miércoles, enero 29, 2020

A salvo de mi desesperación

Me interné
en ese bosque.

Todo oxígeno,
todo alivio,

todo aroma
a pinos,

todo
contención, frescura,
renovación;

me interné,

me sentí una
con ellos,

altos,
añejos, algunos,

otros,
recién estrenados;

árboles,
¡tantos, tantísimos árboles!

entre los que me oculté
de mi desesperación

y ya no volvió
a hallarme;

fui verde en medio de las imponentes copas,

fui gris cual los firmes troncos,

fui marrón verdoso
como las generosas piñas;

fui parte

sin que ellos lo pidieran,
sin que me lo negaran;

me volví invisible

ante los males del mundo,
ante los males humanos,

apartada de tanta destrucción,
ira, violencia;

no tuve que llevar dinero,

toda esa belleza,
todo ese abrazo natural

me estaba destinado
sin costo alguno.

Sentada
sobre la tierra húmeda,
todos mis sentidos
fascinados;

quise extender mis brazos
para que fueran ramas,

mis pies, raíces,

mis cabellos,

ramilletes generosos,
verdes, amarillentos,

cubriéndome de algunas hojas
aún ataviadas de otoño,

a punto de caer,

suavemente, en silencio,

como suelen hacerlo

los que dieron todo,

los que nunca, nada
reclamaron.



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Cristina Del Gaudio

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