Que esta tarde
no cuente;
que se demore
más de lo acostumbrado
el pensamiento
que, -ya sé-, lleva hacia atrás,
lleva hacia lo irremontable,
lo imposible
desde todo punto de vista;
pero bueno,
los primeros días de sol,
de calor
tienen la culpa.
Todo invita
a regocijarse en antiguos anhelos,
consuelos, tal vez,
de una inexistencia
que fue existencia,
que volvió a serlo
hasta que partió.
Una tarde más
carente de esas palabras
que muchas veces,
aunque, no todas,
recuperaban viejas ilusiones,
las renovaban,
las hacían vibrar,
¡se sentían con tal nitidez!
aun detrás de unos renglones,
aun en el blanco
que ardía al ser partícipe
de ese tan esperado
despliegue de pasión;
¡No, que esta tarde
no cuente!
la melancolía, empalagosa,
se me adhirió de nuevo
y cuesta o no quiero o no puedo
quitármela de encima;
la melancolía
tan solo un consuelo,
un vuelto
de aquello que ni imaginan
lo que fue, lo que pudo haber seguido siendo
y sin embargo...
salí
para no caer
de nuevo,
salí del encierro,
ví a toda esa gente,
preocupada,
ocupada en sus cosas,
pensando, quizás:
¿qué pasará? ¿cuánto durará
esta pseudo-tranquilidad?
¿cómo será el próximo verano?
llevando lo que pueden
en sus bolsos,
esto para tal o cual,
esto para la cena,
esto para mañana,
temiendo
siempre temiendo
que el dinero
no alcance.
Por eso, digo,
no cuenta esta tarde,
no si solo la ocupo
en recordarte,
mientras tantos sufren, padecen,
claman
aquí, allá, más lejos,
en todas partes,
no, de ningún modo
se justifica esta pena vana,
esta pérdida inútil, de energía,
de tiempo, de ganas
cuando todos esos años
no supimos nada,
¡nada, en absoluto!
el uno del otro;
para luego, al encontrarnos,
no saber cómo hacer, cómo seguir,
¡todas esas expectativas
derrumbadas por tremendo miedo!
no, esta tarde
definitivamente,
no debería contar
ni contarse
y lo que pasó
o no pasó,
muchísimo menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario