sábado, noviembre 30, 2019

El demacrado transcurrir

En la calma

algo me perturba,
algo, un recuerdo,
una fotografía

grabados
en la cabeza;

una voz,
unas palabras,

una sentencia,

hacen eco
en mi mente confusa;

y no cesan,
¡no cesan!

ni en la calma

ni en la aparente calma

consigo apaciguar
mi espíritu:

demanda huir,
con extrema urgencia,

si bien, no sabe hacia dónde,

si bien, ignora
el por qué, el por quién,
el para qué;

si bien,
no puede decirme
la fecha de regreso;

pues, arde, enloquecido,
en océanos de inquietudes,

algunas, conocidas,
otras, inciertas;

que lo sumen,
casi todo el tiempo,

en interrogantes,
en dudas,
en temores,
en la más profunda melancolía;

Esta calma
es una gran calumnia,

¿cómo explicarlo?

no me preocupa
que se detecte,
ni lo que digan
o juzguen;

-por otra parte,
tantos, tan ocupados y preocupados
no se detienen
ni lo harían-;

la cuestión

es que me aterra
este vacío,

me desespera
su instalarse

tanto tiempo,
¡demasiado tiempo!

¿cuánto más?

necesito vibrar,
necesito palpitar, siquiera,
la más mínima posibilidad;

esperar, esperar ¡esperar!

más allá de que tenga en claro
que no se concretará;

me asfixia
la inercia del hábito,
de los días

todos tan iguales

el mismo orden,
el mismo sitio,
las mismas personas,

los obligados saludos, el clima,
la política, ufffffff,

conversaciones, intercambios banales,
repetidos, ¡repetidos hasta el hartazgo!

entretanto,
el demacrado transcurrir.

Añoro sentir aquello
aun, cuando me atormentaba;

incluso, a pesar del inacabable llanto,

¡qué pena que haya acabado!

extraño ese desafío,
esa pelea perdida
¡pero tan estimulante!;

esa pugna
en pos de aquello
que jamás, -lo supe siempre-
sería para mí

pero me hacía sentir viva,
me devolvía el propósito,

me hizo reaccionar,
reconocer lo que hacía tiempo no tenía

y lo ocultaba,

de mí misma,

de mil modos,

¿consciente? ¿inconscientemente?

hoy

esta paz
tediosa,

enluta
mi existir,

empobrece
mis sueños

que solo son sueños
de dormida,

estropea
todos los planes,

anuncia

lo que siempre temí:

la resignación,
el desinterés,
el desapasionamiento;

¡oh, aquella aventura,
quizás, una nueva aventura,
aquel o un nuevo desafío

parecen, cruelmente,
ya no serme

destinados!





viernes, noviembre 29, 2019

Ver el backstage

Alguien

que me convenciera
de que algo
sería posible;

alguien

con un argumento eficaz
ante lo que parece ser
la derrota de la humanidad

o su pérdida;

el derrumbe de los valores,
la banalización de lo importante,
la exaltación de lo trivial;

alguien, algo

que pudiera devolverme,
ayudarme a recuperar
las ganas ¡esas ganas!

algo, alguien

que tuviera ese abrazo a mano

y que dijera, por ejemplo:
no estás sola,
también me pasa,
también temo
también extraño,
también intento
no dejar de apostar

a un cambio,

a una transformación
radical;

a una confraternidad
que no signifique intereses
políticos, económicos;

una confraternidad universal,
una larga, larguísima cadena
de amistad,
de complicidad

que no la detuvieran
las distancias:

ni océanos, ni bosques,
ni montañas,
nada;

que lo atravesara
todo,

en pos de encender
tanto espíritu alicaído,

la llama de la vida

que entre todos,
extinguimos,

sin darnos cuenta,
dándonos cuenta.

Necesito
saber

si hay otros
que ven el backstage;

que saben que lo que se muestra,
lo que pretenden hacernos ver, creer, pensar

es mentira.

¡quiero personas
de verdad, francas, honestas,

que me ofrecieran y a todos los demás,
lo que tienen,
lo que pueden,

de corazón!

¡quiero ser parte de esas personas!

decirles, hacerles saber,
asegurarles

que no están solos,

que veo, sé, me doy cuenta,

que no todos
nos resignamos a pasar,
a no pensar, no cuestionar,

con la más absoluta indolencia;

no todos nos conformamos
con el mero sobrevivir;

no todos tenemos ese resentimiento,
ese afán de destrucción, esa ira acumulada;

¡y no todos nos resignamos
al abandono de la lucha!

que muchos
aún, creemos en el amor,
con todo lo que la palabra implica;

en que lo que le pasa al otro
nos pasa también;

en que si todo sale mal,
estamos todos en lo mismo;

en que tenemos que cuidarnos,
considerarnos, entendernos,

tomarnos como somos,
ayudarnos a ser mucho mejores,

a no ceder,

a no claudicar;

a no darle el gusto
ni por un rato,

a los que insisten
en sumergirnos en el foso
de la angustia, del desconsuelo;

a los que se proponen
arrojarnos al impiadoso oleaje
del mar más temerario,

en pos de imposibilitarnos

la sola idea
del retorno.

miércoles, noviembre 27, 2019

Ser capaz de detenerse

Ahora
que hay resabios de luna
en tu pelo;

ahora,
que las marcas
de las tantas risas,
de los enojos,
de las lágrimas,

de los besos,
de las penas,
de las preocupaciones,
de los muchísimos insomnios

se advierten,

no es grave
ni decepcionante,

¡claro que no!

¡es la vida!

los grandes desafíos,
los miedos enfrentados,
los sueños que se dieron,

los que no
pero continúan,
no decaen.

La vida

en ese rostro
ya no tan joven
pero pleno;

hoy sos capaz de detenerte
ante el imponente árbol,

ante un nuevo, cada nuevo
amanecer;

hoy
-después de tanto-,
podés ver, pueden conmoverte
esas pequeñas flores
salpicadas, al antojo del viento,
sobre el verde;

hoy no pasás de largo,
hoy no te parece insignificante
un encuentro, un café,
una palabra, un gesto,

un abrazo,
una demostración de afecto
siquiera, virtual;

hoy recobra valor
aquello que muchos años antes
lo tenía,

pero lo habías olvidado.

Vuelve la sorpresa,
se reinicia el aprendizaje;

los ojos, todos los sentidos,
embelesados ante la belleza natural,

el color del cielo, del mar,
una mirada, una imagen,

una voz, un perfume
que nos recuerda a aquellos;

una canción,
unas líneas que evocan
ciertas cuestiones;

¡no hay modo
de desperdiciarlo!

el hoy es mucho más valioso
que el antes;

el hoy cuenta,

esta lectura,
el pensamiento
que ahora mismo
te arroja, te propone,

la ilusión
que espero
te devuelva,

cuentan.

Todo cuenta.

Ahora es el principio,
el camino vuelve a vislumbrarse,

ahora
hay tiempo

para sonreír,
para decir, hacerlo todo,
con todas las ganas,

para gozar, para acariciar,
para entender,

para reunirse con quien se dejó de lado
sin un motivo
o con un motivo, depende;

¿por qué no intentarlo?

o bien,
desplegar un nuevo plan
de seducción

¡para algo, alguien nuevo!

así que...

a peinar
esas canas,

a mirarse
en el espejo

con afecto,
con confianza;

a ponerse
los anteojos oscuros

esos que tan bien te quedan
-y lo sabés-

y a enfrentar lo que sea,
el antes, como haya sido,
el irreversible antes,

¿el despúes?
nunca se sabe,
ya habrá tiempo...

este instante,
el acto presente,

es lo que cuenta.

¡Vamos, animate,
arrojate a esa pileta!

-tal vez,
no esté vacía-.

¡vamos!

¿qué estás esperando?

martes, noviembre 26, 2019

Importa la libertad

No son tan importantes ciertos golpes de la vida
en comparación a padecimientos terroríficos
que oprimen a tantos en tantos sitios.

