viernes, agosto 30, 2019

Sin ropas que nos oculten

Cuando se derribaron
casi todas las certezas;

cuando se dejó de idealizar
lo que en realidad,
nunca, siquiera, rozó ese "ideal";

cuando se toma conciencia,
se comprende, se observa,
detenidamente,

lo que hasta hace no tanto,
casi no se consideraba;

cuando el amor
deja de ser el objetivo

o mejor dicho, la persona, las personas
a las que instalamos

cual huéspedes, eternizados
de ese sitial
-o deseamos que lo hubieran sido-;

cuando a fin,
así, como somos,

con la cara lavada
frente al espejo,

no nos observamos
entrecerrando los ojos,

¡nos miramos!

¡sin vergüenzas, ni prejuicios,
tapujos, disimulos!

sin buscar
en esa imagen

a aquel, aquella
que fuimos,

que anhelamos
seguir siendo,

sino a el/la que somos,
con nuestras arrugas,
con alguno que otro defecto
o varios,

pero auténticos,

puede que no nos guste
en absoluto;

puede que nos afecte,
el alejarnos, finalmente,
de ese limbo

al que nos aferramos
durante años;

pero llegará el momento
en que NOS sonreiremos
al volver a descubrirnos,

como si se tratara de la primera vez;

poder enfrentar
esa existencia,
esas imperfecciones,
lo malo, lo bueno

que nos integra;

para salir al mundo
al descubierto,

no más hacer que somos
como en realidad no somos,

ni fuimos, ni seremos,
quizás;

con la postura firme,
en alto,

ante el muy lógico, dignísimo
propósito

de defender nuestra esencia,

de mostrarnos sin disimulos,
sin ropas que nos oculten,

¡desnudos!

Nada, en absoluto
que fingir;

en principio,
seremos tildados de locos,
observados como a personajes extraños,

quizás, con algún tipo de afección,
mal medicados;

pero se habituarán;

un día, seremos parte
del conjunto de invisibles,

aunque sabedores
de que para, por, con, frente a

nosotros

no lo seremos,

no más.

jueves, agosto 29, 2019

Hablar, escribir...de más

Para algunos,
una persona dificil,
incomprensible,

"un bicho raro";

para otros,
un bálsamo,

una enhebradora de palabras
justo justo
convenientes,

justo justo
coincidentes,

justo justo
catárticas;

ni lo uno,
ni lo otro;

se es
lo que se puede,

si se puede, un poquito más,
mejor,

depende;

se hace, también, lo que se puede,
a veces, se intenta hacer más,

en ocasiones,
daña,

en otras,
alimenta, llena el alma,
eleva la autoestima;

no hay nada, nadie,
en absoluto,

que pueda definirnos,
calificarnos de esto,
de aquello;

cuando ni nosotros
podemos afirmar:
soy este, soy así, seré aquello,
hice, hago, haré

lo que fuera;

¿acaso, sabemos qué ocurrirá,
con nuestros pensamientos,
con nuestra habla,
con nuestro discernimiento,

con nuestro decir, escribir,

anhelar, esperar,
desesperar?

no existe un calificativo
que pueda definirnos,
ni establecer qué, cómo somos
ni seremos;

para algunos,
su apoyo, su contención,
las letras que lo acompañan,

hasta su guía,
-lo que no me agrada, en absoluto-;

para otros,
alguien que habla o escribe de más,
que no sabe nada o poco

y habla o escribe de más,

que no vivió esto o aquello
y habla o escribe de más;

para algunos,

ese "de más"
es lo que les llega a la vista,
luego los llena por dentro,
los calma, los alivia,

los reconcilia,

da alimento
a su desconsuelo,

probablemente, los hace sentirse
menos solos,

hermanados con alguien
que podrá hablar, escribir de más,

pero habla, escribe
porque ha vivido,

ha soñado,
extinguido o intentado extinguir
sueños imposibles;

peleado
disputas perdidas de antemano;

llorado,
sin mirar a su alrededor,

en la ducha,
por la calle,
en oficinas, en bares,

sin que nadie
lo haya, siquiera, advertido;

hablo de más
escribo de más,

por lo de menos
que quizás, me hablaron,

por lo de menos
que, seguramente, me escribieron;

gracias por existir
humanos que me entienden,
hermanos, parientes de la vida,

gracias por su motivación,
su empuje

para poder seguir

hablando, escribiendo
de más

¡y mucho, muchísimo más!

todavía.


martes, agosto 27, 2019

Sin nosotros, nada serviría

Nadie debería sostener
un dolor semejante,
una espera absurda;

nadie,
bajo ningún concepto,

debería tolerar
lo intolerable,

el más obvio,
profundo,
desprecio,

la nada
en su más oscura, egoísta,
malévola,

expresión;

en el caso
de que esto nos sucediera,

sería imprescindible
hallar, con extrema urgencia,
la senda de regreso
a lo que éramos antes

de "eso"
en que permitimos
que nos convirtieran,

en que nos convertimos,
asintiendo, conveniente,
inconvenientemente;

y darnos cuenta
de lo que hicimos de nosotros,

de que debimos ocuparnos,
escucharnos,
tenernos en cuenta;

no temer, no haber temido
la aceptación de todas esas dudas,
miedos, errores;

cuidar nuestra salud,
nuestra cabeza,

nuestro corazón;

antes
de venirnos abajo,

entender
que sin nosotros,

o con nosotros
pero convertidos
en harapos inútiles,

-aunque útiles
para nuestros verdugos-;

nada,
ni la más miserable dádiva,
nos serviría;

ni promesas sin sustancia,
ni palabras que no tienen respaldo alguno,

ni sentimientos engañosos,
ni excusas

escondidas detrás de esa pulsión
por intentar huírle
a la soledad.

