todos los sentidos
imaginables e inimaginables
y no le importaron
a nadie,
salvo a ocasionales "benefactores"
que solo buscaron, buscan figurar
para acrecentar su fama,
sus "bienes".
Las palabras pueden contarles también sobre esto,
las palabras pueden rebelarse,
convertirse en dedos gigantes
señalando al hipócrita, al cínico,
al manipulador,
al ladrón.
Las palabras pueden contarnos
que siempre es posible,
¡que siempre es posible!
que el sol
sale para todos, en todas partes
que el odio, el mal pueden acabar,
que el dolor de tantos puede aliviarse,
¡curarse!
las palabras pueden decirnos
que todas las calamidades que acarrean el egoísmo,
la obsesión por el poder,
por el dinero,
podrían
pueden
algún día
diluirse.
Que alguna vez
todos, absolutamente,
entenderán
que uno puede extasiarse,
simplemente,
ante una calle cubierta de hojas otoñales amarillentas,
ante un árbol repleto de flores primaverales,
ante una luna redonda
o en forma de medialuna;
perderse
ante un impresionante desfile de pájaros
y detrás, el infinito cielo azul;
deleitarse
frente a una guirnalda
con flores silvestres de color violáceo
o el que fuera,
cortejando, desinteresadamente,
las vías
de un tren.