No importa si esta es mi cuota,
desde mi lugar
mi aporte, que son solo palabras,

nada más,
nada menos.

No importa
si hoy me río por o de cualquier cosa,
cuando ayer lloré tanto y por tan poco

o en otro momento, tal vez, poco, muy poco
y por tanto.

En verdad, no son demasiado importantes esas nimiedades:
los amores no correspondidos,
las desilusiones,
los fracasos que, tantas veces,
no lo son tanto.

Importa el mundo, importa el dolor de tantos inocentes
que no pueden jugar, ni reírse
como nosotros, como los nuestros,
todavía.

Importa que en tantos sitios
esté prohibida la palabra,
censurado el decir,
aniquilado el pensamiento.

No importa si algunos eligen esta vida, este lugar,
tampoco si otros decidieron escapar
sin saber que, sus raíces, en algún momento,
los alcanzarán, –si ya no lo hicieron-.

Aquí hay un cielo interminable
cientos de pájaros
y árboles de brillante verde
que huelen a verano.

Y podemos decirnos cosas, discutir,
confrontar, reconciliarnos,

confesar, a quien sea, lo que fuera,

lo que dolió,
lo que duele,
lo que no.

¡Importa ser libres!

importa el derecho a decidir qué hacer,
de qué hablar, qué escoger,
con quién compartir cada instancia
o no compartirla, -salvo con nosotros-.

Importan nuestros sueños,
por sobre todo;

pensemos que en algunos sitios
se olvidaron de soñar
apenas, duermen, si es que pueden
si el temor a esas bombas que pueden alcanzarlos
se los permiten.

Pensemos
que tenemos tanto para pensar, para proponer,
para crear,
tanta gente a quien amar,
tantos paseos alrededor de ese lago sembrado de patos
y tantos otros lugares por conocer, por disfrutar;

¡Tanto menos que lamentar!

Claro que tenemos nuestras pérdidas,
que tenemos nuestros muertos

pero una parte de ellos quedó en nosotros,

así, como un fragmento, -quizás, algo más-, de este escrito
le pertenecerá mañana a alguno, algunos otros

y cada vez menos

a mí.

lunes, noviembre 25, 2019

Tus ojos, inimitables

Otra vez
la noche.

Y seguirá repitiéndose
ese traspaso

de la luz a la oscuridad
de la pequeña certeza de tus palabras,
de su poder mágico

al silencio
de ruidos intolerables.

Así, sigue sucediendo.

Hay días en que se tolera mejor
esta insistencia del tiempo en no reunirnos;

hay días en que el día no se distancia tanto de la noche
y entonces no sé si estoy despierta o dormida

cuando te sueño, te imagino de mil maneras
abrazado a mi alma
que no se cansa de buscarte.

Hay días en que no es tan gris
la existencia

que parece que algo va a ocurrir

y nada.

Y otra vez calculo las horas que nos separan,
cuando aquí muere la tarde
cuando tu noche ya es profunda y calma.

Hay días.

Me obligo a no pensar en tus ojos, inimitables
mirando a otros que apenas te distinguen;

en tanto, los míos
ya no pueden verte.

Llegó la noche,
la noche profunda

sin calma.

Un yo que ya no puede esperar

Si permitiéramos

si permitiera

que el corazón
decida, señale, avise,

si le prestáramos,
si le prestara
la atención, ignorada
que tanto reclama

todo sería
muy pero muy distinto.

Para mí,

para quien sea.

La cabeza manipula
datos y más datos,
no enreda, nos marea, nos perturba:

que si conviene,
que si esto es o no lo indicado,
que si uno está grande,
que no olvidemos cuánto hemos sufrido;

que tenemos que cuidarnos,
no confiar en alguien, así como así,
desoír el llamado interior,
no extraviarnos en su red de mentiras;

así, insiste e insiste:

llamar a esa persona
nos quitaría dignidad,
nos volvería débiles,
vulnerables al engaño,

que si "cayéramos" en ciertas garras
al tiempo, seríamos abandonados
y nos convertiríamos en un despojo;

todo eso, y mucho más
nos arroja la mente inquieta, paranoica,

cuando solo
basta con detenerse,

frenarla, de algún modo,
susurrarle canciones que la suavicen,

que le den ánimo,
que la calmen...

para entonces,
dar rienda más que suelta

a todo lo que se siente aquí,
en el medio del pecho,

aquí mismo,
¿lo ven?

no es una tremenda empresa,
no es una cima inalcanzable,

no es una misión ultra-imposible;

solo sentir y permitírnoslo,

y hacer, actuar, decir
todo lo que nos de la gana,

más allá de lo que resulte,
más allá de un posible fracaso,

¡más allá del no,
está ese sí, tan ansiado!

¡la cabeza nunca va a entender esto!

no será hoy,
tampoco, mañana,
ni en una semana,
un mes, ni un año;

quizás,

deba pasar, todavía, un periodo muy extenso
para que ese sueño abandone el inconsciente
-no tan inconsciente-

y se vuelva tangible,

¡y no vamos a poder creerlo!

luego de atravesar ese agobiante tránsito
rumiando y rumiando sobre si es "lo que corresponde"
hacer lo que sea que deseemos hacer,

temiendo, temiendo al máximo
el arrojar esas palabras tan guardadas,
para que nadie las lea,
para que nadie sepa

que tenemos la fuerza
para enfrentar, como sea,

hasta lo inimaginable;

aun, conscientes
del costo que nos implicaría;

para que nadie
nos diga: "te lo dije, te avisé"

¿acaso, importa
lo que otros nos aconsejen?

hay un yo
triste y solo,

cual pequeña planta,
solo requiere riego, dedicación,

¡amor!

hay un yo
oculto al mundo

que ya no puede esperar,

que morirá

sin revelar
su gran deseo,
su necesidad imperiosa,

¡su verdad!

hay tiempo todavía,
muchos tenemos ese precioso tiempo.

No lo desperdiciemos

enlodando al cerebro con terribles negaciones,
traducidas en pensamientos tenebrosos,
portadores de miedos, casi siempre, inútiles.

No lleguemos al final

con el corazón sin estrenar.



domingo, noviembre 24, 2019

La persistencia silente de la naturaleza

Es un "vamos",

es una mirada
todavía adormecida

hacia el horizonte,

sin dejarse detener
por las moles de cemento;

extender la vista
hacia las últimas nubes,

las que apenas,
se descubren
a lo lejos;

ellas
son, serán protagonistas

de otras historias.

por estos lados,
solo dos, tres nubes
blancas

y una franja, también blanca,
en medio del azul del cielo

y el pino
que soportó el viento más despiadado
sigue mostrándose fuerte, firme,

contrastando
con los árboles de menor tamaño.

Un retazo de la naturaleza,
aquí, desde aquí,

a pocos metros.

Y el más pequeño,
o uno de los más pequeños
-creo que ya les conté sobre mi pino-

sobrelleva
vientos, lluvias, granizo;

en ocasiones, se inclina tanto

que temo
por su supervivencia,

sin embargo...

la fortaleza,
en ocasiones,
se impone y mucho más
en los -en apariencia-, más débiles;

ellos pueden doblarse,
puede parecernos que sucumbirán,

que su aparente fragilidad
los hará derribarse fácilmente

pero no es así,

algunos son más fuertes
que los a simple vista,
"indestructibles";

no es la altura,
no es la frondosidad,
no es la antigüedad,

no es lo que se observa,
ni lo que se supone
o se teme;

caerá
quien tenga que caer,

quien no pueda más,

luego de luchar hasta el final,

frente a las tempestades
más devastadoras;

resistirá
quien crea en su capacidad de resistencia;

quien no permita que el espíritu
renuncie a su obstinada empresa,

la de ser el que sostiene

ante las dificultades,
ante las peores situaciones,
ante las pérdidas,

ante la supuesta derrota,
ante la inevitable tentación
de dejarse llevar,

de sucumbir,

de abandonar.

