martes, enero 28, 2020

Sin editar

Escribir,
decir,

¡vivir!

sin editar;

lo que surge,

el clamor rebelde
del alma;

lo que la cabeza
ya no puede mantener encerrado;

escribir
como salga,

sin preámbulos,
sin precauciones,
sin prevenciones;

¡sin miedos!

sin importarnos
la reacción de otros,
de quien sea,

las aprobaciones,
las reprobaciones;

sin corregir,
así, como surge;

el resto,

lo que rodó por el inconsciente,
lo que se sostuvo durante el sueño,

noche a noche, día a día,

lo que urge
admitirse,

manifestarse,
en la forma en que sea,

en el lenguaje escrito,
en el lenguaje tácito
de las miradas,

de las manos extendidas,

del corazón,
libre, sin obstáculo alguno,

dispuesto a partir,
sin pasaje de regreso

hacia donde desea estar,
hacia aquel con quien desea estar,

con quien es

más, mucho más que con ningún
otro;

¡decires, haceres,
libres de mandatos estériles,
de reglas,

de barreras geográficas,
ideológicas, lingüísticas,

morales!

libres
de temores infundados
y de todo lo contrario;

sin pensar,
¡sin pensarlo!

los que son felices juntos,
¡pues, deben, deberían estar juntos!

¿cuál es, cuál sería el impedimento,
-salvo la muerte,
impiadosa, robándose nuestro hálito
para siempre-?

no hay excusas
si el sentimiento, la pasión
están vivos;

luego, se verá qué hacer,
cómo se sigue,

o no se verá más nada;

solo se seguirán los instintos,
los deseos, las ganas

nuestro tiempo es demasiado breve
para rumiar tanto
cuestiones
que no son tan complicadas;

nosotros
les otorgamos ese estatuto
de imposibilidad,

les atribuimos prejuicios,

¡las bombardeamos
con pensamientos nefastos!

sin darnos cuenta
de cuánto tiempo, cuánta energía,
cuánto padecer,

cuánto valor, cuánto de nuestro ímpetu espiritual,
de la fortaleza de estos, nuestros mejores años

se nos va en ello.

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Cristina Del Gaudio

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