¡Qué alivio,
qué felicidad!
haber salido, ¡huído! del mismo objeto,
lugar, idea, presunción,
¡obsesión!
caminar
sin un objetivo preciso,
sin destino,
ni expectativas;
el aire, limpio de todo ese hollín del pasado,
los árboles, aireando el paso,
los ruidos de la ciudad
apartados
de mi ser interior
que solo busca
aun, sin saberlo
o sabiéndolo,
reconciliarse.
¡Qué bueno!
poder ver esa foto
y ya no desesperar,
¡que no brote en mis ojos
ni una puta lágrima!
no rogar, ¡no rogar más!
por su vuelta,
no desmoronarme,
no querer morirme,
¡morirme!
de tanta pena.
¡No puedo creer
haberlo logrado!
¡extinguirlo del todo!
esto no quiere decir
que haya olvidado.
Pero aquel al que no olvidé
-ni olvidaré-
no regresará,
porque no existe,
no más,
(como si hubiera muerto).
Este hombre,
con esta historia que armó como para seguir,
como para hacer que sigue
sin saber por qué ni para qué
no me convence
en absoluto;
no estimula ni el más encendido
de mis sentidos,
no alienta mis ganas,
no provoca mi apasionamiento,
¡nada!
¡Poder ver esa misma foto,
la única que tengo
y que no me tiemble
ni un solo músculo!
Por años, pensé
en que no sucedería
por años,
lloré a quien hacía muchísimo tiempo
no existía,
por años,
confié mis historias,
escuché, leí sus historias,
en su mayoría, mentirosas,
las de ese desconocido:
pésima réplica
del que tal vez, tampoco
llegué a conocer
-aunque así, lo creí-;
en fin, aquel joven,
quien o como haya sido,
a pesar de que lo hubiera fingido todo,
fue el hombre al que más amé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario