Ruidos, ruidos, ¡ruidos!
impiden enfocarse,
anulan toda inclinación
a crear,
a concretar esa transmisión;
resulta inhumano,
tóxico,
sobrevivir en medio de este enjambre
de sonidos molestos,
de todo tipo;
no le dan lugar
al canto de los pájaros,
al susurro del viento,
a las palabras, las ideas
que se presentan en nuestra mente,
las que el alma ya no puede contener;
pero nadie escucha,
¡nadie puede escuchar!
demasiada tortura auditiva,
demasiado palabrerío malintencionado,
demasiadas explicaciones innecesarias,
demasiada televisión, redes,
tecnología;
por eso, lo de escribirse,
por eso, lo de enviarse e-mojis,
por eso,
los teléfonos, enmudecidos.
Llega un momento
en que nada, en absoluto
puede penetrar
en nuestra casi extinta posibilidad de pensamiento;
se nos confunden
nuestras opiniones, nuestras consideraciones
con aquellas
que intentan, intentan ¡vuelven a intentar!
introducirnos;
¡cállense, por favor, cállense,
de una vez por todas!
mi garganta gritará solo por escrito,
esta será mi manera,
esta será mi voz
que pide, implora, algo de mutismo,
el cese, inmediato, de los ensordecedores
de siempre;
¡cierren la boca, dejen de decir, prometer, inventar!
-ya no nos engañan-,
hagan más y digan menos;
estamos hartos de ese pronunciar imperativo,
hartos de tantas manipulaciones
emanadas de altavoces;
¡no griten, no somos sordos!
¡shhhhhhhhhhhhhh!
este espacio silente
que dura lo que se tarda
en teclear una letra
es tan valioso,
¡ni lo imaginan!
es necesario callar
y acallar
para poder entrelazar la reflexión
y el expresarla;
para poder dilucidar
los misterios, ciertas verdades
que en tantas ocasiones,
no son tan evidentes;
para recordar
quien se es,
para no olvidar
quien se es,
qué es lo que vinimos a decir,
a proponer, a hacer;
¡shhhhhhhhhhhhhh!
canta
un pájaro
y otro y otro más,
el viento mueve las cortinas,
se siente el regreso de lo más valioso,
¡la vida se impone,
como puede, como sea!
la vida,
nosotros,
nuestros retos cotidianos,
¡quiero poder escuchar mi clamor interno,
mis demandas,
mi llanto oculto!
reivindicar
nuestro derecho,
mi derecho
a re-conectarnos,
re-conectarme
con esa tan imprescindible,
-y tan poco valorada-
paz
que se parece, en mucho,
a la libertad.
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