viernes, noviembre 29, 2019

Ver el backstage

Alguien

que me convenciera
de que algo
sería posible;

alguien

con un argumento eficaz
ante lo que parece ser
la derrota de la humanidad

o su pérdida;

el derrumbe de los valores,
la banalización de lo importante,
la exaltación de lo trivial;

alguien, algo

que pudiera devolverme,
ayudarme a recuperar
las ganas ¡esas ganas!

algo, alguien

que tuviera ese abrazo a mano

y que dijera, por ejemplo:
no estás sola,
también me pasa,
también temo
también extraño,
también intento
no dejar de apostar

a un cambio,

a una transformación
radical;

a una confraternidad
que no signifique intereses
políticos, económicos;

una confraternidad universal,
una larga, larguísima cadena
de amistad,
de complicidad

que no la detuvieran
las distancias:

ni océanos, ni bosques,
ni montañas,
nada;

que lo atravesara
todo,

en pos de encender
tanto espíritu alicaído,

la llama de la vida

que entre todos,
extinguimos,

sin darnos cuenta,
dándonos cuenta.

Necesito
saber

si hay otros
que ven el backstage;

que saben que lo que se muestra,
lo que pretenden hacernos ver, creer, pensar

es mentira.

¡quiero personas
de verdad, francas, honestas,

que me ofrecieran y a todos los demás,
lo que tienen,
lo que pueden,

de corazón!

¡quiero ser parte de esas personas!

decirles, hacerles saber,
asegurarles

que no están solos,

que veo, sé, me doy cuenta,

que no todos
nos resignamos a pasar,
a no pensar, no cuestionar,

con la más absoluta indolencia;

no todos nos conformamos
con el mero sobrevivir;

no todos tenemos ese resentimiento,
ese afán de destrucción, esa ira acumulada;

¡y no todos nos resignamos
al abandono de la lucha!

que muchos
aún, creemos en el amor,
con todo lo que la palabra implica;

en que lo que le pasa al otro
nos pasa también;

en que si todo sale mal,
estamos todos en lo mismo;

en que tenemos que cuidarnos,
considerarnos, entendernos,

tomarnos como somos,
ayudarnos a ser mucho mejores,

a no ceder,

a no claudicar;

a no darle el gusto
ni por un rato,

a los que insisten
en sumergirnos en el foso
de la angustia, del desconsuelo;

a los que se proponen
arrojarnos al impiadoso oleaje
del mar más temerario,

en pos de imposibilitarnos

la sola idea
del retorno.

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Cristina Del Gaudio

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