El pequeño pino,
pese a mis pesimistas vaticinios,

no bajará sus brazos verdes
tan fácilmente;

¡en la naturaleza
está todo!

también, el ejemplo,
la enseñanza

de esa persistencia silente,
generosa,

enfrentada a tantos altibajos climáticos;

¡enfrentada al propio hombre!,
-parte, indudable, de su mismo entorno-

el hombre

en su faceta más vil,

al punto de convertirse

en su más amenazante
enemigo.





sábado, noviembre 23, 2019

Prioridades

Fui en busca
de una nueva posibilidad,

intenté
que entendieras,
que coincidiéramos;

pretendí -¡error!-
traspasarte los recuerdos
tal como me llegaban,

me llegan

a la cabeza

¿o al corazón?

¡imponerte mi visión,
mis expectativas!

mi creencia absoluta,
inmanejable,

en que sería posible,
en que podría darse;

lo había imaginado,
planeado,

visualizado,

¡con detalles incluidos!

no conté con el detalle
más importante:

faltabas vos,
tu asentimiento;

nada de lo que imaginé
coincidió

o no exactamente,
con mis sueños,

con la idealización
que mi cabeza organizó

quizás,
para huir, un poco,

algo más,

de la agobiante
repetición de rituales,
palabras, comidas, hábitos,
calles, vistas, miradas, conversaciones,

compañías.

Quizás,

tan solo para soñar,
para volver a soñar

con que algo
podría cambiarse.

¡Creí, de algún modo
o de ese modo,
lograr la transformación de mi vida!

que alcanzaría con desearlo,
con todas mis fuerzas,
con toda esa engañosa convicción

que hasta para mí misma
resultó, finalmente,
exhaustiva!

no fue posible.

Supe, -sin querer reconocerlo-,
que jamás
volvería a repetirse aquello.

-ni siquiera,
algo similar-.

Sin embargo,

dejé que transcurrieran tres años,
desperdicié, como si supiera que me sobraran,
tres de mis preciosos años

insistiendo

y vos, poniendo tan poco,
poquísimo, de tu parte,

aunque sí formulabas promesas,
hablabas de venir y hacer esto, aquello,

de lo fuerte que era
eso que no sabías, no querías aceptar;

¡hasta alucinabas con alguno que otro escape
lejos de todo, de todos!

te preguntabas
o me preguntabas
si se trataba de enamoramiento,
amor, amistad...

al parecer, te preocupaba el rótulo
antes que el sentimiento,

antes que los aceleradísimos
latidos,

-al menos, en mi caso-,

con solo leer y releer
esas palabras

que creí verdaderas,
que creí realizables;

no sabía, juro que no sabía,
que podía manipularse
a alguien
con tanta facilidad;

fingir

para luego, cuando el otro sucumbe,
acepta, se entrega,
se decide

retirarse

por cobardía, por prejuicios,
por ausencia de empatía,

por tedio;

¡por no haber vibrado,
por no haberlo vivido
de verdad!

por haber sido un juego más,
como la ruleta;

pusiste la ficha
en el casillero equivocado

y temiste
perder el juego,

¡jugar era el único objetivo!

al asemejarse a la "realidad",
el juego perdió su sentido

entonces, diste todo por acabado.

Y yo...

¡imbécil!
seguí y seguí
escribiéndote

sin saber si me leías,

si lo leías todo
si no leías nada,

¡durante tres años más!

¡seis años perdidos,
seis años ignorándolo casi todo
a mi alrededor!

¡ignorándome!

hundida en ese ayer, pisoteado
que intenté
reverdecer:

me empecinaba en plantar nuevas, coloridas, flores
a pesar de que no sobrevivían,
¡ni sobrevivirían!
en terreno tan árido;

ni las flores,

ni el pasto seco,

ni el suelo agrietado,

supieron explicarme el por qué.

No tenían nada que explicar.

Todo se ve tan claro:

había ignorado, demasiado tiempo,
los avisos del alma;

bastaba
con priorizarla,

pues, el alma sabe

mucho más de lo que se cree.

viernes, noviembre 22, 2019

Pequeña, frente a tu inmensidad

Cuando despierto
luego de un sueño

con quien fue, es
muy muy importante,

parte fundamental
de mi vida

desde el principio,

no despierto triste,

me alegra
poder verlo, de nuevo;

siquiera, un momento,
así, esté segura o casi
de que podría tener que ver
con el inconsciente

pero ¿quién sabe?

y siempre preocupado
¡y ocupado!

en mí;

¡yo, siempre tan pequeña
frente a su inmensidad!

todos, tan pequeños,
mi madre, asintiendo,
cuidando su abrigo amarillo;

mi hermano,
el de tan pocas palabras,
(tal vez, porque yo me quedé con todas);

y ese gran hombre,
mi padre, por supuesto,

atento a mi alimentación,
acá, allá, donde sea:

comé esto, vos comé,
después hablamos
pero comé;

te desesperaba
mi tan exiguo apetito,

¡pobre papá!

¡recuerdo cuánto me fastidiaba, entonces,
esa insistencia!

hoy entiendo,
lo entiendo todo,

aprendí, con el tiempo
que el cariño, el de verdad
pasa por eso,

no son solo palabras lindas;

significa interesarnos, realmente,
en alguien,
pensar en su salud,
en su bien, en su felicidad,

más allá de nosotros.

gracias por aparecerte,
-si eso fue lo que sucedió-

para recordarme

que tengo que ocuparme
de mí,

alimentarme
y no solo de comida,

alimentarme
de afectos, de abrazos,
de conversaciones,

de esperanzas,
de sueños,

no querés mi muerte,
papá

ni aún, estando vos vaya a saber dónde;

eso se parece en mucho
al amor más profundo.

Espero que no sea todo tan oscuro
por esos sitios,

o tal vez, tu alma sea parte de ese árbol,
o del pájaro que me visita cada tanto,

a los que observo, perpleja,
olvidándome del resto;

no quiero que estés tan asustado,
no, no más,

que nada más te perturbe,
que tu descanso sea el que merecés;

yo intentaré
cuidarme un poco más,

lo intentaré
día tras día,

lo prometo

si me prometés
no preocuparte,

no más.

jueves, noviembre 21, 2019

La grandeza

La grandeza

no se ve,
no se percibe

en los logros,
en el éxito,

en la concreción
de un amor;

en fin,

en los momentos
felices, despreocupados,
casi o sin problemas;

la grandeza

está en la pérdida,
en el desamparo,
en la enfermedad,
en el proceso de recuperación de esa dolencia,

en el olvido,
en el no-olvido,
en los fracasos,
en las pérdidas,

que en todo caso,
ayudan a despabilarnos;

la grandeza está

en ese desgarrarse
del alma,

en ese "a pesar de"
seguir, seguir, ¡seguir!

darnos uno, otro empuje, a cada rato,
cada mañana, cada tarde,
cada noche,

aunque cueste enormemente,

ya sé que tienta y demasiado
dejarlo todo, renunciar, abandonar la meta,
el camino, la idea, el sueño;

arrojarse a llorar
por los rincones,

solo sirve como alivio
¡y vaya si sirve!

para luego,

volver a nuestras cosas,
después de lo que sea
que hayamos pasado,
del sufrimiento, el miedo,
la decepción, el dolor,
el abandono;

lo que sea
que nos haya tocado;

volver

como si lo hiciéramos
luego de una convalescencia:

uno se siente raro, en principio,
como fuera de foco,

sin saber cómo, por dónde retomar,
cuál sería el punto inicial,
en qué instancia, en qué cuestión
se detuvo todo

para enfocarnos
en ese mal
que nos aquejó durante todo ese tiempo;

es de a poco;

sugiero empezar
mirando el cielo,

seguir con la mirada,
perderse entre las nubes blancas,
en su transcurrir,

adivinando rostros, otras formas;

luego,
mirar el lugar en que habitamos,

poner ese jarrón
en el lugar que nos parezca,

tal vez, desempolvar
muebles, adornos,

¡recuerdos!

