Fui en busca
de una nueva posibilidad,
intenté
que entendieras,
que coincidiéramos;
pretendí -¡error!-
traspasarte los recuerdos
tal como me llegaban,
me llegan
a la cabeza
¿o al corazón?
¡imponerte mi visión,
mis expectativas!
mi creencia absoluta,
inmanejable,
en que sería posible,
en que podría darse;
lo había imaginado,
planeado,
visualizado,
¡con detalles incluidos!
no conté con el detalle
más importante:
faltabas vos,
tu asentimiento;
nada de lo que imaginé
coincidió
o no exactamente,
con mis sueños,
con la idealización
que mi cabeza organizó
quizás,
para huir, un poco,
algo más,
de la agobiante
repetición de rituales,
palabras, comidas, hábitos,
calles, vistas, miradas, conversaciones,
compañías.
Quizás,
tan solo para soñar,
para volver a soñar
con que algo
podría cambiarse.
¡Creí, de algún modo
o de ese modo,
lograr la transformación de mi vida!
que alcanzaría con desearlo,
con todas mis fuerzas,
con toda esa engañosa convicción
que hasta para mí misma
resultó, finalmente,
exhaustiva!
no fue posible.
Supe, -sin querer reconocerlo-,
que jamás
volvería a repetirse aquello.
-ni siquiera,
algo similar-.
Sin embargo,
dejé que transcurrieran tres años,
desperdicié, como si supiera que me sobraran,
tres de mis preciosos años
insistiendo
y vos, poniendo tan poco,
poquísimo, de tu parte,
aunque sí formulabas promesas,
hablabas de venir y hacer esto, aquello,
de lo fuerte que era
eso que no sabías, no querías aceptar;
¡hasta alucinabas con alguno que otro escape
lejos de todo, de todos!
te preguntabas
o me preguntabas
si se trataba de enamoramiento,
amor, amistad...
al parecer, te preocupaba el rótulo
antes que el sentimiento,
antes que los aceleradísimos
latidos,
-al menos, en mi caso-,
con solo leer y releer
esas palabras
que creí verdaderas,
que creí realizables;
no sabía, juro que no sabía,
que podía manipularse
a alguien
con tanta facilidad;
fingir
para luego, cuando el otro sucumbe,
acepta, se entrega,
se decide
retirarse
por cobardía, por prejuicios,
por ausencia de empatía,
por tedio;
¡por no haber vibrado,
por no haberlo vivido
de verdad!
por haber sido un juego más,
como la ruleta;
pusiste la ficha
en el casillero equivocado
y temiste
perder el juego,
¡jugar era el único objetivo!
al asemejarse a la "realidad",
el juego perdió su sentido
entonces, diste todo por acabado.
Y yo...
¡imbécil!
seguí y seguí
escribiéndote
sin saber si me leías,
si lo leías todo
si no leías nada,
¡durante tres años más!
¡seis años perdidos,
seis años ignorándolo casi todo
a mi alrededor!
¡ignorándome!
hundida en ese ayer, pisoteado
que intenté
reverdecer:
me empecinaba en plantar nuevas, coloridas, flores
a pesar de que no sobrevivían,
¡ni sobrevivirían!
en terreno tan árido;
ni las flores,
ni el pasto seco,
ni el suelo agrietado,
supieron explicarme el por qué.
No tenían nada que explicar.
Todo se ve tan claro:
había ignorado, demasiado tiempo,
los avisos del alma;
bastaba
con priorizarla,
pues, el alma sabe
mucho más de lo que se cree.
No hay comentarios:
Publicar un comentario