Dejame oír ese silencio,
silencio que oprime todo eso por decir,
para que no me olvide
para que no te olvide.
No pronuncies palabras, no escribas,
puedo escucharte, puedo leerte;
también, al clamor de tu llanto infantil
ahogado por años, tantos años.
Dejame, de todos modos, deslizarme por tu recuerdo
con la boca,
con las manos,
necesito recordarme aferrada a tu solapa
para no soltarte nunca.
Dejame que oprima mi cuerpo contra el tuyo,
dejá que todo vuelva, por un rato
ignoremos
las sentencias, implacables,
de la mente;
Dejame que vuelva a verme en esos ojos
así, de fresca,
así, de enamorada,
que pueda ver en ellos
ese goce, ingenuo, de creerme toda para vos.
Te preguntarás, supongo,
por mi inevitable mutismo;
quizás, también logres,
de alguna manera
captar mis tácitos mensajes.
Tal vez, entienda, entendamos
que es preferible
sostener aquello, intacto,
en el universo de lo ya vivido
para que tan tremendos besos,
caricias, expresiones, ansias
se eternicen.
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