Cuando en la soledad,
tantas, muchas veces,

somos quienes somos,
de verdad,

entendemos, aceptamos,

volvemos a pensarnos,

volvemos a poner las expectativas
en nuestro empeño,
en nuestra fuerza;

-la mente, vaciada de las manipulaciones
de esas enfermas presencias-ausencias-;

entonces, los sueños,
-los nuestros-

se reinstalan,
se potencian,

nos devuelven
esa fe

que en ocasiones, por largo tiempo,

damos por perdida.

lunes, agosto 26, 2019

Vos, yo, una mujer, una pregunta, nada

¡Qué lindo sería:
uno, dos, tres saltos,

atravesar
toda la ciudad

y por allá, del otro lado,

adonde la vista no puede llegar,
tu rostro, tu sonrisa inigualable,
encendidos por este sol, incipiente,

un sol invernal
en retirada!

¡qué lindo,
no tener que explicar,
que no me expliques,

estrecharnos en un abrazo
muy, muy apretado,

del que no pudiéramos, no quisiéramos
separarnos!

qué lindo sería

volver a confiar,
volver a soñar,

a sentir todo aquello,
a vivir esa inmensa locura;

que los miedos,
las inseguridades,
se esfumaran,

que solo quedara
ese extraño, maravilloso
amor,

incomprensible, quizás,
difícil, torpe, complicado,

¡amor como pocos,
como ninguno!

pero hacen falta más de tres saltos,

y así, volara rumbo a tu hemisferio,
llegara, al fin, a tu país adoptivo,

así, encontrara tu casa,
en medio de tantas, tan similares,

no querrías,
no podrías
acceder a ese abrazo,

ni a uno distinto;

no sería ya como aquella vez,
en que libres, sin prejuicios,
sin trabas, sin compromisos

nos abalanzamos
hacia una nueva posibilidad,

sin haberlo, siquiera, imaginado,
mucho menos, planeado;

si pudiera llegar a vos ahora, mañana,
una mujer saldría de una puerta
con una pregunta

-o varias-,

supongo, me quedaría tiesa,
sin saber qué responderle;

seguramente,
estarías por ahí

aunque no dirías ni una sola palabra;

disimularías
el asombro,
probablemente, el miedo;

disimularías ese nudo en el estómago,
en el alma;

tal vez,
para que ella no advirtiera
algún tipo de perturbación
en esa aparente indolencia,

también harías alguna pregunta,

o varias.

Así, tuviera la absoluta certeza de que me encontraría
con la más tangible
nada,

insistiría, ¡insistiría!
en el reencuentro, efímero,
de nuestras miradas;

finalmente,

con esa mullida, ligera sensación
que se da
cuando a pesar de todo, -incluso, de uno-

algo, lo que sea,
se ha intentado,

me iría,

vacías, las manos,

como antes y antes de antes,
de otros sitios.


domingo, agosto 25, 2019

El ancestral oasis

Saber
de besos,
de abrazos,

de palabras
que se enredan en el pelo,
acarician la mente,

disimulan
el cruel, despiadado

mundo

que entre todos
hemos construido;

saber
de delicias,
de flores,

de promesas,
de nuevos verdes,
nuevos surcos,

caminos, impensados
que un día se nos abren,
nos invitan,

nos impelen
a optar.

Saber de dolor,
de padecimiento,

del dolor, del padecimiento
del otro;

saber de pérdidas,
saber de nudos en la garganta;

¡saber de miedo,
ante tantas amenazas
de todo tipo!

saber de soles, estrellas,
mares
que resulta imposible
dejar de contemplar;

también,
de selvas, árboles, territorios extensísimos,
dañados, incendiados,

todo ese oxígeno,
todo ese respirar,
el ancestral oasis ante la contaminación
que nos rodeaba,

que sigue rodeándonos;

todo eso,
¡por favor!

todo eso,
tanto,
muchísimo,

muerto.

Y culpamos a la lluvia,
culpamos a las fuertes tormentas,
al granizo,

a las temperaturas sofocantes de verano,
a los helados inviernos,

¡al pronosticador de turno!

en tanto,

nuestro tan vapuleado planeta
agoniza;

y nos preocupa
si podemos adquirir esto o aquello,

si en nuestra miserable quintita
estamos a salvo.

Nadie lo está.

Ni en nuestra quintita
ni en ninguna.

Salir a respirar aire puro
se volvió una utopía
sobre todo, en las grandes ciudades;

¿qué pasará ahora?

lloremos, no de abatimiento,
lloremos pero sigamos peleando,

no está todo perdido,
nunca lo está,

podemos hacer,
podemos colaborar
para que no siga pasando

para que nuestro planeta
no se extinga;

podemos.

A veces,
son acciones
que por error o desidia
repetimos a diario:

¡podemos revertirlo!

podemos no arrojar cosas, plásticos, etc. al océano,
podemos no utilizar, no arrojar bolsas plásticas,

podemos utilizar menos papel,
mucho menos agua,

podemos cuidar a nuestros árboles,
amarlos, protegerlos,

aún quedan, aún están allí,

¡no acabemos también
con ellos!

podemos, pueden ellos,
los políticos

dejar sus estúpidos intereses egoístas,
tampoco están a salvo de nada,

ni de asfixiarse,
ni de ahogarse,
ni de morirse

a causa de sus propios errores,
por ese imperativo afán de poder, de dinero
al que son altamente adictos;

No piensan, no quieren pensar
en que también ellos
son, serán víctimas,

todos lo seremos,
ya lo estamos siendo.

Si pudieran leer, no digo esto,
tantos manifiestos, notas, libros
respecto a este tema;

¡tantos anuncios, anticipos
se hicieron, de divulgaron

a tantos que no prestaron oído,
ni palabra, ni acción!

si pudieran entender

si todos pudiéramos entenderlo,

quizás,
todavía algo o mucho
podría rescatarse.

viernes, agosto 23, 2019

Todo por no poder más con esa pelea

Pasar
atravesando el fuego

y salir ilesos.

O entregarnos a su fuerza destructora,
quemarnos de a poco,
gritar ese padecimiento, insoportable

hasta que nada quede
de nosotros.

Pasar
atravesando el fuego.

Hay días en que se puede,
en que las llamas nos rodean

y sin embargo,
ni una chispa nos alcanza,
apenas, percibimos el calor,

apenas,
el humo ciega, en parte, la mirada,
el pensamiento,

y seguimos.

Pero hay otros días,

en que nosotros mismos
encendemos la llama,

en que nosotros
somos quienes nos arrojamos
a sus garras;

sabiendo que seremos extinguidos,
sabiendo que seremos sufrimiento, llagas,

sabiendo que podríamos no recuperarnos
jamás;

¡que solo la muerte
podría ser el alivio!

hay días
en que parece hallarse el camino
o el no camino

en la huida más peligrosa, fatal,

en la búsqueda, desesperada
de nuestra desaparición.

Todo por no seguir intentando,
todo por no poder más con esa pelea,

todo por sentirnos extenuados,
por haber perdido el sentido,
por haber olvidado el rumbo,

por no poder
cambiarlo.

El temor al cambio,
el temor a comenzar, de nuevo
nos hace cruzar ese fuego,

¿valentía?

al contrario,

la más rastrera cobardía
nos empuja

a incinerarnos junto a este atavío
que ha padecido demasiado,

así fuera
en medio de dolores infinitamente agudos

aunque, quizás, no lo suficiente
comparado con la amarga sensación,
atornillada en nuestra mente,

que nos empuja a pensar,
a sentir,

¡a estar convencidos!

de que hemos perdido.

jueves, agosto 22, 2019

Por unas monedas

en más,
en menos,

cambia o finge que cambia sus pensamientos,
los deforma,
los transforma

según el pagador
de turno;

por unas monedas,
en más,
en menos:

"no te reconozco,
no, no creo que te haya visto jamás,

vos tampoco
sabés quién soy
y si lo sabés,

te doy, también
un puñado de monedas,
-si me sobran-"

y todo queda
en el olvido.

Por unas monedas,
¡fuera la dignidad,
fuera la consciencia,
fuera el honor,
el nombre!

adiós al respeto a sí mismo,
a sus antepasados,

adiós a lo que le inculcaron,
a los ejemplos de vida
que recibió -y no todos reciben-;

adiós a la honestidad, la decencia de su padre,
al amor, al esfuerzo, a la comprensión
de su madre;

no importa, tampoco,
lo que pudo haberle enseñado aquel maestro,
aquel profesor, aquel otro

¡por unas monedas
vendió su vida,
su antes, su ahora, su después!

y si no duerme en paz,

por unas monedas
sonreirá, de todas formas,
pues se sentirá complacido,

cada mañana,

por unas monedas.

Es capaz de adherir a la idea,
postulado, religión, secta
que el que pone el dinero
prefiera;

puede insultar, difamar, denigrar
a quien, no mucho tiempo antes, apoyó,
incluso, exaltó.

Por unas monedas

su palabra, su voz,
perderán autoridad,
perderán valor;

su credibilidad
se extinguirá,

¿acaso le importa?

tiene lo que buscaba,
lo cuenta y lo re-cuenta,

se deleita en ese roce de sus dedos
con los inmundos metales:

monedas ganadas, claro,

a cambio de apartarse de todo
y para siempre

alejarse de su esencia,

de ese orgullo que otorga
la certeza de no haberse vendido,

de no haberse olvidado, ni por un momento,
de ser quien se es,

por unas monedas,

por lo que fuera.









miércoles, agosto 21, 2019

Así, no nos creamos solos

Por estar
y solo ser

también, hacer

sigo acá,
sigo en cualquier parte;

me basta un trozo de papel,
una lapicera, un lápiz,

los dedos,

las ganas de sostener el decir,

resistir con la palabra,
resistir con la voz,
resistir con su "detrás",

con la mirada puesta más allá
de mí,
mucho más allá;

con el pensar
en el otro, en quien me esté leyendo
ahora

o me haya leído,

o me leerá,

o no lo haya hecho
por el motivo que sea;

mis escritos
tal vez, hoy tengan mayor vuelo

que aquellos con los que comencé,
a los diez, doce años,

los que se quedaban conmigo,
los que descartaba,
los que apenas, compartía con alguna amiga

y ahí quedaban,
tan solos como puede sentirse uno

cuando no hay nadie
que preste su oído, por un momento,
su mirada,
su mano, su atención

en momentos difíciles,
en medio de esas turbulencias
motivadas o no,

producto,
tantas veces,
de una situación angustiante

que puede no ser propia,
que puede llegarnos a través de quien sea,
desde donde sea,

tal vez,
ni siquiera lo sepamos.

No estamos, en absoluto,
desligados del padecer ajeno,

ya sea el del vecino,
ya sea el de quien padece alguien, muchos,
en otros sitios, otros países,

de la índole que fueran.

No estamos lejos
de la soledad humana,

así, no nos creamos solos,
lo estamos

¡lo estamos porque ellos lo están!

pues sabemos,
-una parte nuestra lo sabe-
que tenemos un compromiso,

que habrá, de hecho la hay,
gente que espera algo de nosotros,

un gesto, una palabra que lo anime,
una muestra de amor,
un abrazo reconfortante;

un no estás solo,
un estoy acá,
un nada va a ocurrirte,
un todo pasará.

Los hay en medio de terribles guerras,
eternas, incomprensibles,
en que se despedazan unos a otros

¡guerras que no parecen tener fin!

mientras tanto, las personas comunes,
los que intentan, como nosotros,
tener un esperanzador despertar , un desayuno,
un beso, una charla con los suyos,
una partida, sin miedo, hacia sus lugares de trabajo,
lecturas, escritos que lo transporten a otras realidades,

sueños que los sostengan,

¡una vida!

no pueden conseguirlo.

¡y hablamos de lo que es "normal"
y de lo que no lo es!

con tal liviandad,

quejándonos de nuestra existencia,
lejos de todo ese horror

y aun así,
demandando esto, aquello,

siempre más
y más y más,

porque nada nos basta,

porque siempre nos sentimos pobres,
siempre vemos, lamentamos
lo que supuestamente, no tenemos;

nosotros

que en verdad, -al menos, la mayoría-,
tenemos tanto,
que tenemos un techo, alimentos,
alguien, muchos
que nos quieren, a quienes queremos;

que tenemos algún libro, varios
que tantas veces nos acompañan,
¿qué mejores amigos?

y también tenemos amigos "reales",
digamos

y tenemos la suerte de poder expresar lo que pensamos,

hablar, escribir, fabular,
transmitir todas nuestras sensaciones,
pasiones, cuestionamientos,

aquí,
en otro sitio,

¡conversar!

recuperar la hoy antigua costumbre
de conversar, personalmente,
cara a cara,

de ver esa risa,
de ser testigos de esa mirada,

de alejarnos de la foto,
de lo que nos cuenta,
de lo que pretende mostrar

¡ver,
en verdad!

las penas, las decepciones,
¡también, la felicidad!

todavía podemos soñar,

soñar de la mano de tantos
que se atreven a soñar,

que también creen, confían
en que pese a todo, al miedo,
las decepciones, las injusticias

es posible amigarnos con la fe,
reconciliarnos con nosotros,
con los que éramos,

con lo que somos capaces,
así, lo dudemos por un momento,
de lograr.

No olvidemos, insisto:
hay quienes esperan mucho, algo de nosotros.

Y nosotros podemos hacer por ellos
más de lo que nos consideramos capaces;

según creo,

no es concebible la felicidad
de otro modo.

martes, agosto 20, 2019

Reactivar la magia

No es fácil.

Miles de caras
que son jóvenes
o así lo parecen,

pues perdieron la expresión
en sus rostros,

¡ni hablar de las sonrisas!

y si les mencionás
que hay algo
que se llama magia,

¡que es imperioso
reactivar!

te miran

o no te miran

o parece que te miran,

-se dificulta advertir
la diferencia-

creen que todo es perfecto
en tu vida,

creen que si reís
es porque no padeciste nada,

consideran que sos ese momento,
ese retrato de un instante

en que te ven pasar
poniéndole ganas a la vida,

en pos, justamente,

de esa tan temida,
-tal vez, allí esté la cuestión-

magia.

No es necesario
hurgar en espacios desconocidos,

habitar paraísos
o aquello que así lo parezca;

no se trata de bienes,
materiales, afectivos,

nada de eso.

Puede encontrarse,
les aseguro

en una hierba, inesperada,
surge, de pronto,
debajo de una baldosa,

en un rincón del patio,
del balcón;

¿no es mágico
que algo así suceda,

que crezca,
que avance,
sin ser regada,

salvo por el agua de lluvia?

¿no es mágica
esa persistencia

en no sucumbir,
esos indicios, esos estímulos

que la naturaleza
nos arroja, a diario,

que no todos lo notan,
que a pocos importa,

que se considera "normal"?

¿no es mágica la luna,
no son mágicas sus formas,
según el también mágico sol
la ilumine?

¿no es mágico, no lo es,
el árbol que resiste tempestades
que hoy luce despojado
y mañana es hojas, luego flores,
más tarde, frutos?

La magia no está
en el éxito,
en los grandes logros,
en los aplausos,

en todo ello
que envanece al hombre,
lo hace sentir, al parecer,
grande, superior, genial.

¡El hombre es genial
porque también es mágico!

porque le estalla el corazón,
se le anuda la garganta
cuando se enamora locamente,

cuando no puede pensar,
ni hacer un paso
sin tener puesta la cabeza,
el alma
en ese ser

que transformó su vida,
que se la devolvió, en tantos casos;

¿acaso no lo llamaríamos
"magia"?

es cierto
que las dificultades, las que sean

disminuyen esa posibilidad
de hallar la magia,
de verlo todo con ojos de recién nacido,

de revivir el día a día
y no renunciar a la maravilla
que aun lo cotidiano nos ofrece;

pero les digo:

la magia no se busca,
se encuentra.

No es imprescindible que todo vaya bien,
que no existan problemas,

hay personas enfermas,
gente desposeída de muchas, muchísimas cosas

y si los miran a los ojos,

les juro

hallarán, pese a todo, esa magia

de la que les estoy contando.

Sueños que acaban enseguida o que nunca comienzan

Sé que la insistencia
devuelve todo lo contrario
a cuanto se anhela;

sé que no sirve
horadar y horadar
ciertas rocas

rígidas,
absolutamente, impenetrables;

sé bien

que cuanto digo o escribo
apenas, si alcanza a purgar
todas esas ensoñaciones,
todas esas ganas,

todo ese sentir, ese desear,
asfixiados

por la obstinada razón,
por el coherente, incomprensivo
pensar;

¡tantas preguntas
que nunca, nadie
responderá!

me quedaré aquí,
pendiendo de este agujero negro,

esperando
lo inesperable,

ansiando
a quien no me ansía;

soñando
sueños que acaban enseguida

o que nunca comienzan,
siquiera;

me espera
una larga vida
o no sé,

agonizando
en tu ausencia,

en la casi nula esperanza
de una devolución,

una palabra,

tan solo una,

algo que me indique
que seguís ahí,

detrás de esa foto sonriente,
de ese sitio virtual

que era el único
¡el único!
lugar de encuentro,

de desencuentro;

espero olvidarte,
poner todo de mí,

olvidar esos momentos plenos,
esos detalles que hacían a aquello
tan particular;

espero

poder regresar

a tu ausencia imperceptible,
-aun, cuando seguía ardiendo en mi interior-

pero entonces, no se evidenciaba.

Espero

no recordarte más
en este plano,

convencerme de que fue una imagen,
una idealización,

de que no hubo nada significativo
detrás de ese teclear y teclear
cotidianos,

de ese leerte,
leerme;

a pesar de que haya durado
todo ese tiempo,

muchísimo más

de lo que podría extenderse
el más prolongado,
el más intenso,

¡el más vivo!

quizás, podría decirse,
el más "sólido"

de los vínculos.


lunes, agosto 19, 2019

Vivencias que apenas, calificarían como fantasías

Así, hubiera sido un solo instante,
si algún sitio preciso,
una calle, una baldosa,

tuvieron la suerte
de que tu presencia
los atravesara

¡cómo no desear haber sido sido yo,
una extensión mía,
mi sombra

testigos
en regocijo silente
de tu estar

tan pequeño,
tan pobre,

tan retaceado
y finalmente, negado!

¿cómo no desear
haber abierto esa inmensa ventana

solo para vislumbrar tu figura,
tu mirada, tu boca, tentadora,
detrás de la ventanilla de aquel tren,

de aquel otro,
de cualquiera,

con la ilusión
de que hubieras destinado,
por un momento

tu vista, tus pensamientos
hacia mi hogar,
hacia mi vida,
hacia mí?

pero todo pasó hace rato,
aunque nada volvió a ser igual.

Reniego de un pasado que me ata
a un recuerdo que fue posterior a otro,

y solo quedaron en eso,

no pudieron, no quisieron,
no fue posible
que abandonaran ese sitio;

no lograron
ser parte del presente,
-así, luego hubiera sido también pasado-

ni por un segundo,
no hubo acuerdo, no hubo demasiados intentos,

no hubo ganas,

¿hubo miedo?

todavía
no puedo entenderlo

aunque el tiempo
logra, es cierto,
que vayan desvaneciéndose los fantasmas,
las ideas, las formas;

que los sueños despiertos
se apacigüen,

haciéndose a la idea
de la no posibilidad,

del naufragio de tantas prometedoras frases,
palabras, expectativas;

tantas vivencias
que apenas,
calificarían como fantasías;

escapes
del mundo interno
y externo;

del día a día
que hay que remontar

y a veces
cuesta;

¡a veces, cuesta tanto!

en fin,
te fuiste.

Ya pasaron años,

pasaron aquellas sensaciones,
los sentimientos,

las sorpresas,
los secretos,

luego, los reclamos,
las explicaciones,

los lamentos,

las lágrimas.

Entonces...

¿por qué ese vibrar, repentino,
ante una lectura, un comentario, determinada situación,
alguien que se te parece o no
y pasa o se detiene;

al mencionar, oír, tu nombre, otros nombres, ciertos lugares,
incluso algunos, muchos, en los que jamás estuvimos
juntos?

¿por qué ese buscarte
donde hoy tengo más que nunca
la certeza
de que no te encontraré?

¿por qué
ese atesorarte
como algo tan preciado,

ese instalarte en lo alto,
-aunque todo haya salido tan mal,
aunque no te lo revele de ese modo,
aunque ni yo misma quiera admitirlo-,

en un refugio incierto,
al que no logro o no intento
acceder

para al fin, desactivarte?

¿por qué?

¿alguien, vos,
quien sea
podría explicármelo?

en lo que a mí respecta,
estaba segura,

hubiera apostado

que te había extirpado por completo
de mi cabeza,

de mi piel,

incluso,

de mis sueños.




sábado, agosto 17, 2019

El miedo es el pasado

No es algo menor
el miedo;

lleva a pensar, demasiado,
a planear,
a no planear,

transforma a la persona
en lo que jamás imaginó
o en lo que más temió;

del miedo
a la agresividad,
la ira,
la desconfianza,
la baja autoestima,

la resignación
más humillante,

hay medio paso,
medio.

El miedo puede ser un aviso,
puede hacer que evitemos
un peligro inminente;

mas cuando se vuelve
un peso insoportable,
una carga que inclina nuestra espalda,
nuestra mirada
al suelo,

cuando anula toda idea positiva,
todo pensamiento esperanzador,
todo aliciente,

cuando nos hace olvidar,
en ocasiones, por largo tiempo,
de quienes somos,
para qué estamos acá,
por qué hacemos esto,
lo que fuera;

cuando nos atrapa
entre sus pegajosas, malolientes garras,

¡Ay, qué terrible,
qué insoportable existencia!

pues, allí
ya se instaló en nosotros

y no hay expectativas
de que se aparte,

¡nos ha quitado las fuerzas,
ha debilitado nuestro espíritu,

nos tiene acorralados,
como animalitos asustados,

sumidos en la autocompasión
más pusilánime!

cuidado con el miedo.

Comienza con una tristeza
que es diferente a otras,
-e inmotivada, en muchos casos-,

luego comienza a hurgar y hurgar
hasta deslizarse en los subterfugios de la mente,
en pos de entorpecer toda intención de accionar,
todo impulso,
toda ansia.

y llega
el auto-aniquilamiento.

De pronto,
solo hacemos lo necesario,
sin registrarlo,

automáticamente;

no esperamos más,
no soñamos,
solo queremos dormir
el sueño que más se parezca

a la muerte.

Cuidado, insisto.

El miedo es oscuro,
el miedo baja, no eleva,

retrotrae a un pasado
que engañosamente,
parece más seguro,

cuando apenas,
recordamos cómo fue,

al que ni siquiera,
-si no estuviéramos presos del miedo-,
desearíamos regresar

ni por un rato.

El miedo
es el pasado,

una pretendida sensación
de "seguridad",

nos hunde,
nos detiene,
nos distrae

nos impide el decir,
el hacer, el ser;

el miedo,
-salvo en excepcionales situaciones-

nos arrastra,
nos pisotea,
nos ensucia;

significa la extinción
de todo lo que nos importó,
de todo lo que amamos, creímos amar,

de todo lo que fuimos, lo que intentamos ser,

en fin, de toda idea,
todo propósito que nos aliaba con la vida:

El miedo,
definitivamente,
disimula,
inventa excusas,

en tanto destruye,
hunde a sus víctimas

en la nada,

en el más irreversible

vacío.






viernes, agosto 16, 2019

¡Volverá aquella risa explosiva!

Quiero volver a soñar

no ya pesadillas,
no esos sueños confusos,
perturbadores,

con ideas, personas,
palabras que acumula el inconsciente,

gritos que la cabeza
capturó durante el día

y estallan
en sobresaltos,
en un descanso sin descanso,

en un despertar
poblado de miedos,
incertidumbre,
angustia;

quiero uno de aquellos sueños,
los que me hacían sonreír

así,
no recordara el motivo;

quiero reír despierta, también,
no la risa irónica,
no la risa burlona,
-menos, la risa fingida-,

no la risa que en verdad,
es un llanto oprimido.

Quiero reír, plenamente,
feliz por el hecho de estar aquí,

-así, hoy no parezca, a tantos,
el mejor sitio-;

quiero reír
y llevar esa risa a otros,
enjugar sus lágrimas,
aliviar sus penas,

aliviar la pena
que me producen sus padecimientos.

Volver a abrazarnos
sin pensarlo,
sin importarnos dónde, cómo, por qué,

abrazarnos
para darnos fuerzas, aliento,

para saber
que contamos el uno con el otro;

desde mis palabras
los abrazo,

entre versos inventados,
otros, apresurados,
otros, producto de la confusión,

¡tantas ideas, tantos decires,
tantas confrontaciones,
tantas contradicciones!

versos que podrían ser un aliciente,
una brisa fresca de verano,

de esos,
de esos versos
quisiera ofrecerles;

versos para llorar
de emoción;

para pensar
sin preocuparse,
sin enfermarse de pánico,
de desesperación;

eso quiero ofrecerles:

versos floridos,
algo demacrados
pero con energías, fuerzas,

con el espíritu animoso,
con las esperanzas
recicladas,

con nuevas esperanzas,
para un nuevo comenzar.

¡tantas veces, tantas,
tuvimos que empezar de nuevo!

pasaremos esto,
pasaremos, lucharemos,
nos haremos más fuertes,
más grandes,

¡creceremos!

¡y volveremos a reírnos
con la risa explosiva,
imparable,
contagiosa!

ya no esa risa de ficción,
plástica, fotográfica,

para ocultar, en ocasiones,
inconmensurables sufrimientos,

para que nadie, en absoluto,
los advierta.

jueves, agosto 15, 2019

Miradas que son armas

No quisiera
vivir de este modo,

salir a la calle
y temer,

estar en cualquier parte
y tener que estar atenta,
o instalarme en mi muralla
ilusoriamente protectora,

ante esas miradas
que no son ojos,

son armas,
son balas

que si pudieran,
si se atrevieran,
si así lo decidieran

me atravesarían,
nos atravesarían

a los que decimos
las cosas como son,
como consideramos que son,

a los que las decimos,

a los que decimos.

Resulta complicado
en estos tiempos

este imperativo
acto del decir,

del ver
y contar,

del vislumbrar,
del anunciar;

no se trata de poderes,
ni hechicería,
ni artes adivinatorias;

se trata de haber vivido,
de haber padecido,

¡temido!

tratando, una, otra vez,
de seguir,
de recuperarse,
de no renunciar a la lucha diaria,

de no sucumbir,
de volver a confiar,

a pesar de todo,
de tanto, de tantos,

de uno, también.

Y no volverte un enemigo
de los que piensan en forma distinta,

no salir a atacar,
indiscriminadamente,

a uno, al otro,
a gritarle verdades
que pueden no serlo,

o pueden ser nuestras verdades
y no las suyas

y está bien.

Tenemos derecho a pensar,
a no desear algo, a no adherir a una idea,
a no aceptar una manera de ser, de actuar

y cambiar ese, otro pensamiento,
cambiar de postura,
y volver a cambiarlos,

¿por qué no?

somos humanos.

Podemos levantarnos hoy
y darnos cuenta
de lo que ayer nos pasó inadvertido

y en nuestro caso,
en el mío,

sentir que arde, por dentro,
esa inmanejable pulsión
por expresarlo,

como sea,
en el formato en que sea,

a quien fuera,
a quien desee leerlo,
a quien no.

Y está bien.

Porque en casi ninguna familia
todos piensan igual,
persiguen los mismos sueños,
adoptan las mismas ideas,

no todos optan, necesariamente,
por una idéntica manera
de sentir, de elegir, de vivir.

¿Por qué no sería igual
en un país,
con millones de habitantes,
climas, paisajes, situaciones de todo tipo,
diferentes modos de convivencia,
alimentación, vestimenta, hábitos,

en fin, miles de cuestiones,
en tantísimos lugares, barrios, historias, costumbres

tan disímiles,
a pesar de que haya algunas que coincidan o casi coincidan
con las nuestras?

y está bien.

Lo que no está bien,
supongo,

es arrojarnos a la cara
culpas que no nos pertenecen,
aunque hayamos elegido lo que hayamos elegido,

aunque nos hayamos equivocado
y mal,

aunque estos errores
ocasionen más problemas,
más caos.

También me enoja.

Claro que me entristece.

También quisiera
que todo hubiera sido distinto.

Pero no soy el modelo,
no soy, -ni asumo ni lo asumiría-,
la que sabe, la que tiene la certeza,
la que dictamina,

¡qué va!

no sé nada,
solo imagino, solo observo,
solo veo

y lo comunico,
desde mí,
desde mi modo de ser, de haber sido,
de entenderlo,

desde mi modesta
lectura de los acontecimientos,

en el intento de traducirla
en estas pocas palabras

que siempre son escasas,
que nunca son todas las que uno quisiera,
que siempre resultan pobres,
frente a tanto padecimiento,

a tantas injusticias,
tanto desorden,

tanto dolor,
miedo, rabia,

¡toda esa ira!

tan alarmante desprecio

entre compatriotas.



miércoles, agosto 14, 2019

Las flores, desmayadas en los antiguos jarrones

Sentado en el mismo sillón,
aunque distinto,
desvencijado,
los almohadones roídos.

Su casa.
La que compartió, por años,
con ella, con sus hijos.

El desgaste lógico
del tiempo,
la falta de arreglos,
el abandono absoluto,

la habían vuelto
irreconocible.

Allí,
se quedó
el anciano,

soñando,
día y noche,
con esa familia numerosa,

¡tantas risas,
tantas discusiones,
tantos abrazos,
tantas conversaciones compartidas!

apenas,
algún eco,
en ocasiones...

pues, nada se escuchaba,
salvo el crujido de las viejas maderas,

o el silbido
de alguno que otro pájaro

al sobrevolar
el jardín del fondo,

el césped descuidado,
seco,

las flores,
desmayadas en los antiguos jarrones.

Ella las recogía,
aspiraba su perfume,
les cambiaba el agua.

Ella había sido esa casa,

su hálito de vida.

Pero no estaba,

¿dónde estaría
a esa hora, avanzada, de la noche?

ya volverá,
seguro se retrasó
¡siempre con esas amigas
que le dan tanta charla!

-a veces,
la creía viva-.

Le parecía oír
sus tan anhelados pasos,

su reír musical,
su verborragia, incesante,

ese pasar de un tema a otro
sin pausa,

lo confundía,
lo divertía muchísimo,
lo revivía.

A través de la mirilla de la puerta
se asomó para observar la calle:
vacía, oscura,
alguno que otro automóvil,

luego,
el silencio.

Demasiado silencio.

Él había sido su amor de siempre,
su amante, su compañero,

-también, su sombra-.

No quiso, de ningún modo,
asistir al entierro.
-Ella se queda acá, en su casa-
fue todo lo que dijo entonces.

Y nunca más
pronunció ni una sola palabra,
ni un murmullo, nada.

Ella
parecía haberse llevado, consigo,

su alegría,
sus ganas,
su sentido,

 y también,

su voz.

martes, agosto 13, 2019

Mi país llora

se culpan unos
con otros;

todos pierden,
todos perdemos.

Mi país
despliega, entre lágrimas,
su celeste y blanca;

mi país:

la marcha de San Lorenzo,
la canción a la bandera,

ese "Aurora"
con las piernas congeladas,

en el patio de la escuela.

El orgullo de llevar la escarapela
en la solapa,
¡el orgullo de ser argentinos!

hoy

hablan de irse,
hablan de tener que irse,

festejan la tristeza
de tantos,

festejan
la crisis,

así,
les afecte
también
a los que festejan;

país de controversias,
de antagonismos,

de futboleros,
de uno contra el otro,

¡de estar contentos
con las desgracias ajenas!

país

de gente que baja los brazos,
de nunca haber intentado levantarlos,

de gente que elige
vivir de otros,

que le huye al esfuerzo,

¡que no sabe ni le importa saber
lo que se siente cuando se gana algo
por nuestros medios,

cuando se hace lo que fuera
por mérito propio

y no por favoritismos, dádivas
de nadie!;

no a costa
del trabajador
que todos los días
deja su salud,
su energía,

lo deja todo

para mantener
a su familia.

No les importa

a los que están contentos
-o eso fingen-,
de que todo vaya mal.

No entiendo,
no voy a entenderlo.

¿No desean, acaso,
lo mejor para su lugar de origen,
en muchos casos,

para su tierra?

¿adónde quedaron los patriotas,
los defensores de su país,
los que lo eligen día tras día,

así,
el sacrificio
sea enorme,

así,
se sienta uno,
tantas veces,
decepcionado,

cansado,
tentado de dejarlo todo,
de renunciar,
de buscar supuestos nuevos aires?

¿adónde quedó ese amor,
adónde, el guardapolvos impecable,
ese fervor en el grito que clamaba libertad,

que clamaba honor,
honestidad, valor,
sacrificio?

no quiero pensar,
ni por un segundo

que ya no quedan
personas que sigan apostando
por esta patria,

tan nombrada,
tan vapuleada,
tan utilizada
en pos de los que siempre se benefician.

Un país inmenso,
pleno de riquezas

que alguna vez
fue el granero del mundo.

¿Qué pasó?

¿cómo fue
que el mal, la ambición,
la enfermedad del poder
se introdujo?

¿cómo fue que se dispersó,
se disparó de tal modo,
convenciendo a tantos,
de todo ámbito, de toda condición social?

No quiero
ni por un segundo,
insisto,

pensar en que aquello,
todo

lo que soñamos,
lo que transmitimos a nuestros descendientes

quede sepultado,
deba revertirse de inmediato.

Que les tengamos que arrojar
a la cara esta realidad espantosa,
este miedo paralizante,
esta angustia;

quiero
a pesar de todo, de todos,
de los que hicieron o contribuyeron
a que esto pasara

decirles, repetirles:
vamos a salir adelante,

vamos a pelearla,
así, seamos pocos,

así,
queden tres, dos,
uno solo;

porque de otro modo,
si no estamos de parte de lo nuestro,
si no nos enrolamos en el ejército de la esperanza,
del trabajo, de la lucha por los valores;

si no los sostenemos
si no hacemos todo por recuperarlos
y más

no podremos,
no podremos
nadie, ninguno!

descansar,
cuando nos toque

en paz.

lunes, agosto 12, 2019

El quizás, nunca más

Es difícil quedarse,
resistir,

miedo, incertidumbre,
críticas, amenazas,

ver como se despedazan
unos con otros,

oír como se despedazan
unos a otros;

leer mentiras,
leer ideas que no tienen sostén,
leer verdades,
verdades a medias,

¡querer gritar 
ciertas verdades
que pueden no serlo para otros,

otras,
que pueden ser parte de un ardid
para convencernos!

sin embargo,

¿cómo hacerles creer
que se apunta a lo bueno,
que no se apunta a lograr 
exclusivamente, un capricho, una elección personal,

una opinión propia,
una manera de ver
ciega a todo lo demás?

no es fácil.