para verlo todo
sin ocultamientos,
sin auto-engaños,

como es
de verdad;

observar nuestro rostro en el espejo
que hora tras hora,
día tras día,

irá recuperando el color,

¡y esa expresión,
ese entusiasmo!

en principio, incipiente,
apenas, un esbozo

para ir transformándose,

para transformarnos

y así, poder cambiar
siquiera en parte,

algo, a alguien,

una pequeña porción
del universo,

que pasado el tiempo
será más y más grande,
más y más contributiva;

pero
es de a poco,

es de a poco,

cada cual
con su ritmo,
con su propio proceso de re-adaptación,

hasta sanar

y volver a disparar,
por todas partes,

aquella explosiva,
incomparable,

¡contagiosa!

risa.






miércoles, noviembre 20, 2019

Río, canto, espero, desespero...lloro

Sé del beso
inaugural
de las mañanas;

también,

de dormirme
inmersa en el abrazo
que se percibe
infinito,

así,

se prolongue
apenas,
por un rato, un tiempo más;



de la pasión,
del amor,

de ambos,
al mismo tiempo;


de la vibración interna
que ocasiona
el abrazo a un árbol,

la caricia
al pétalo de una flor;

sé del olor
incomparable, refrescante

del pasto
cuando el rocío, la lluvia
lo visitan;

sé de cielos azules,
de cielos rosados y amarillos y naranjas
de nostálgicos atardeceres;

sé de cielos tormentosos,
de lluvias torrenciales,
temerarias;

sé de los veranos verdes,
del sol que quema,

asimismo, del que ilumina
y apenas roza,
en el otoño;

sé del otoño
como de ninguna otra estación,

de tantas hojas de tantos colores diversos,
¡terrible belleza natural!

sé del incomparable silencio
de los días más cortos,

del llamado al pensamiento,
a su expresión, a la creatividad

¿cómo no saber,
¡si sabré!
de los cafés humeantes,
de los vidrios empañados,

de los ocasionales libros
compañeros inigualables?

de las ideas que van surgiendo
y extendiéndose, casi sin proponérselo,
sobre el papel

para luego ser poemas,
cuentos,

¿importa?

sé bien de ese instante,
el instante perfecto,

el de la inspiración.

Sé de desamor, de olvido,
de creer que se olvidó
cuando no fue, no es tan así;

sé de insistencias inútiles,
sé de culpas, sé de arrepentimientos,

sé de mentiras,
sé de manipulaciones;

sé de obstinarse
en pugnar por algo
que muchos años antes acabó

y de lo arduo que resulta
al alma, al cuerpo,

aceptarlo.

Sé de ese repentino asombro
al no seguir extrañando,

al darse cuenta,
así, de pronto,

de que eso que tanto torturaba,
impedía continuar,

se superó;

sé de la paz
que se experimenta

en esa vuelta a uno,
a la propia historia

así, no se sepa o no se recuerde
en qué página se había abandonado;

sé de envidias, de malas intenciones,
de energías oscuras

que opacan
hacen tambalear,

dudar de todo,
temer a todo, ocultarse,

¡dejarse ir, de pronto,
pensar en la renuncia a todo,
en el auto-olvido,
en la auto-extinción!

sé de esas fuerzas,
habitan en muchos seres

algunos, lo saben,
otros, las derraman aquí y allá

sin tener idea de cuánto dañan.

Sé también y por suerte
de personas luminosas

reconozco que aunque me he resistido,
negado, -burlado, inclusive-

ante sus dichos, sus consejos,
sus palabras sabias,

con los años,
sus voces quedaron en mí,

las repito,
las parafraseo,

me acompañan,
me ayudan a sostenerme,

las agradezco.

Sé agradecer
ese apoyo, ese ¡vamos, vos podés!

es cierto que me cuesta, aún,
perdonar

en especial, a aquel que hurgó, hurgó y hurgó
hasta reabrir viejas heridas

que había creído sanadas;

pero en fin,

río, canto,
espero, desespero,
extraño, olvido,

resisto;

lloro, mucho,
de pena, de emoción,
de impotencia;

celebro e ignoro
indistintamente,

cada día,

según el humor,
las ganas, las perspectivas;

busco el amor,
así no lo evidencie,

siempre lo busco.

Tal vez, algo menos
que antes,

quizás,
de ese modo

un día
lo celebre,

¡lo grite!

sin miedos, sin reservas,
sin desconfianzas;

con todo mi ser,

aceptada como soy,
-aceptando, también-;

un sentimiento

absolutamente

entero.



martes, noviembre 19, 2019

Peor que la propia muerte

No podrán llevárselo todo,

jamás llegarán a aniquilar
esta incipiente ilusión de progreso,

de una buena vida,
una vida digna,

para nosotros,
para los que también lo prefieren así;

sin miedos,
sin monstruos amenazantes,

aquí, allá;

así, intenten, una, otra vez
imponernos
su pensamiento, su accionar

prepotente;

involucrarnos, -sin ser partícipes, claro-,
en la ciénaga de su ambición enfermiza;

que jamás se sacia;

tratarán, claro,

de hacerlo todo
para nublar toda esperanza,

refutar, absolutamente, nuestros sueños,
intentar que se nos olviden;

¡no, no lo conseguirán!

Nuestro espíritu
se sobrepondrá a ellos,
a quien sea,

no importa

si pagaremos
-y muy caro-, por ello;

no importa

si ni siquiera el arte,
nuestra poesía, nuestro canto

alcanza, alcanzaría
para que entendieran,

para que (¡ilusa!)
sus propósitos se revirtieran;

¿el hombre
creado por un dios,
un universo,
destinado a su auto-destrucción?

por mi parte,

seguiré imaginando, planeando,
navegando entre palabras,
sobrevolando esas calles,
-o lo que quede de ellas-,

creyendo posible, ¡muy posible!
un mundo, un país
en verdad, diferente,

en el que se eleven los ideales
en el que no repten por debajo del subsuelo;

en el que se pueda andar,
en paz, libres,

por aquí,
por allá;

decir esto, aquello,
¡gritarlo!

y que nadie, ¡nadie! selle las gargantas,
ni se proponga idiotizar nuestro discernimiento;

que ninguno,
¡ninguno!

siquiera, intente

convertirnos en estiércol;

no somos ni seremos lo bajo, lo vil,
no estamos, no estaremos inmersos
en la mugre de la acumulación,

del olvido de ser lo que somos,
de nuestra naturaleza

en pos

de objetivos
impiadosos, despreciables,

¡deshumanizados!

en los que la vida no entra,
no puede entrar,
ni debería;

¿y si lo hiciera?

si nos rindiéramos,

no dudo en que sería peor,
mucho peor

que la propia muerte.







lunes, noviembre 18, 2019

El principio de un final anticipado

Ni la sombra

de aquellos días:

veredas rotas,
sucias,

alcanzadas por débiles, quebradizas, ramas
de árboles de todo tipo,

añejos, secos,
desnudos, algunos, -varios-

que convirtieron al poco, nada evocado sitio
casi en impenetrable;

eso quedó.

Cual despojos de un incendio,
aquella intersección de calles

las calles de un principio,

el principio
de un final anticipado;

¡qué loco, hallar, aun en esos restos
nuestro primer refugio!

a nadie importa,
desde ya,

quiénes se amaron
por primera vez
en el ahora, lodazal;

nada inclina, siquiera,
a imaginar

que en un paraje tan sórdido
haya brotado un enamoramiento, un amor,
lo que haya sido;

de todos modos,
siempre paso;

no me importa
si se embarran las zapatillas,
si se engancha alguna de mis ropas
en una de las agonizantes ramas;

quizás, me impulse la ingenuidad de creer
en que podría surgir, de la nada, un ser mágico

y con alguna especie de varita
lograra reanimar tantas ausencias:

la del verde en las hojas,
en el pasto,

la del triste entramado de brazos roídos,
la de las veredas hechas pedazos,

las nuestras.

