resulta peor que el vacío mismo.
Porque en aquel vacío
podía poner de mi tantas cosas;
las tantas cosas que tenía para decirte,
el dolor del tiempo irrecuperable,
el sentimiento que se profundiza
al mismo tiempo que la ilusión se extingue;
en el vacío de esa relación
estaba yo, al menos,
¡con mi estúpido sueño de chiquilina!
el de un amor completo, un amor con toda la fuerza,
con toda el alma.
Pero este amor que programé en mi cabeza
que llenó mis horas de pasión idealizada
ni siquiera, alcanzó para posibilidad
pero llenaba cierto espacio,
lo llenaba.
Hoy,
el silencio.
El silencio que siempre estuvo
que solo yo llenaba con mis palabras
impregnadas de besos imaginarios,
de deseos, de ganas;
¡ahora me doy cuenta
de que se trataba de un monólogo!
vos, apenas, asentías,
decías lo apropiado,
completabas los puntos suspensivos,
tachabas lo que no correspondía,
lo que no sentías,
lo que ni siquiera podías fingir.
De pronto, resulta increíble
extrañar esa nada,
como las sobras indigeribles
de una mala comida.
¡Qué poco me tuve en cuenta
cuando respondía, con ese ardor,
a tan débiles palabras
que no decían, que no significaban!
¡qué poco me tuve en cuenta!
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