miércoles, enero 15, 2020

La eternidad en un breve lapso

En el árbol de nuestras vidas
pendía un fruto

¿prohibido?

nunca lo supimos,
ni nos lo planteamos;

un fruto sustancioso,
dulce, jugoso, casi empalagoso;

un fruto que, en lugar de secarse,
renacía a cada instante,

regado por besos que lo vivificaban,
regado por lágrimas, también,
regado por miradas
de esas que miran de verdad;

regado por caricias
suaves,
bruscas, espontáneas,
tentadoras;

todo era pasión,
todo era magia,

todo era eterno,
durase lo que durase;

lo mejor
es que no nos dábamos cuenta;

solo sentir
¡solo sentir y nada más, ni menos!

entonces era verdadero,
tan real como el instante
en que nos fundíamos
y éramos uno;

lo que sea que haya sido,
así, no fuera lo que hubiera tenido que ser,
ni lo esperado;

así, no fuera lo "aceptado",
así, no alcanzara para más
que esos momentos ¡increíblemente
increíbles!

los teníamos, los vivíamos,
porque no pensábamos,
porque no lo cuestionábamos;

porque el futuro no importaba,
porque ni el minuto siguiente se planificaba;

era ese tiempo dulce, cálido,
era ese tiempo sin relojes ni medidas:

eso era todo

así debería ser, supongo,
el amor, enamoramiento
-o como se desee llamarlo-;

así:

sin lapsos,
sin esperas,
sin temores,

al desnudo.

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Cristina Del Gaudio

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