No hay manera,

no aparecerán seres celestiales,
-ni terrenales-

que se encarguen de esa transformación;

sería en vano
intentar, del modo en que sea,
un cambio

cuando pudimos cambiar nosotros
tantas cosas, antes
y mucho más que antes

y no;

no hay regreso
a la posibilidad de enmienda
de tantísimos errores,

a una conversación, siquiera, coherente;

no se hizo demasiado
o se hizo muy poco,

para la recuperación
de cuanto se había secado;

al igual que sucedió con este ámbito,

cementerio
de un otrora paraíso,

de un beso primigenio,
inigualable;

de los besos que vendrían luego,

de todo lo demás

que duró lo que duran
las grandes pasiones

y luego,

la ocasional
remembranza

que nos sorprende
o no tanto,

que nos devuelve,
siquiera, por un mínimo instante,

aquella olvidada,

inolvidable,
sonrisa

por lo que no insiste,

-así, persista-,

por lo que
seguirá, sigue

latiendo.



Una urgencia sofocada

Abrir los ojos
es, en sí misma,
una gran posibilidad;

una nueva visión,
un paisaje distinto al de ayer;

un grito nuevo
de una urgencia sofocada,

todo porque no nos cuestionaran;

¡al diablo con eso!

seremos hoy lo que siempre deseamos,
diremos hoy, ahora mismo
lo que nos viene a la cabeza, al corazón,
luego a la boca,

no callaremos esos insomnios,
todos sabrán de esos desvelos;

sabrán también de nuestras noches
de sueños irretornables,

sabrán

que estamos vivos
con ganas,
con fuerzas;

que sabemos,
podemos,
lo haremos

redireccionar

a todo eso que bulle
en nuestro interior,

que silenciamos,
desoímos,

al no confiar en su existencia;

no es fácil
reconocer lo que no se quiso, pudo
reconocer

por miedo, por vergüenza,
por inseguridad;

pero es el momento,
sino...¿cuándo lo será?

entonces, esta vez,
nada podrá detenernos,

nadie, ninguna persona,
recuerdo, consejo, argumento;

seremos
de verdad

lo que siempre
anidó y nunca se atrevió,

ya que no le dimos posibilidades,
no apostamos por ello;

salir y hacerlo,

salir y tomarlo,

salir,
enfrentar, decidir,

¡decir!

no importa si no resulta,
¡pero claro que resultará!

solo y nada menos
que amándonos,

¡amándonos, en serio,
no porque quede bien repetirlo,
ni porque deseemos convencernos!

solo y nada menos

que nosotros
junto a nosotros,

inseparables,
cómplices,
aliados,

sosteniéndonos,
levantándonos
ante las adversidades,

tomándonos de la mano
una, miles de veces,

arremetiendo frente a lo que sea,

hasta el final.

viernes, noviembre 15, 2019

De cuando nada parecía tocarme

Solía hacer de cualquier sitio
un paraíso;

no necesitaba
más que cerrar los ojos
-o ni siquiera-

y el universo
se sentaba a mis pies;

volaba
por esas calles, paisajes
humildes;

volaba
como si lo hiciera
posada sobre una alfombra mágica,

sobre el más imponente,
antiquísimo, reino;

nada parecía tocarme,

no me comparaba con nadie,

estaba orgullosa, inconscientemente,
de mí, de lo que era,
de lo que no;

de pronto,

los años me hacen revisarme,
me cuestiono lo que me parece
que hago mal,

lo que pienso,
lo que debería pensar o no;

a mí, que nunca me importó nada,
me importa lo que dicen los otros,
cómo, en qué forma
me califican;

¿un retroceso?

¿esta cuestión de los años, la experiencia
que te pone los puntos,

te hace observarte,
imaginarte distinta,

no considerarte el centro?

¿la juventud que va pasando
y no hay vuelta atrás?

hay cosas que sí me siguen gustando,
como esto de decirlo todo y más,
de no mentir seguridades, afectos;

de no fingir felicidades de plástico,

de no intentar, siquiera,
convencer a nadie de nada
que no sea cierto,
sobre mí, sobre lo que fuera;

en ese aspecto,
no cambié;

quisiera verlo todo
mucho más "lírico",

hallar la poesía,
vivir en estado de poesía,

con aquella proverbial ingenuidad,
en cada rincón, en todas partes;

quisiera

no pensar
que necesito un lugar preciso,
un motivo,
un estado de ánimo,

un amor que lo traspase todo,

un logro, ¡un puto logro!

el tiempo te enseña
pero te demanda,

¡te exige rendición de cuentas!

y nunca fui demasiado buena
con las matemáticas,

menos aún,

con las justificaciones.

jueves, noviembre 14, 2019

Una tarde incontable

Que esta tarde
no cuente;

que se demore
más de lo acostumbrado

el pensamiento
que, -ya sé-, lleva hacia atrás,

lleva hacia lo irremontable,
lo imposible
desde todo punto de vista;

pero bueno,

los primeros días de sol,
de calor

tienen la culpa.

Todo invita
a regocijarse en antiguos anhelos,

consuelos, tal vez,
de una inexistencia
que fue existencia,

que volvió a serlo
hasta que partió.

Una tarde más
carente de esas palabras
que muchas veces,

aunque, no todas,
recuperaban viejas ilusiones,

las renovaban,

las hacían vibrar,

¡se sentían con tal nitidez!

aun detrás de unos renglones,
aun en el blanco
que ardía al ser partícipe
de ese tan esperado
despliegue de pasión;

¡No, que esta tarde
no cuente!

la melancolía, empalagosa,
se me adhirió de nuevo

y cuesta o no quiero o no puedo
quitármela de encima;

la melancolía

tan solo un consuelo,

un vuelto
de aquello que ni imaginan
lo que fue, lo que pudo haber seguido siendo

y sin embargo...

salí
para no caer
de nuevo,

salí del encierro,
ví a toda esa gente,

preocupada,
ocupada en sus cosas,
pensando, quizás:
¿qué pasará? ¿cuánto durará
esta pseudo-tranquilidad?

¿cómo será el próximo verano?

llevando lo que pueden
en sus bolsos,

esto para tal o cual,
esto para la cena,
esto para mañana,

temiendo
siempre temiendo

que el dinero
no alcance.

Por eso, digo,

no cuenta esta tarde,

no si solo la ocupo
en recordarte,

mientras tantos sufren, padecen,
claman

aquí, allá, más lejos,
en todas partes,

no, de ningún modo
se justifica esta pena vana,

esta pérdida inútil, de energía,
de tiempo, de ganas

cuando todos esos años
no supimos nada,

¡nada, en absoluto!

el uno del otro;

para luego, al encontrarnos,
no saber cómo hacer, cómo seguir,

¡todas esas expectativas
derrumbadas por tremendo miedo!

no, esta tarde
definitivamente,
no debería contar

ni contarse

y lo que pasó
o no pasó,

muchísimo menos.








Escapes

Cada uno carga
con sus tristezas,

-a veces,
la valija es demasiado pesada-;

las lleva
de aquí para allá,

si se está atento,
se perciben,

se siente eso raro
en el estómago

¿o se trata del corazón?

¡Y las miradas!

apenas, dos palabras
y unos ojos diciéndolo todo,

si se sabe ver,
si se desea ver.

El caso es que me preguntó si fumaba,

como le dije que no
me pidió el cenicero
que estaba sobre mi mesa.

Se lo alcancé.

De pronto, me contó
que fuma mucho,
que toma
mucho,

que quizás, esté enferma,

lo arrojó así, nomás, como quien dice
"parece que va a llover";

pensé, entonces,
en mis propias cuestiones,

le comenté que soy adicta a los dulces,
tortas y esas cosas,

ella sonrió

y su sonrisa
se fundió con la mía,

el corazón
registró ese momento,
como tantos otros.

Me surgió, no sé por qué un "en definitiva,
somos humanos".

La joven asintió.

Luego se encerró
en su mundo virtual.

Hablaba en voz baja,
mientras no dejaba de fumar;

Quise desearle suerte, que le fuera bien,
¡qué se yo!

¡tan joven!

cuidate,
pude haberle dicho

pero no.

Ella miraba hacia el lado opuesto.

