Si permitiéramos
si permitiera
que el corazón
decida, señale, avise,
si le prestáramos,
si le prestara
la atención, ignorada
que tanto reclama
todo sería
muy pero muy distinto.
Para mí,
para quien sea.
La cabeza manipula
datos y más datos,
no enreda, nos marea, nos perturba:
que si conviene,
que si esto es o no lo indicado,
que si uno está grande,
que no olvidemos cuánto hemos sufrido;
que tenemos que cuidarnos,
no confiar en alguien, así como así,
desoír el llamado interior,
no extraviarnos en su red de mentiras;
así, insiste e insiste:
llamar a esa persona
nos quitaría dignidad,
nos volvería débiles,
vulnerables al engaño,
que si "cayéramos" en ciertas garras
al tiempo, seríamos abandonados
y nos convertiríamos en un despojo;
todo eso, y mucho más
nos arroja la mente inquieta, paranoica,
cuando solo
basta con detenerse,
frenarla, de algún modo,
susurrarle canciones que la suavicen,
que le den ánimo,
que la calmen...
para entonces,
dar rienda más que suelta
a todo lo que se siente aquí,
en el medio del pecho,
aquí mismo,
¿lo ven?
no es una tremenda empresa,
no es una cima inalcanzable,
no es una misión ultra-imposible;
solo sentir y permitírnoslo,
y hacer, actuar, decir
todo lo que nos de la gana,
más allá de lo que resulte,
más allá de un posible fracaso,
¡más allá del no,
está ese sí, tan ansiado!
¡la cabeza nunca va a entender esto!
no será hoy,
tampoco, mañana,
ni en una semana,
un mes, ni un año;
quizás,
deba pasar, todavía, un periodo muy extenso
para que ese sueño abandone el inconsciente
-no tan inconsciente-
y se vuelva tangible,
¡y no vamos a poder creerlo!
luego de atravesar ese agobiante tránsito
rumiando y rumiando sobre si es "lo que corresponde"
hacer lo que sea que deseemos hacer,
temiendo, temiendo al máximo
el arrojar esas palabras tan guardadas,
para que nadie las lea,
para que nadie sepa
que tenemos la fuerza
para enfrentar, como sea,
hasta lo inimaginable;
aun, conscientes
del costo que nos implicaría;
para que nadie
nos diga: "te lo dije, te avisé"
¿acaso, importa
lo que otros nos aconsejen?
hay un yo
triste y solo,
cual pequeña planta,
solo requiere riego, dedicación,
¡amor!
hay un yo
oculto al mundo
que ya no puede esperar,
que morirá
sin revelar
su gran deseo,
su necesidad imperiosa,
¡su verdad!
hay tiempo todavía,
muchos tenemos ese precioso tiempo.
No lo desperdiciemos
enlodando al cerebro con terribles negaciones,
traducidas en pensamientos tenebrosos,
portadores de miedos, casi siempre, inútiles.
No lleguemos al final
con el corazón sin estrenar.
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