Atento
únicamente
a cuidarte de mí;
¡increíblemente,
yo soy, según como lo ves
o creés,
el mayor peligro!
el miedo a sentir
lo es.
No te confundas,
amigo,
lo nuestro o lo que fue nuestro
hace siglos
quedó allí,
en los pasadizos oscuros
de lo extinto;
en esas calles,
en esas esquinas,
algunas sobrevivieron,
otras, no;
en esos bares,
algunos siguen estando,
otros, no;
no hay nada que temer
más que a tu alma;
pues, la verdad
está allí:
por eso,
te alejás,
te ocultás
de su poder magnético,
de su vibrar incesante;
y buscás en la cabeza,
buscás razonarlo
y todo indica,
tu mente te asegura
que está bien así,
que todo vuelve, siempre,
al orden ¿natural?
enquistados,
destartalados
tus sueños
rehenes en ese sitio
al que no acudirías,
aun
sintiendo eso que sentís,
¡así, te ahogaras
en ese pseudo-sentimiento!
cuando la misma cabeza
que te apoya, te consuela,
te regresa
a esas sensaciones,
imágenes
que querés borrar,
¡que hiciste, hacés todo
por extinguir!
y seguís,
¿seguís?
¡deteniendo, secando
con la mano, como sea
alguna que otra inoportuna,
putísima lágrima!
antes de que se deslice,
antes de que alguien
la vea
y entonces, descubra,
¡desenmascare!
tu tan agonizante
simulacro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario