viernes, enero 31, 2020

Auto-depredadores

¡Pobre ser humano!

manipulado,
absolutamente dirigido

por quienes lo controlan todo

-o eso creen, al menos-;

víctima de tantas mentiras,
de tantas especulaciones,

inmerso, cada vez más,
en el miedo;

marioneta de tantos viles titiriteros,

explotado, empujado a la desidia,
al abandono de sus ideas,

al olvido de sí mismo;

¡pobre ser humano!

intenta soñar
durante unas horas

con su libertad,

con un mundo diferente;

habita, por un rato,
ese noctámbulo universo paralelo;

¡insiste, pese a todo, en creer
en el amor!

lo único

que libera, anima,
¡salva!

camina

y su aparatito de turno
sabe hacia dónde,

le saca la mejor foto,

conoce su historia,

la tecnología, los que la manejan,
consiguieron esclavizarlo,

-aun, al más reticente-;

¡pobre ser humano!

llorando penas
muy internas,
añejas, nuevas, posibles,

secretas,

pues a ninguno interesa
nada

más que de sí mismos
y ni siquiera;

intentamos sobrevivir,
¡odiosa palabra!

tememos a virus letales,
tememos a tantas cuestiones;

en tanto,

-nos demos cuenta
o no-,

ya no tenemos escape.

Somos, seremos

nuestros propios
depredadores.

miércoles, enero 29, 2020

A salvo de mi desesperación

Me interné
en ese bosque.

Todo oxígeno,
todo alivio,

todo aroma
a pinos,

todo
contención, frescura,
renovación;

me interné,

me sentí una
con ellos,

altos,
añejos, algunos,

otros,
recién estrenados;

árboles,
¡tantos, tantísimos árboles!

entre los que me oculté
de mi desesperación

y ya no volvió
a hallarme;

fui verde en medio de las imponentes copas,

fui gris cual los firmes troncos,

fui marrón verdoso
como las generosas piñas;

fui parte

sin que ellos lo pidieran,
sin que me lo negaran;

me volví invisible

ante los males del mundo,
ante los males humanos,

apartada de tanta destrucción,
ira, violencia;

no tuve que llevar dinero,

toda esa belleza,
todo ese abrazo natural

me estaba destinado
sin costo alguno.

Sentada
sobre la tierra húmeda,
todos mis sentidos
fascinados;

quise extender mis brazos
para que fueran ramas,

mis pies, raíces,

mis cabellos,

ramilletes generosos,
verdes, amarillentos,

cubriéndome de algunas hojas
aún ataviadas de otoño,

a punto de caer,

suavemente, en silencio,

como suelen hacerlo

los que dieron todo,

los que nunca, nada
reclamaron.



Lágrimas que un día no aliviarán

Aplastadas

mi cabeza,
mi razón,

mi alma

contra la pared
de siempre,

la pared
helada e impenetrable;

observando, de lejos,
con los brazos caídos,

cómo, cuánto te reís de mí,
de nuevo

y de nuevo

y de nuevo;

no sé por qué
vuelvo a creerte,

no sé por qué
me hago daño

cuando no siento odio por mí,
ni quiero lastimarme;

no sé

si es amor, si es un desafío,

si se trata de un juego

en el que no me gustó,
no me gusta
haber perdido,

seguir perdiendo;

Sé bien que estas lágrimas
no son muy distintas
de las de hace años,

menos, de aquellas de hace
muy poco;

lágrimas exhaustas,
en su intento vano de limpiar
tanta rabia,

tanto desconsuelo;

lágrimas

que un día
no aliviarán;

Quizás, entonces,
aprenda;

y pueda pelear,
por mí, para mí,
con mis propias armas;

¡quizás, el espíritu
recobre su fuerza!

quizás, consiga librarme,

¡finalmente!

de tan tortuosa
condena.

martes, enero 28, 2020

Sin editar

Escribir,
decir,

¡vivir!

sin editar;

lo que surge,

el clamor rebelde
del alma;

lo que la cabeza
ya no puede mantener encerrado;

escribir
como salga,

sin preámbulos,
sin precauciones,
sin prevenciones;

¡sin miedos!

sin importarnos
la reacción de otros,
de quien sea,

las aprobaciones,
las reprobaciones;

sin corregir,
así, como surge;

el resto,

lo que rodó por el inconsciente,
lo que se sostuvo durante el sueño,

noche a noche, día a día,

lo que urge
admitirse,

manifestarse,
en la forma en que sea,

en el lenguaje escrito,
en el lenguaje tácito
de las miradas,

de las manos extendidas,

del corazón,
libre, sin obstáculo alguno,

dispuesto a partir,
sin pasaje de regreso

hacia donde desea estar,
hacia aquel con quien desea estar,

con quien es

más, mucho más que con ningún
otro;

¡decires, haceres,
libres de mandatos estériles,
de reglas,

de barreras geográficas,
ideológicas, lingüísticas,

morales!

libres
de temores infundados
y de todo lo contrario;

sin pensar,
¡sin pensarlo!

los que son felices juntos,
¡pues, deben, deberían estar juntos!

¿cuál es, cuál sería el impedimento,
-salvo la muerte,
impiadosa, robándose nuestro hálito
para siempre-?

no hay excusas
si el sentimiento, la pasión
están vivos;

luego, se verá qué hacer,
cómo se sigue,

o no se verá más nada;

solo se seguirán los instintos,
los deseos, las ganas

nuestro tiempo es demasiado breve
para rumiar tanto
cuestiones
que no son tan complicadas;

nosotros
les otorgamos ese estatuto
de imposibilidad,

les atribuimos prejuicios,

¡las bombardeamos
con pensamientos nefastos!

sin darnos cuenta
de cuánto tiempo, cuánta energía,
cuánto padecer,

cuánto valor, cuánto de nuestro ímpetu espiritual,
de la fortaleza de estos, nuestros mejores años

se nos va en ello.

domingo, enero 26, 2020

Mi sentir, mi centro

Parada en medio de las vías:

el tren,
sus vagones, retorciéndose,
rumbo a su habitual destino,

persiguiendo, sin saberlo, a un atardecer
que nunca alcanzarían;

el cielo,
nubes blancas alternando con nubes rojizas
y de color naranja;

una conjunción de tonalidades,
envidia
del mejor pintor.

¡Y esos árboles,
rebosantes de flores amarillas!

derramando sus obsequios,
entregando todo,

no solo a los que saben
o desean ver

¡y soñar!

Claro que se me veía extraña,
parada en medio de las vías

pero no podía,
no hubiera podido

privarme
de tan imprescindibles, generosas imágenes;

no tuve que viajar a ninguna parte,
ni hacer valijas;

estaban, están allí,
siempre

la naturaleza
en todo su despliegue,

todo eso, tanto
para mí,

para todos los que se detienen,
aun en medio de sus obligaciones,
sus enredos,
su apuro, en ocasiones, innecesario;

agradezco

el poder ser parte
de los no tantos espectadores

también,
de la guirnalda de flores en forma de campanas
violáceas,
silvestres,

¡libres!

ahí, donde casi nadie
o muy pocos
se detienen o detendrían
a disfrutarla.

Y renuevo mi sentir,
mi punto de partida,

mi aliciente,
mi centro.

¡La vida es, por cierto,
maravillosamente maravillosa!

y está tan cerca,
en tantos detalles
que todo el tiempo
se nos escapan;

no quiero que vuelva a sucederme.

No quiero perderme
ni una puesta de sol,

ni el arrullo de los pájaros
en cada árbol,

ni el vuelo de esas pequeñas flores
que luego caer, cual gotas de lluvia
en las veredas, las calles,

¡sobre mi cabeza!

siempre tan colmada,
tan exhausta,

aburridísima

por ese insistir e insistir
en estropearla

con un sinfín

de banalidades.

viernes, enero 24, 2020

Ellos, los árboles

Nadie escuchará tu aullido
a nadie importa
si te dañó
aquello;

si esas palabras azotaron tu cabeza,
doblegaron tu ser

al punto de casi no reconocerte.

No.
Nadie.

Ni esa vez, ni ahora,
Ni más tarde, ni otro día
alguien advirtió ni va a advertir

la cuerda que te impide respirar,
el grito, silenciado,
oculto en tu mirada;

esa inconsolable decepción
que sonreís por la calle.

Solo los árboles, sus hojas,
sus flores
pueden contener, sin proponérselo,
una antigua aunque vigente abstinencia

que disimulaste
para no saberte tan herido.

Ellos,
los árboles, sus procesos biológicos
continuarán

sin saber en qué medida reactivaron tu piel,
tus energías, tu espíritu;

sin saberse, en absoluto
responsables

de la reaparición
-cada vez, menos ocasional-,

de tu otra sonrisa:

la de puertas adentro.





El universo de lo ya vivido

Dejame oír ese silencio,

silencio que oprime todo eso por decir,

para que no me olvide
para que no te olvide.

No pronuncies palabras, no escribas,
puedo escucharte, puedo leerte;

también, al clamor de tu llanto infantil
ahogado por años, tantos años.

Dejame, de todos modos, deslizarme por tu recuerdo
con la boca,
con las manos,

necesito recordarme aferrada a tu solapa
para no soltarte nunca.

Dejame que oprima mi cuerpo contra el tuyo,
dejá que todo vuelva, por un rato

ignoremos
las sentencias, implacables,
de la mente;

Dejame que vuelva a verme en esos ojos
así, de fresca,
así, de enamorada,

que pueda ver en ellos
ese goce, ingenuo, de creerme toda para vos.

Te preguntarás, supongo,
por mi inevitable mutismo;

quizás, también logres,
de alguna manera
captar mis tácitos mensajes.

