Sé del beso
inaugural
de las mañanas;
también,
de dormirme
inmersa en el abrazo
que se percibe
infinito,
así,
se prolongue
apenas,
por un rato, un tiempo más;
sé
de la pasión,
del amor,
de ambos,
al mismo tiempo;
sé
de la vibración interna
que ocasiona
el abrazo a un árbol,
la caricia
al pétalo de una flor;
sé del olor
incomparable, refrescante
del pasto
cuando el rocío, la lluvia
lo visitan;
sé de cielos azules,
de cielos rosados y amarillos y naranjas
de nostálgicos atardeceres;
sé de cielos tormentosos,
de lluvias torrenciales,
temerarias;
sé de los veranos verdes,
del sol que quema,
asimismo, del que ilumina
y apenas roza,
en el otoño;
sé del otoño
como de ninguna otra estación,
de tantas hojas de tantos colores diversos,
¡terrible belleza natural!
sé del incomparable silencio
de los días más cortos,
del llamado al pensamiento,
a su expresión, a la creatividad
¿cómo no saber,
¡si sabré!
de los cafés humeantes,
de los vidrios empañados,
de los ocasionales libros
compañeros inigualables?
de las ideas que van surgiendo
y extendiéndose, casi sin proponérselo,
sobre el papel
para luego ser poemas,
cuentos,
¿importa?
sé bien de ese instante,
el instante perfecto,
el de la inspiración.
Sé de desamor, de olvido,
de creer que se olvidó
cuando no fue, no es tan así;
sé de insistencias inútiles,
sé de culpas, sé de arrepentimientos,
sé de mentiras,
sé de manipulaciones;
sé de obstinarse
en pugnar por algo
que muchos años antes acabó
y de lo arduo que resulta
al alma, al cuerpo,
aceptarlo.
Sé de ese repentino asombro
al no seguir extrañando,
al darse cuenta,
así, de pronto,
de que eso que tanto torturaba,
impedía continuar,
se superó;
sé de la paz
que se experimenta
en esa vuelta a uno,
a la propia historia
así, no se sepa o no se recuerde
en qué página se había abandonado;
sé de envidias, de malas intenciones,
de energías oscuras
que opacan
hacen tambalear,
dudar de todo,
temer a todo, ocultarse,
¡dejarse ir, de pronto,
pensar en la renuncia a todo,
en el auto-olvido,
en la auto-extinción!
sé de esas fuerzas,
habitan en muchos seres
algunos, lo saben,
otros, las derraman aquí y allá
sin tener idea de cuánto dañan.
Sé también y por suerte
de personas luminosas
reconozco que aunque me he resistido,
negado, -burlado, inclusive-
ante sus dichos, sus consejos,
sus palabras sabias,
con los años,
sus voces quedaron en mí,
las repito,
las parafraseo,
me acompañan,
me ayudan a sostenerme,
las agradezco.
Sé agradecer
ese apoyo, ese ¡vamos, vos podés!
es cierto que me cuesta, aún,
perdonar
en especial, a aquel que hurgó, hurgó y hurgó
hasta reabrir viejas heridas
que había creído sanadas;
pero en fin,
río, canto,
espero, desespero,
extraño, olvido,
resisto;
lloro, mucho,
de pena, de emoción,
de impotencia;
celebro e ignoro
indistintamente,
cada día,
según el humor,
las ganas, las perspectivas;
busco el amor,
así no lo evidencie,
siempre lo busco.
Tal vez, algo menos
que antes,
quizás,
de ese modo
un día
lo celebre,
¡lo grite!
sin miedos, sin reservas,
sin desconfianzas;
con todo mi ser,
aceptada como soy,
-aceptando, también-;
un sentimiento
absolutamente
entero.
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