No es la mesa
más, menos, grande,
más, menos, decorada;
no es el árbol,
ni los regalos,
nada de eso.
Es un aire
que puede respirarse,
aun, en medio
de tantas dificultades
para tantos,
aun, en medio
de temores, incertidumbre,
soledad;
un aire
que tiene mucho de la niñez,
de esa encantadora inocencia;
de los primeros amores,
de los que les siguieron,
del último,
del que partió.
Un aire de nostalgia,
de emoción, incontenibles,
un aire
de abrazos dados,
o arrepentidos
por no haberse concretado;
¡abrazos que aún se está a tiempo
de dar!
un aire
que puede tocarse,
una sonrisa
que viene desde lejos;
las cortinas se abren
y por la ventana
alguien que se fue,
alguien a quien, en algún momento,
se dejó de lado,
regresa
y se le hace un lugar,
siempre lo tuvo,
al menos,
entre estas, otras letras;
para que no se vaya de nuevo,
para que mientras esté,
no se lo deje
ni por un rato.
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