Tal vez, entienda, entendamos
que es preferible
sostener aquello, intacto,
en el universo de lo ya vivido

para que tan tremendos besos,
caricias, expresiones, ansias

se eternicen.








Inolvidable ser inexistente


¡Qué raro,
qué complicado!

esto de extrañar
a un ser que imaginé

que muy poco, nada
tiene que ver
con todos esos atributos

que mi indómita imaginación
le otorgaba;

es cierto,
pudo haber sido real

alguno que otro detalle
que, de todos modos,
jamás admitirías;

pero mi cabeza, mi alma,
¿cómo podrían entender, aceptar
esos sentimientos, esa emoción,
esas expectativas

orientadas hacia alguien, en muchos aspectos,
o en casi todos, inexistente?

¿cuál, el sentido?
¿cuál el motivo?;

extraño la voz
que supuse en tu boca,

una voz de la cual
apenas, si tenía, tengo
algún recuerdo;

extraño
una mirada intensa,
toda destellos,
toda amor,

de la cual, apenas vislumbro
una imagen difusa,
como si se hallara detrás de una tela translúcida;

extraño
lo que fue,
lo que creí que pudo
haber sido,

lo que deseé
que sucediera;

lo que supuse,
retornaría

pero no;

me extraño a mí misma
en ese lugar,
en ese tiempo,

con ese indescriptible deseo,
ese desborde,

instintivos, incontrolables;

me extraño
extrañándote

así,
ya no existas

así,
jamás hubieras existido.

miércoles, enero 22, 2020

Escapar de la propia desnudez

No me digas que en ese abismo oscuro,

no me digas que es verdad,
que te perdiste;

¿cómo hago, ahora, para encontrarme?

no me digas que ya no podés
porque yo no sé si esta vez podré;

hay un dolor oscuro en tu alma,
la corroe,

parece tan definitivo;

-lamento estar tan lejos de tu pensamiento-.

Ese dolor
inconfesable, temeroso
te hace ver tan solo, tan pequeño;

mi alma se extiende cuanto puede
para escapar de su propia desnudez,

de sus miserias cotidianas.

Dejame que esté
en este momento, como en otros;

dejame acceder a ese sitial,
palacio perfumado de los seres celestiales;

¡vamos por ese milagro,
no aflojes!

en alguna parte,
por un instante,
nuestros espíritus volverán a fusionarse

y tu mirada única, incomparable,
se proyectará en mis ojos
que nunca más brillaron
de aquel modo;

estos fragmentos
en que se segmentó nuestra historia
¿podrán volver a reunirse?;

un principio,
una posibilidad,

o, quizás, el inevitable final:

fragmentos,
tan solo.

Volarán, sin un orden prefijado,
cual hojas secas,
hasta resquebrajarse,

no podrán, claro, revivir

ni en ese,
ni en ningún lugar

de los que alguna vez,

fueron parte.

Experiencia onírica: la pugna con el absurdo transcurrir del tiempo

No está
nada mal

que a algunas cosas,

personas,

situaciones,

no pueda accederse.

No está
nada mal;

mantiene vivo
el deseo,

inyecta, cada día,
esa dosis de ansiedad,

de ¿por qué no hoy,
quizás, en un rato?

esa adrenalina

que nos impulsa
a resistir,

a imaginar
historias que pueden ser
solo pensadas

y hasta sentidas;

historias
que podríamos vivir,

¡nuestro tiempo
sigue!

historias
que podrían derivar en poemas,
en ideas,

creatividad
a desplegarse
en la actividad que sea;

en algún tipo de arte, aplicación,
en el que nunca se nos hubiera ocurrido
siquiera, incursionar.

Si un día, al despertar
sucediera

¡la insospechada concreción
de ese bien tan esperado!

probablemente, perdería el ancestral encanto,
así, se tratara de un amor, una aspiración,
una espera que hasta ese momento, hubiera parecido eterna.

Quitaría su sentido,
¡todos los sentidos!

aniquilaría lo ilusorio,
el inquietante
anhelo,

¡paleta de inéditos colores!

en permanente pugna

con el absurdo
transcurrir
del tiempo,

si se despojara

de la insustituible

experiencia onírica.



martes, enero 21, 2020

Palabras atragantadas

Quise escribir.

Las lágrimas
enturbiaron mi visión;

quise quitarme
ese dolor,
esa ira,

¡todas esas injurias!

el pulso me temblaba
y nada pude hacer,
nada pude expresar,

solo balbucear...

a m o r...
a m o r...

Nadie me escuchó,

-a casi ninguno importan
estas cuestiones-;

solo el dinero,
solo el tener;

quién gana más,
quién, menos,

a quién le roban,
quién roba,

quién ¿gana?
quién ¿pierde?

solo contaban billetes,
algunos, escondidos dentro de cajas inmensas;

otros,
lo que quedaba en sus bolsillos,
algo descosidos.

Muchos

caminaban
mirando al suelo,

no por vergüenza,
no por desazón,

¡en busca de una moneda,
un billete,
lo que sea!

para saciar el hambre
al menos, por un día;

y yo...

a m o r,
a m o r...

apenas,
podía pronunciarlo,
mucho menos, pedirlo...

recibí risas
exclusivamente, irónicas;

provenían de rostros
envejecidos por la avaricia,
por el miedo;

¿acaso, se fijarían,
alguien prestaría atención
a una pobre poeta, ¡una loca!?

el dólar esto, aquello,
el dólar aquí, allá,
¿qué conviene? ¿qué no conviene?

y yo,

¡encerrada
en el más hermético silencio!

¡increíblemente, muda,

con tantas palabras

atascadas en mi garganta!
en la garganta!

lunes, enero 20, 2020

Solo para valientes

Enamorados

del árbol gigante
que apenas, asoma

y corta, en gran parte
el gris triste, ardiente

de la ciudad
semi-dormida;

enamorados

de la tierra,
de su olor,
de sus semillas,

del crecimiento,
desprocupado,
de cada flor,
de cada arbusto;

enamorados
del sol,

también, de las nubes oscuras,
de las lluvias leves
y de las más impetuosas,

con sus amenazantes truenos,
con sus imbatibles vientos;

enamorados

de las risas,
también, de las lágrimas,

del dolor,
del que se aprende

y se sigue,

en principio,
trastabillando,
como un bebé
cuando da sus primeros pasos;

luego, de a poco,

enamorándose
de los progresos,
de cada despertar,

mucho menos triste,
mucho menos expectante;

enamorados
de la vida,

como venga,
como sea,

con ese amor que partió
para siempre,

con el que se quedó
un rato,

con el que se queda
por siempre;

con ese sueño
que solo era un sueño

cuando descubrimos
qué se ocultaba detrás;

enamorados
del éxito,

también,
-aunque detesto esa palabra-,
del fracaso;

¡enamorados
de haberlo intentado!

enamorados

de nuestro niño,
el de hace años,

y del interior;

enamorados de aquel joven que fuimos
con sus errores, con sus decisiones;

algunas, aún hoy nos favorecen,
otras, por el contrario;

¡enamorados, siempre enamorados,
de todos modos!

enamorados del ser
que hoy somos,

de nuestras torpezas,
de nuestros olvidos,
de nuestros logros,

de nuestros intentos,
pese a saber, de antemano,
su inutilidad.

¡Nada es en vano,
nada, siempre que estemos vivos!

y amar a quien no nos ama
no es problema,

porque de amor se trata,

¡y a este mundo
le hace falta tanto, tanto amor!

¿por qué no enamorarnos
del nuestro,
sea cual sea su destinatario?

sin olvidarnos del amor primordial:
el amor por nosotros mismos;

¡¡gritar por la calle
nuestro amor, nuestros deseos,

nuestro yo,
como se presente,

como venga!!

exhibir, pregonar nuestro enamoramiento absoluto
y de todo,

así, parezca fanatismo, locura,

¿qué importa?

¡importa existir!

estar ahora
escribiendo esto,
trabajando en lo que sea,
leyendo, mirando televisión,

haciendo tareas domésticas,
cocinando, estudiando,

o no haciendo nada,

quizás, pensando,
riéndonos de algo
que pasó hace tiempo
o hace un rato;

¡más enamoramiento,
más risas, menos preocupaciones enfermizas!

así, funciona,
así, están las cosas.

No vamos a cambiar el mundo
por sentir, por poder, por atrevernos
a demostrarlo;

pero nosotros creceremos,
nos querremos mucho más,

porque amar y decirlo,
cantarlo, contarlo,

expresarlo en letras,
en pinceladas, en danzas,
en notas musicales,

en miradas, en abrazos,
en palmadas, en besos de todo tipo,

no es fácil;

-no cualquiera se atreve
ni se atrevería-.

Enamorarse
y que todos lo sepan,

pase lo que pase con ese sentimiento,
esa incomparable sensación,
esa bendita ilusión

es privativo de pocos
y hasta diría...

¡exclusivo
para valientes!

domingo, enero 19, 2020

Planetas alineados ¿o alienados?

Mientras estemos
por acá,

¡todo puede suceder!

más allá
de los planetas,

alineados o alienados;

más allá
de predicciones,
señales, indicios,
pálpitos.

¡La vida no avisa!

y ese es, justamente, su encanto,
su sentido;

así, como llega lo malo,
lo bueno, lo que tanto esperamos,

¡lo que hace muchísimo tiempo ansiamos!

puede producirse,
puede llegarnos,
puede cambiar este y tantos días,

quizás, el resto de nuestra vida.

No está de más
pedir deseos,

lo importante, supongo,
es creer en que pueden darse,

¡confiar!
en su concreción,

hacer todo lo que esté a nuestro alcance
para que sucedan

y si no funciona

¡no importa,
valió el intento!

¡planetas alineados,
dioses, espíritus, universo,
logren que regrese!

bastará con algunas palabras,

bastará con poder ofrecernos
esas disculpas
pendientes;

bastará con una linda, afectuosa
despedida,

-si es lo que está destinado
a esta historia-;

si resulta de ese modo,
completar los tantos puntos suspensivos,

colocar, al fin
con una gran sonrisa,
de las de verdad,

-a pesar de la insistencia
de ese resto o un poco más
de tristeza-,

el tantas veces

tan temido

punto final.


viernes, enero 17, 2020

Luego de lo tanto intercambiado

Puedo esforzarme

y recrear,
dar forma,

colocar bellas,
precisas palabras, frases,

imprimirles exquisitos recursos líricos

a todas esas fotografías
que tan grabadas
quedaron en la memoria,

en tantas vigilias,
en los sueños,

en el andar cotidiano,
en cada acto,

en cada persona, árbol,
objeto

que observo,
que percibo,

y todo, claro,
tiene parte de aquello

y no lo tiene,
a la vez.

No es fácil,
-ni las ganas acompañan-

retomar
donde habíamos dejado.

Entiendo
tu lejanía

que, al parecer,
será eterna,

al menos,
en forma física.

Entiendo

que no sepas qué decir
ahora,

tampoco
sé qué te diría;

luego de lo tanto conversado,
discutido,
intercambiado,

lo tanto llorado, lamentado,
¡sentido!

de todo lo prometido,

enseguida, olvidado

o instalado, a conciencia,
en el sitio ¿seguro?
en que el olvido reposa

a salvo...¿?

a salvo
de nuevas experiencias,

de nuevas ilusiones,

¿para qué?

¿por qué?
¿cuál sería el sentido?

obvio que está bien vivir el hoy

si es lo que se siente,
si es lo que se elige.

Por mi parte,

siempre rescato
algo del supuesto olvido,

nunca olvido,
exactamente,

el sitio donde quedaron
aquellos instantes
provenientes de hábitats,
de épocas

tan diferentes.

Sin embargo,

no alcanzan,
nada de eso es suficiente

ni para este escrito,
menos, para el que vendrá.

Se extinguió.

-¡Tanto hemos hecho y dicho
que lo logramos!-

todo,
irremediablemente aniquilado.

aun, la más mínima perturbación
al pensarnos, ilusoriamente,
por un segundo

en palabras, en presencia,

aquí mismo,
donde sea;

se acabó

y resulta casi imposible,

luego de tanto herirnos,
luego de tanto padecimiento,

luego de una lenta recuperación
y el consiguiente, -¡al fin!-
regreso a la vida misma,

a uno mismo,

resulta, digo, casi imposible
o del todo

el más mínimo intento

de lo que fuera.


jueves, enero 16, 2020

Nuestra pequeña historia

Tengo conciencia

de que el pasado
con lo malo,
con lo pésimo,
con lo regular,
con lo bueno,
con lo muy bueno

pasó

y no hay retorno.

Sé bien
que aunque lo hubiera

ninguno de nosotros
sería quien fue;

quizás, similar,
con la influencia de todo lo vivido,
los retos, las preocupaciones,
las relaciones, los cambios de hábitos

e invariablemente, de actitudes;

tal vez, otros sueños
o los mismos, renovados
o reorientados

o ninguno.

Y aunque sé,
perfectamente

que no sirve de mucho
trasladar lo ya vivido al momento presente,

que hay que soltar,
pese a que detesto esa palabra,
-creo que ya lo dije antes-,

algo de todo aquello
o mucho más que algo

vuelve,

por ciertas fechas,
otros detalles,
alguno que otro indicio
que reenvía

a determinado fragmento
de nuestra pequeña historia,

nuestra historia
que a pocos importa

y a nosotros, tanto.

En definitiva,
ese paquete añejo
fue o es parte importante
de nuestro ahora;

esas personas, esas vivencias,
esos intercambios de todo tipo,
esas imágenes, esos conflictos,

esas dificultades,
esas vallas por superar

esos poder
y no poder,

todo fue y es integrante indiscutible
de esto que somos
o creemos o deseamos ser;

así, cada día
crezcamos, tratemos de hacerlo,
de aprender algo más,

en ciertos casos, de re-aprender,

los días, cada día,
con sus miedos nuevos
-o viejos, todavía no superados-,

con sus proyectos nuevos,
quizás, encaminados
o a punto de..

con sus alegrías,
sus sorpresas, sus decepciones,
amores, desamores,

en soledad,
en compañía,

con las expectativas intactas,
con las esperanzas debilitadas,

sea cual sea
el modo en que se den,

seguirán transcurriendo,

inexorablemente.

miércoles, enero 15, 2020

Juego vertiginoso

Todos, todo
menos vos.

Sonrisas,
buenos deseos,
palabras que confortan,
que emocionan,
hacen reír, incentivan;

pero no hay caso.

Nada,
nada, en absoluto
va a reemplazar

tan vertiginosa presencia,
el más excitante intercambio;

ese decir elogioso, dulce, apasionado, ardiente,
ese decir confrontativo, bélico,distante,
ese todo, esa nada,

ese elevarme y caerme
al mismo tiempo;

ninguno, nada, nadie
podrá reemplazarte

ni por un rato;

no es que no me lo proponga,
pero no sé cómo hacer con el corazón,
el cuerpo,
la mente;

ese intenso, peligroso juego,
todas esas palabras, dichas
todas esas palabras no dichas;

las más bellas,
las más hirientes,
las más oscuras;

esa devolución
de ese nuevo vos
que desconocía,
que no me animé a conocer;

que no acepté conocer.

Todo
todo vuelve,
todo sigue acá;

e intento, intento, ¡intento!

hallarte en otros sitios, otras actividades,
otras personas;

buscar algo tuyo, algo mínimo, siquiera,
en otras miradas,
otras maneras,
otras historias

y no,
no lo consigo.

Siento que quedé sola,
aislada

en un desierto inhóspito,
cuya inercia, muda, hiere

y en el que nunca más
me encandilará

un espejismo.

La eternidad en un breve lapso

En el árbol de nuestras vidas
pendía un fruto

¿prohibido?

nunca lo supimos,
ni nos lo planteamos;

un fruto sustancioso,
dulce, jugoso, casi empalagoso;

un fruto que, en lugar de secarse,
renacía a cada instante,

regado por besos que lo vivificaban,
regado por lágrimas, también,
regado por miradas
de esas que miran de verdad;

regado por caricias
suaves,
bruscas, espontáneas,
tentadoras;

todo era pasión,
todo era magia,

todo era eterno,
durase lo que durase;

lo mejor
es que no nos dábamos cuenta;

solo sentir
¡solo sentir y nada más, ni menos!

entonces era verdadero,
tan real como el instante
en que nos fundíamos
y éramos uno;

lo que sea que haya sido,
así, no fuera lo que hubiera tenido que ser,
ni lo esperado;

así, no fuera lo "aceptado",
así, no alcanzara para más
que esos momentos ¡increíblemente
increíbles!

los teníamos, los vivíamos,
porque no pensábamos,
porque no lo cuestionábamos;

porque el futuro no importaba,
porque ni el minuto siguiente se planificaba;

era ese tiempo dulce, cálido,
era ese tiempo sin relojes ni medidas:

eso era todo

así debería ser, supongo,
el amor, enamoramiento
-o como se desee llamarlo-;

así:

sin lapsos,
sin esperas,
sin temores,

al desnudo.

martes, enero 14, 2020

El vacío que deja el vacío

resulta peor que el vacío mismo.

Porque en aquel vacío
podía poner de mi tantas cosas;

las tantas cosas que tenía para decirte,
el dolor del tiempo irrecuperable,
el sentimiento que se profundiza
al mismo tiempo que la ilusión se extingue;

en el vacío de esa relación
estaba yo, al menos,

¡con mi estúpido sueño de chiquilina!
el de un amor completo, un amor con toda la fuerza,
con toda el alma.

Pero este amor que programé en mi cabeza
que llenó mis horas de pasión idealizada
ni siquiera, alcanzó para posibilidad

pero llenaba cierto espacio,

lo llenaba.

Hoy,
el silencio.

El silencio que siempre estuvo
que solo yo llenaba con mis palabras
impregnadas de besos imaginarios,
de deseos, de ganas;

¡ahora me doy cuenta
de que se trataba de un monólogo!

vos, apenas, asentías,
decías lo apropiado,
completabas los puntos suspensivos,
tachabas lo que no correspondía,

lo que no sentías,
lo que ni siquiera podías fingir.

De pronto, resulta increíble
extrañar esa nada,
como las sobras indigeribles
de una mala comida.

¡Qué poco me tuve en cuenta
cuando respondía, con ese ardor,
a tan débiles palabras

que no decían, que no significaban!

¡qué poco me tuve en cuenta!

Avidez de reencuentro

El árbol extiende sus brazos,
solo tengo que acercarme;

¿por qué me detengo?
¿por qué me lo impido?

todo ese verde, intenso, acogedor,
toda esa savia de vida,
dispuestos a recibir mi abrazo;

y yo,
sentada, temerosa,
mirándolo de lejos;

¿olvidé esa sensación,
olvidé ese latido,
esa comunión,

esa necesidad vital
del contacto

con lo que salva,
con lo que revive,
con lo que sana?

solo puedo decir que aquí me quedo,
-como si algo, un recuerdo, un temor
que creí aniquilado,
me paralizaran-

sentada en la misma silla
de la misma mesa
del mismo bar;

escribo sobre el árbol,
escribo sin parar

en lugar de vivirlo;

entre mis letras
oculto
ese deseo,
esa tremenda avidez

de reencuentro,

como siempre,
como tantas veces.

domingo, enero 12, 2020

Fue un honor haberte encontrado

Que dejaras algo
sobre la mesa.

¡Qué curioso!

al parecer, eso me daba
cierta tranquilidad,

en verdad,
toda la tranquilidad.

¿Cómo hubiera podido, siquiera, imaginar,
al ser tan joven
todo eso que pasaba por tu cabeza,

todas esas dudas,
todos esos miedos,

cuestiones que llegan a entenderse,
-o no del todo-
al alcanzar una edad determinada?

no importaba

si tu encendedor favorito,
si alguno que otro objeto 
quedaban o no sobre la mesa del bar.

Volvías,
volvías, de todos modos.

Hasta que ya no hubo necesidad
de tales verificaciones,
por cierto, inocentes;

hasta que no hubo dudas.

Un día

dejaste de buscarme,
dejaste de llamarme,

me dejaste.

Nunca pude conocer
la razón de esa huida repentina;

y si bien, años más tarde
te encontré, por casualidad,

en esa esquina
de Cabildo y Juramento,

y me invitaste a tomar un café
y acepté,

ya no recordé aquello
que siempre hubiera deseado preguntarte.

¡Había perdido el sentido!

el amor se había acabado,
también, el mío.

Fue lindo, 
de todos modos,

no hubo reclamos,
ni recuerdos;

no se mencionó nada,
ni un solo detalle que remitiera al tiempo
en que habíamos estado juntos.

(Raro).

Solo ese presente,
vos, impecable,
yo, un poco nerviosa
pero no tanto;

ambos, conversando, riendo,
ambos, viviendo el momento,

¡nos despedimos
agradeciéndonos!

no se trató de un mero formalismo,
no había por qué "quedar bien".

"Gracias,
fue un honor haberte encontrado",
-te dije-

"el honor fue mío",
-respondiste-;

me besaste, nos besamos,
tímidamente,
en los labios

y nunca más,

nunca, nunca más

supimos nada, en absoluto,

el uno del otro.


Como a insectos

A veces
le pierdo las ganas;

desfilan
alguna, otra, las mismas,
distintas

palabras

y yo...

nada.

Por el contrario,
me molestan,

intento alejarlas
como a insectos,

a palmetazos

y aun así...

corroen, corroen,
me habitan
se me atragantan,

intentan ahogarme.

Y yo...

nada.

Me pregunto, en ocasiones,

siempre,

¿qué haría entonces?
¿qué, si esto no funcionara más?
¿qué, si mi cabeza, mi imaginación,
mis sueños

todo se detuviera,

si perdiera la inspiración,
el impulso,
las ansias?

¿qué sería de mí
si eso ocurriera?

y sigo pensando
o casi no pienso
o pienso en que no debería pensar tanto

y ellas, las palabras
insisten en quedarse ahí,

-¡quién sabe en dónde!-

y yo...

nada.

martes, enero 07, 2020

La insistencia en crecer

Soy ese aliento fresco
que la naturaleza arroja
sin preguntarme

y lo recibo,
consciente de ello;

no me parece insignificante,
no me pasa de largo,

lo recibo
y lo sé bien;

entonces, camino
envuelta en ese goce.

Soy parte
de esos árboles
que esconden, por momentos
los intensos rayos de sol;

recibo su oxígeno,
su savia,

su insistencia
en crecer,
en superar toda inclemencia,

en no renunciar
a su labor natural,
nada programada.

Así
quiero vivir,

sin programar cada instancia,
sin pensar luego haré esto,
después aquello,

mañana...

¡mañana no existe
todavía!

ahora

camino
con el viento,

camino
con ese aire perfumado de verano

que me llega,
sin pedirme devoluciones;

camino
con la sensación
de estar viva,

de haber resurgido
de cenizas tan añejas,

¡de haberlo sobrevivido!

no hay peligros,
no más miedo,

no hay enemigos internos
al acecho;

(mi peor enemigo
era yo misma).

Lo entendí,

luego de años
de cuestionarme
demasiados por qué,
tantos hasta cuándo;

por eso,

en lo simple,
una breve distancia,
un montón de vida, de verde,

una extensión de mi persona,
de todas,

a cada paso.

La vida es mucho más valiosa

cuando no se esperan
ciertos acontecimientos,

cuando, simplemente,
uno se deja atrapar,

¡tomarse de sorpresa!

y la risa, la risa olvidada
en algún cajón con telas de araña

les juro,

¡les juro!

que por sí sola,

regresa.

lunes, enero 06, 2020

Cartas jamás escritas

Incienso y mirra

para que todavía
tus sueños se sostengan,
así sea, con hilos muy débiles;

para que en medio
de esa guerra despiadada

puedas hallar tu muñeca,
la única,
tu juguete, tu consuelo;

incienso y mirra

esta vez, antes, tampoco antes
pasaron por ahí,

será la próxima,
será la próxima.