Entonces, pagué
y me levanté de la silla
rápidamente,

me escondí
entre la gente
que no dejaba de pasar y pasar;

de pronto, me hallé en esa antigua librería
esa en la que no se puede ver al vendedor
de tantos libros, ¡muchísimos!;

allí
supongo que me sentí a salvo,

entre volúmenes de todo tipo,
revistas,
nuevos, viejos,

miles de palabras, frases,
leídas o no.

Me sentí parte,

al menos, durante un rato, -tal vez, una hora-,
por eso inexplicablemente mágico
que reina en esos lugares,

las miserias, los temores,
las preocupaciones,

el vacío,

-el de todos, el de la joven,
 el mío-,

quedaron relegados.


martes, noviembre 12, 2019

Por aquel beso, por aquella tarde de lluvia

La hora
en que bajan las hadas

huye el espanto,

se silencian
las preocupaciones,

los infinitos ruidos
y aun, el propio silencio;

la hora

en que cabe
tenerte,
retozando en mi imaginación

solo un rato,

-no vaya a ser
que me habitúe
y luego...-

entonces,

podría ser por aquella frase,
por aquel beso al unísono,

por aquel otro beso,
ambos, impensados,

por aquella tarde de lluvia
en que los paraguas protegieron,
por si acaso

el secreto
que duró no demasiado;

resultó un festejo a viva voz,

una historia que muchos conocieron
o creyeron conocer,
o conocieron, en parte,

así, mucho tiempo después
la oscuridad la opacara

¿para siempre?

podría, si se me ocurriera,
regresar
al momento exacto de aquella aventura,

-el ocultarla
nos encendía más y más-;

puedo devolver a mi mente
la tardes de viejas películas,
en la tan famosa, entonces, Lavalle;

cuando salíamos
luego de haber visto
esa de Bergman

y fingíamos, mientras no podíamos parar de reír
que habíamos entendido algo;

-los otros hacían lo mismo-;

nosotros, en tanto, abrazados, seguíamos riendo,
más allá de la tarde invernal,
del café que se había enfriado,

del film con cero bajada de línea;

nada importaba,

como no importa demasiado
si aprovecho este rato
vacío de obligaciones, de preguntas,

de miradas inquisidoras;

sola y acompañada
por todo eso y mucho más

con el agregado
de lo que vos, no hace tanto
me hiciste recordar;

tu bagaje, el mío,

apenas, lo que queda
de un tiempo añejo,
ajado, descolorido

solo el eventual retorno mental,
espiritual,
de instantes precisos;

listo, es todo,
no quiero confundirme,

el presente me espera,
este es el lugar, esta es la casa,
la ventana, la mesa,

lo demás;

esta soy yo,

ese sos, serás vos;

lo que sucedió
no se repetirá,

a pesar de que se lo evoque
con toda la nostalgia,

aunque emocione
cada vez,

no deja de ser una reconstrucción
de ciertos detalles,
desde dos puntos de vista diferentes,

como si se tratara de aquella película,
la de Bergman,

incomprensible,

por ello, abierta
a más de una,

muchísimas
interpretaciones,

todas
absolutamente válidas.

Algo así,

lo que pasó,
pudo pasar
con nosotros,

amor,

algo así.




lunes, noviembre 11, 2019

Sueños que arrojen realidades

Lo guardo

donde ni yo misma
pueda hallarlo;

sin embargo,

sé que está allí,
muy próximo,

sé que no desea, no espera nada de mí,

tampoco yo espero nada,

sin embargo,

¿por qué
esa sensación,
privativa de una hora, en especial?

la hora de esos sueños
que no pudieron evadir
ni por un rato,
su nube onírica;

la hora de los imposibles,
de la cabeza, la piel, muy lejos del presente,
en tanto, el alma aúlla las mismas viejas historias,

reclama reiteradas
promesas

que no debí hacerle
nunca.

Claro que hay un sitio especial,

un cofre repleto de piedras preciosas,
sin dragones
custodiándolo;

dispuesto a abrirse,
dispuesto a volver a ofrecerse

para luego

cerrarse
con brusquedad,

a salvo de mis deseos,
de mi intensidad,

de esa ingenuidad
que aún me hace creer
en que algún día puede ser,

puedo, podría, podríamos...

pido milagros diurnos,
nocturnos,

sueños que sostengan
esas remanidas ilusiones,

que arrojen, finalmente,
realidades;

¡tan solo
una oportunidad!

pasa el tiempo

y me juro que ya no,
tarareo esas melodías que no te evocan,
ni lo harían;

invito a aquellos recuerdos
en los que no participaste,

imagino lugares a los que concurrí
sola, con otras personas;

pero siempre estás,
¡siempre!

y vuelvo, cada tanto,

insisto
en reabrir el inmenso tesoro
sin resguardo

mas, apenas lo hago
tengo que quitar, enseguida,
las manos,
el corazón,
las expectativas, las ganas,

antes de que
se cierre de golpe

pero esta vez

no haya salvación.


El juego en que todos ganaríamos

Si cedemos
en lo básico,

si empezamos
por lo más importante:

la conciliación,

el aceptar al otro,

-así, nos molesten,
nos enojen
ciertas actitudes,
pensamientos, ideologías, hábitos-;

aceptarlo

para ser aceptados.

No parece tan complicado,

sin embargo...

nos cuesta, cuesta a todos
o a varios

abandonar
ciertas precámbricas posturas,

¿heredadas?
¿adquiridas
con los años?;

nos resulta tan difícil
abandonar pre-conceptos,
muchísimos prejuicios,

revisarlos, modificarlos,

observarnos desde lejos
como si no fuéramos nosotros,

para descubrir, en verdad
quiénes somos,
por qué somos como somos,
por qué pensamos como lo hacemos,

por qué nos consideramos
los poseedores exclusivos de las grandes verdades,

por qué juzgamos,
despreciamos, discriminamos.

Sucede en todos los ámbitos,
actividades,

en cualquier intercambio

¿humano?

este es el fundamento:
nuestra humanidad,

no deberíamos permitir
que se denigre,

no deberíamos
deshumanizarnos,
volvernos bestias
en el peor de los sentidos;

así, digan, hagan, procedan
contrariamente a nuestras maneras,
a nuestra visión;

ver al otro
como a un igual,

recordemos cuando éramos chicos:
-al menos, en un tiempo-,

no se veía al otro como a un ser aparte,
no importaban diferencias físicas, actitudes distintas,
costumbres diversas,
situaciones económicas dispares;

no se menospreciaba a nadie por ningún motivo,

todos éramos compañeros,
todos se integraban sin cuestionamientos,
sin requisitos predeterminados;

-así, en algunos casos,
no compartiéramos el mismo grupo de amigos-;

existía el respeto,
tácito, incorporado,

no solo por aprendizaje,
por conciencia, empatía,

por amor,

pues, de eso se trata
y antes que nada.

No es posible
vivir odiando
al que colocamos en el sitial del "diferente";

¡en las diferencias
está el aprendizaje, el intercambio,
el enriquecimiento de cada persona!

éramos chicos, -dirán-,

pero sabíamos,
inocentes o no tanto,
de qué se trataba.

Sabíamos que el juego
era un juego en común,

las risas, la complicidad
de y para todos,

¡la felicidad!

pues era, sería el basamento
-confío en que algún día lo será-
de un juego mayor:
el juego de absolutamente todos,

sin diferencias, sin reglas que separen,
sin desigualdades
que aíslan,

que generan disputas, resentimientos,
venganzas,

¡guerras!

¡sería, ni más, ni menos, el juego de todos los juegos!

el juego de las personas,
sin distinciones,

de la confraternidad, de la unión,
del poder intercambiar, compartir,
el juego del abrazo, de la integración, del afecto!

el juego en que ninguno perdería,
ni se sentiría el perdedor,

¡el juego
en que todos seríamos y nos sentiríamos ganadores!

¡el juego de la vida!



domingo, noviembre 10, 2019

El último beso del sol

La tarde
comienza a arroparse
con su edredón de colores;

apenas,
alguno que otro sonido:

un lejano rugir de algún motor,
una voz,

el canto, tardío,
de algún pájaro;

la noche se acerca

¡si nos diéramos cuenta!

otro día acaba

y las mismas inquietudes,
las mismas preguntas,
los mismos problemas

vacían nuestro cofre
de ilusiones,

desarman nuestro collage
de fantasías;

(pero habrá un mañana,
lo sabemos).

Pasa el tren
con su habitual rugido,

se interrumpe
esa quietud inusual,

-la sobrecogedora ausencia
de los ruidos semanales-.

Domingo.

Finaliza
el segundo día de descanso;

otro domingo,
otro segundo día de descanso.

Nadie quiere volver
a casa,

nadie

enfrentarse a ese lunes
de lluvia o de sol,

-como sea,
aborrecido-;

entre las teclas,
los papeles,

deambulan
letras, palabras

las que antes tintinearon
dentro de la cabeza;

no hay, para ellas, días laborales,
ni días de fiesta;

siempre atentas,
siempre inquietas

las emociones no se detienen,
ni las miradas que parten hacia cualquier parte,
hacia ninguna,

la observación,
el sentir, el pensamiento

siempre alertas,
ávidos, apresurados;

los blancos,
vírgenes
de significantes,

con
sin
significado;

lo cierto
es que será otra noche de luna llena:

puedo imaginarla
colocándose el vestido,

puedo ver cómo descubre, poco a poco,
sus hombros,

-el sol
ya le dio el último beso-;

el majestuoso coro de estrellas
ensaya su número

pues, falta muy poco

para el arribo de la inexorable,

sensual

oscuridad.






Así, tiente el insistir en aquel abrigo

Cuando entro
en "modo desesperación"

ahí está el pasado,
siempre al acecho,

con su clásico olor naftalínico,
con su discurso medieval,

su falta de nuevos retos,
la ausencia de proyectos,

de aspiraciones,
de nuevas perspectivas;

cuando caigo,
por casualidad
-o por alguna causa-

en ese lastimoso
modo,

auto-convencida

de que todo es basura,
de que nada me suma,
nada me motiva,
nada me inclina al hacer,
al decir, al crear

juro que me detesto.

Y todo comienza a parecerse mucho
pero mucho, ¿eh?
a una demasiada larga agonía,

así dure uno, dos días,
una semana;

no,

definitivamente,

no al pasado;

pues, así haya sido,
en algunos aspectos,
meros detalles, gestos,

maravilloso,
-en gran parte, por su caducidad-,

no refleja en absoluto
lo que hoy somos,
lo que hoy vivimos, aspiramos,
a lo que hoy apuntamos;

no quiero envejecer
en ese tejido de telarañas,

no quiero oler
a humedad, a rancio,

agusanarme,

inmersa en la idea absurda
de que aquello era lo mejor,
de que sería bueno que regresara,

se trate de un objeto,
un hábito, una comida,
un lugar, una salida,
una persona, un sentimiento,

una mentira de sentimiento;

pues, todo remite al olvido,
a la apestosa nostalgia

que tantas veces
nos atrapa con sus garras ruinosas;

por eso,

es preciso estar atenta,
estar atentos:

así, tiente el insistir
en aquel abrigo
que no lo fue tanto

-y si lo fue,
hoy no alcanza-,

esa debilidad
nos detiene,

nos impide crecer,
interrumpe nuestros procesos,

dilata nuestro tiempo,
este segundo, que será minuto,
hora, día, mes

¡este es nuestro momento
para ser!

no hay más que pensar

no hay que temer

salvo cuando se ancla
en lo ya vivido,

cuando se intenta reciclar
lo antiguo, gastado, desteñido

y entonces, nuestro mundo se reduce
a una única tarea:
la de simples recolectores;

de ese modo,
no habría posibilidad,

pensamos en que no habría posibilidad
de nada nuevo,

nada que invite,
que tiente, que arda
en nuestro interior.

En el universo del pasado
ya no queda nada
por rescatar,

tan solo
destrucción, ruinas,

¡muerte!

sábado, noviembre 09, 2019

La idea de lo perdido

El mundo está
detrás de la ventana:

los murmullos,
los gritos,
los ladridos,

las envidias,
la rabia contenida,
la incontenible,

la violencia;

también,
el resplandor verde,

el eterno palpitar
de cada ser viviente,

los ruidos molestos,

también, los cantos de todos esos pájaros.

Todo está
detrás de la ventana,

de tantas otras;

basta con asomarse,
con ir hacia...

en pos de hallar el incentivo
aun, en lo más sórdido,

aun, en la miseria de tantos,

en la tristeza, el temor,
la desesperación

en las miradas;

el incentivo
podría ser tener disponible
esa sonrisa,

esa palabra,
la voz consoladora,

la devolución silenciosa

de ese deseo,
esa expectativa,
ese interés,

¡esa pasión!

abandonadas
en el rincón opaco del olvido;

el incentivo,
en la danza seductora
de tantos arbustos, árboles,
pequeñas plantas,

en la hierba
que emite destellos
en los días soleados;

el incentivo,

en no persistir
en la idea de lo perdido

si bien se ha perdido,
cosas,
personas,

ilusiones;

en retomar
el contacto con lo tangible,
con lo que nos convoca,

mucho más a nuestro alcance
de lo que nos lo permitimos,

mucho más cercano
de lo que lo imaginamos;

no se trata
de un regreso a lo que ya fue;

se trata
de la capacidad de percibir

hoy

en tiempos difíciles,
-siempre los hubo,
los habrá-

el roce el aire fresco
sobre la piel,
el ardor del sol,
las misteriosas formas de la luna,

el perfume, incitante, de la flor,

perfume que no a todos
alcanza, invade

de igual manera.

jueves, noviembre 07, 2019

Al descubierto

Atento

únicamente
a cuidarte de mí;

¡increíblemente,
yo soy, según como lo ves
o creés,
el mayor peligro!

el miedo a sentir
lo es.

No te confundas,
amigo,

lo nuestro o lo que fue nuestro
hace siglos

quedó allí,

en los pasadizos oscuros
de lo extinto;

en esas calles,
en esas esquinas,

algunas sobrevivieron,
otras, no;

en esos bares,
algunos siguen estando,
otros, no;

no hay nada que temer
más que a tu alma;

pues, la verdad
está allí:

por eso,
te alejás,
te ocultás

de su poder magnético,
de su vibrar incesante;

y buscás en la cabeza,
buscás razonarlo

y todo indica,

tu mente te asegura
que está bien así,

que todo vuelve, siempre,
al orden ¿natural?

enquistados,
destartalados

tus sueños

rehenes en ese sitio
al que no acudirías,

aun
sintiendo eso que sentís,

¡así, te ahogaras
en ese pseudo-sentimiento!

cuando la misma cabeza
que te apoya, te consuela,

te regresa
a esas sensaciones,

imágenes
que querés borrar,

¡que hiciste, hacés todo
por extinguir!

y seguís,

¿seguís?

¡deteniendo, secando
con la mano, como sea
alguna que otra inoportuna,
putísima lágrima!

antes de que se deslice,

antes de que alguien
la vea

y entonces, descubra,

¡desenmascare!

tu tan agonizante

simulacro.






miércoles, noviembre 06, 2019

Sueños que enamoren

Sueños de miedo,

sueños que dan miedo,

los llaman pesadillas
¡y claro que pesan!

sueños despiadados,

se recuerdan
durante casi todo el día;

no quiero más
sueños de miedo,

¡no quiero más
tenerles, tener miedo!

quiero regresar
a los sueños que me transportaban
a cualquier sitio, cualquier amor,

cualquier beso, cualquier locura,
cualquier sensación;

sueños
de los que no se deseaba, no se desea
despertar;

¡sí, volver a esos sueños!

jóvenes,
frescos,
luminosos,

que animen,
ayuden a enfrentarlo todo,

sueños que enamoren
y vuelvan, vuelvan
¡y vuelvan!
a enamorar;

que reconcilien con la vida,
con la ilusión
de que sucederá,

¡de que alguna vez
lo más anhelado sucederá!

sueños, por cierto, alentadores,

sueños que sean canciones, cuentos de hadas,
melodías, lugares,
paisajes recordados,

¡nuevos paisajes!

sueños por escrito,
sueños en pinceladas,

sueños en que se concreten,
-como si se tratara de una vida paralela-

nuestros más ansiados sueños,

los sueños que soñamos,
los que insistimos en seguir soñando,

sueños
a los que, despiertos,

jamás renunciaremos.


martes, noviembre 05, 2019

Al margen de lo más importante

Nos olvidamos
de tanto

por ocuparnos
-y preocuparnos-

en criticar,
detestar,
depositar las culpas en otros;

parece que nos empecináramos
en no dejar de hurgar
en todo aquello que nos hizo daño,

-olvidándonos que nosotros
tuvimos que ver en ello-

y no perdonar,
o fingirlo, por un rato

pero no.

Así, vivimos al margen
de lo más importante:

de todas las personas, los bienes (no solo materiales)
que muchos tenemos:

salud, amor,
increíbles cielos azules,

amaneceres
irrepetibles,

atardeceres
impactantemente nostálgicos;

arboledas
que refrescan el verano,

que embeben en colores
tantos otoños;

un sol
que estira sus brazos,

que nos convoca;

pero seguimos

insistimos en destruirnos
el uno al otro;

mentira que deseamos conciliar,
mentira que hacemos algo por aceptar

a quien sea,
como sea;

nos enclaustramos
en nuestras ideas, -muchas veces falaces-,

nos dedicamos
a espiar vidas ajenas

a comparar,

a envidiar, celar;

¿qué sucedió?

nos reuníamos
en familia,
con quien fuera;

había códigos,
había acuerdos, comprensión,
abrazos,

buenos deseos;

había amistades
verdaderas,

-no de las que hay que cuidarse-,

había palabras
que tenían un real significado,

no de las que se arrojan, como si tal,
portadoras de sentimientos inexistentes,
malintencionados;

se decía amor,
se decía amigo,
se decía te quiero,
te extraño,

pensé en vos,
me acordé de ese día...

y era cierto,

o lo era, al menos,
por el tiempo que durara

(pues todo,
sabemos,

tiene su tiempo
comienza, transcurre
y un día acaba);

hoy

no se sabe
quién te juzga,
quién intenta ayudarte,

¡quién es de verdad,
quién se oculta detrás de alguna máscara
o de varias!

estamos tan pero tan confundidos,

por eso, la distancia,
la voz de lejos,

los desencuentros,

los encuentros fallidos;

por eso,

el desamor.

Ni el odio tiene aquella fuerza,
ni la rabia, aquel poder aniquilador:

en este mundo
cada vez más insulso, aburrido,
insensible

violento por la violencia en sí,

¡fatalmente inhumano!

todo da igual,

poco, nada importa

o a eso
se juega.

domingo, noviembre 03, 2019

¿Si solo fuera porque tengo ganas?

Después de todo,
de tanto,

¿qué pasaría?

¿acaso, una rosa
pregunta a sus ramas,
a otras plantas,
si puede florecer
o cómo debería florecer?

¿acaso, el sol
pregunta a la luna
si ese día debería brillar
en todo su esplendor

o aparecerse, apenas,
como un débil fulgor,
casi imperceptible?

¿acaso, el árbol,
consulta a otros de su especie, de otras,
si es o no el momento de florecer,

si les parece bien
que sus preciosos tesoros
se les anticipen?

¿por qué debería entonces
justificarme
solo por pensar en vos,

solo por recordarte,

solo por escribirte dos, tres palabras
que ni siquiera leés

o lo hacés
sin que me entere?

¿acaso, me preguntaste
si estaba lista
aquel día, aquel inolvidable
-por tristísimo-
día?

¿acaso, te importaron
mis preguntas, mi cabeza, estallando,
mis dudas,
tu falta de respuestas,

¡y ese miedo,
mucho, demasiado miedo!

mi corazón,
convertido en despojo,

todas mis ilusiones,
todos mis sueños

deslizándose por el precipicio
de una de las más insoportables decepciones,

al confirmarse
una certeza anticipada

y aun así...

mi yo, hundiéndose
en lo más bajo,

sumido, por completo, en el más patético, -aunque inevitable-
derrumbe de mi autoestima?

por eso,

no tengo nada que preguntarte,
nada que de todos modos,
jamás responderías;

si así lo deseara,
mis palabras volverían
a intentar ser leídas,

mi voz,
a ser oída,

mis razones,
mi lucha interior,

lo que me llevó tanto tiempo,
años,
superar

llegaría, al fin, a tu conocimiento;

lo hará,
hallaré la forma,

hallaré el medio,
la persona, el camino,

ni vos, siquiera, imaginás
cuánto daño
llegaste a ocasionarme;

¿y pretendés
que no aparezca más,

que no haga lo único
que me quita por un rato
la ira,
ese maldito recuerdo

que me envenena,
me suprime,
me despersonaliza,

me arroja a lo peor de mí,

cada vez
que por la razón que sea:

(si llueve, si es domingo,
si es domingo y también llueve,

si me pareció verte
por una calle que seguramente, odiarías,
que ya no te pertenece;

si descubro a una pareja
besándose así, tan intensamente,
como lo hacíamos,
etc etc y etc)?

en fin,

si solo fuera
porque tengo ganas,

si solo fuera por intentar cubrir
estas horas vacías,

para aliviar, por un momento,
esa sensación de ahogo,
de opresión en el estómago,

supongo
que tendría sentido.
.................................................

Ya está.

Fue breve,
no te quejes,

no pongas el visto,
no contestes,

no espero nada.

No, ya no.





viernes, noviembre 01, 2019

Lo mejor que tuve

Sus días,
todos de fiesta;

cada aspecto de su existir,
así se tratara del detalle más insignificante,

cada ritual cotidiano,
cada café, cada cuchara de azúcar,
cada alimento, cada sabor,

cada aroma, gesto,
apretón de manos,
palabra, conversación,
abrazo, lo que fuera,

le significaban
mucho más que a tantos,

muchísimo más que a mí.

Nadie como él
para hacer, hacerme reír;

así, todo le saliera mal,
así, haya sabido siempre que nunca lo quise
como quizás, él me quiso;

cada instancia,
cada vivencia,

lo eran todo

eran el día
y muchos otros días;

aun en el recuerdo
sigo estando,
lo sé, -me lo hace saber-,
entre lo más preciado;

sé que se alegra enormemente por esas dos o tres palabras
ocasionales,

ni siquiera mi voz,
o cada tanto,
muy cada tanto;

él fue, probablemente,
-como alguien me dijo alguna vez-,
lo más sano,
el vínculo más importante,

el que me hizo bien,

pues sabía escuchar cada uno de mis jóvenes relatos,
así, los considerara inocentes, entonces,
así, me supiera algo ingenua, en esos tiempos;

él fue, es
un amigo de verdad;

él fue un amante
como pocos,

pues, no se trataba solo de sexo,
había condimentos, complicidad,
intercambio;

ganas inmensas, mutuas
de hacer feliz al otro,

más allá del egoísmo
del propio placer;

él sigue siendo

lo mejor que tuve,

los años me hacen darme cuenta,
me hacen valorarlo, reconocerlo;

fue grande,
en tamaño, peso, altura;

fue grande,
en bondad, en generosidad,
en paciencia,
en demostración de afectos,

-lo es todavía-;

sorprende re-descubrir
luego de tantos años,
ese amor
por todo, absolutamente,

un amor, profundo,
sincero, diría, instintivo

su amor voraz,
generoso

por las personas,
también por mí,
por todos,

por todo;

un amor, incondicional,
¡un amor, en serio, incondicional!

una actitud permanente
de agradecimiento,

su homenaje

diario

a la vida.

Cristina Del Gaudio

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