Incienso y mirra

del cielo cayeron
otra vez,

aunque más sofisticados;

el miedo, el recuerdo del miedo,
la reconstrucción del miedo,

los "regalos".

En tanto,

en el otro mundo,
una niña muy rubia
rodeada de afectos, de cuidados,
de objetos

ríe, se alegra,
mientras desenvuelve montones de obsequios,

alguien la filma

y el video se expande
por el mundo entero,

bueno, el mundo que ella conoce,

-en fin, el mundo-.

Y esa familia a la que nada parece faltarle
-salvo empatía, compasión, consideración
consciencia y otras "cositas"-

recibe mucho dinero,
¡muchísimo!

por esa estúpida grabación
de esa niña muy rubia
desenvolviendo sus tantos paquetes;

niña, padres,
que nada saben,
ni quieren, ni querrán saber

acerca de la vida
de otros niños,
de otros sitios,

de tantas miserias,
de tantas carencias,
de tantas cartas
jamás escritas,

destinadas a unos supuestos reyes

que para tantos niños

nunca pero nunca

existieron.




sábado, enero 04, 2020

Un corte breve en esa pugna cotidiana

Puede ponerse
el corazón entero,

no guardarse nada,

ni un solo sentido,
ni una sola esperanza;

no decir, de entrada:
quizás no sea hoy,
quizás otro día,

quizás,
¿quién sabe?

puede ponerse
todo, la vida,

aun así...

nada.

Pero valió, vale la pena,
siempre lo vale,

el gozar de lo deseado
de antemano,

el imaginarlo, tan solo,
el visualizar cómo, de qué modo,
cuándo, en qué sitio,

se dará,

¡cuánta ansiedad,
qué miedo,

en el contar y contar
las horas, los minutos

para que el mundo
de pronto, nos devuelva aquello,

lo que perdimos
o creímos haber perdido,

o nunca tuvimos

y ansiamos alcanzar!

momentos preciosos
plenos de expectativas,

en la cabeza,
en el alma,

desfile inacabable de espléndidos escenarios,

hábitat de tantas situaciones,
intercambios

desbordantes de abrazos, besos,
miradas

que tal vez,
remitan, en parte
o en mucho

a aquello
que nunca se supo si fue real,
si fue un sueño

o se trató de un recuerdo imaginado

todo por no claudicar

al paso repetitivo,
en el tedioso deambular
de tantos días

todos iguales,

vacíos de magia,
de promesas,

de emociones,

aquellas que muy pocas veces
o casi nunca

se tiene la dicha
de experimentar;

por eso,

¿importa si sucedió,
si sucede,
si volverá a suceder?

importa creer en su posibilidad,

dar un espacio a la fantasía,

¡no renunciar!

a lo que sea que se nos ocurra,
a lo que sea que queramos,

así, se tratara de un instante,
un solo instante,
un fugaz pensamiento;

un corte breve en esa pugna cotidiana,
automatizada,
de continuar;

hallar, de pronto, la antigua varita
cuyos legendarios poderes,

uno podría,

si se lo propusiera,

activar.





viernes, enero 03, 2020

Rehusarse a los amores de mentira

Importa
el sol

una vez más
con su mirada envolvente;

importa
estar aquí,

con nuestros más,
con nuestros menos;

importa

poder aceptar,
finalmente,

que no puede imponerse el amor,
como tampoco el olvido;

que no siempre no se dice
porque no se siente,

que no siempre se dice
porque, en verdad, se siente;

un año más

y recomienza
el aprendizaje;

el que nunca acaba

hasta el final;

se valora lo que se dejó de lado
en pos de un recuerdo
que no era, no es
más que eso;

lo tangible
está acá,

esto es lo
verdadero.

¿Qué importa haber sufrido,
qué importa haber pretendido
reinventar aquella historia?

lo cierto
es que el amor está

no solo en días felices,

de risas, goce, placer;

está en los momentos de dolor,
miedo, necesidad de compañía:

la mano que te dice:
no estás solo,

lo demás...

palabras, frases
huecas, oportunas
para un momento,

para revivir una instancia,
para fantasear con algo que se extinguió
hace rato.

¡Perdí tanto tiempo
detrás de lo inalcanzable,
lo que formó parte
de mi propio imaginario!;

hoy

quiero vivir
esto que soy,

con quien también es
lo que es,

sin engañosas
ornamentaciones verbales;

sin promesas
que son solo egoísmo,
ansias de posesión,

promesas al pasar
se esfuman como los minutos,
las horas;

hoy ya no
creo en ellas,

no son ni serán más
mi asidero;

hoy

me abstengo

de la mentira.

Cristina Del Gaudio

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