Quedarse será duro,
como lo fue antes,
como lo fue siempre

o casi siempre.

Pero ¿irse?

¿abandonar los olores,
los sabores, los besos, 
las palmadas en la espalda,
los códigos entre iguales,

que no se hallarán, jamás,
que no se comprenderán
ni intentarán comprenderse

en ninguna otra parte
más que en la propia tierra?

irse

y tal vez
no volver a verlos más,

bueno,
-dirán-,
existen videocámaras,
muchas maneras de contactarse

pero..

¿la complicidad,
los guiños,
las miradas que lo dicen todo
sin decirse absolutamente nada?

¿el tener la certeza,
el sentir ese calor, único,

esa sensación de estar en casa
en ese, en tantos abrazos?

Es difícil.
Quedarse.

Pero lo otro,
el alejarse de todo, de todos,

el quizás, nunca más,
¡nunca más!

también lo es.

Dirán los que están lejos
que se adaptaron, (aunque no todos),

contarán acerca de los beneficios,
de los lugares imponentes por los que transitan,
la situación económica de los que los rodean,
-así no sea exactamente la de ellos-;

enviarán fotos,
videos,

se mostrarán felices,
en sus casas tan prolijas, 
tan distintas, en ciertos casos,

al departamento,
al ph
que tanto les costó pagar,
haya sido propio, alquilado;

no existe el ideal,
no existen personas ideales,
lugares ideales,
países ideales,

o podemos verlo de otro modo:
¡claro que son ideales!

si nos basamos en lo que creemos,
en lo que queremos ver, suponer,

¡precisamente, idealizar!

en tanto, nuestro amado país
con sus problemas, de la índole que sean,
con sus divisiones entre hermanos,

con todo lo que pasa
y pasará, y quizás, seguirá pasando,
para bien, para mal

es lo que vivimos,
lo que sabemos, somos, hacemos,
supieron, fueron, hicieron
nuestros ancestros;

se trata de nuestro origen,
de nuestras raíces, 

no es lo que imaginamos,
aunque, lo es, de algún modo,

podemos imaginar
un cambio, muchos cambios

poniendo ganas, esfuerzo, 
¡poniendo el alma!

para que se den
de verdad.

Tal vez, si esto se lograra,

nadie desearía alejarse, 
¿no les parece?








sábado, agosto 10, 2019

Los últimos latidos de la tarde

Desharé ese nudo
que atora mi garganta,
mis sentidos,
mi pensar;

desharé

esos repetitivos recuerdos, innecesarios,
que solo aportan desdichas,
-solo y nada menos-,

miedos, vergüenzas,
rabias, reclamos,
auto-demandas;

desharé

todo eso
¡todo eso!

que empapeló mi cabeza,
mi alma

con sus miles de frases sentenciosas,
remanidas,

como piezas de rompecabezas
tratando de encajar
a la perfección

pero nunca pudieron,
nunca pude,
nunca del todo;

quiero sentir, de nuevo, aquel alivio
el de destrabar emociones
contenidas,

quitarme de encima ese blindaje
detrás del que me resguardé
creyendo, de ese modo,
estar a salvo;

quiero volver a vivir sin planearlo todo,
sin pensar en mañana, dentro de un día,
un mes, un año,

quiero recuperar el instante,

remontar el barrilete de colores
sin destino,

dejarlo volar a su antojo,
por el tiempo que sea;

quiero saborear, sin prisa,
la taza de té caliente,

la pintura indescriptible
de un día de invierno que no parece serlo,

enmarcado por el gran ventanal.

Quiero acompañar con la mirada
los últimos latidos,
la despedida:

esta tarde
va acabando

para augurar
una noche

que hará olvidar
a muchas otras;

¡tanto temer,
tanto pretender asegurarse de

tanto aferrarse
a lo intangible,
a lo tangible,

para perderlos!

¡para perder aquello
que nunca se pudo, en verdad,
asir!

desharé

esa oclusión
que preocupa, molesta,
impide gozar;

esta tarde
que va prolongando su presencia
día tras día,

oscurece, lentamente,
el magnífico panorama;

mañana

será un nuevo motivo,
será un nuevo inicio,

mañana
será un día más
y eso me basta,

¡y eso
debería bastarme!

viernes, agosto 09, 2019

Sé que si no sos vos, alguno entenderá

Ni siquiera advertiste
mi inexistencia.

La tuya
se anticipó;

creí que no sucedería,
que sería momentáneo;

nos decíamos,
nos creíamos

inseparables,

hablábamos de ese hilo rojo
-o del color que fuera-
que tanto mencionan:

al parecer,
no era tan así.

Imaginé, -ilusa, algo ingenua,
como fuí, como soy-,
que extrañarías todas esas palabras.

Sé bien y reconozco
que algunas, muchas
fueron duras,
reiterativamente demandantes,

agresivas,
incluso;

pero también sé,
¡yo las escribí!

que hubo poesía,
pasión, ternura
en letras,

sentida, experimentada,
hiperbolizada, también;

enfocada, en gran parte,
en una especie de panegírico
hacia tu persona,
-hacia la que la que consideré que eras o seguías siendo-,

a nosotros,
-a los que consideré que éramos o seguíamos siendo-;

hubo de todo,

¡tres años!

agónicos
sensuales,
emotivos,

plagados de desánimo,
de contradicciones,
incentivos, sensación-ilusoria-
de compañía,
disputas de todo tipo,

recuerdos

algunos
recuperados, en parte,

otros
completados, de un modo u otro,
en pos de llenar esos vacíos, inexorables,
que arrastran el olvido,
-y la memoria selectiva-.

Pero...bueno,

opto por retirarme, como siempre,
como antes, como luego

a mi rincón preferido;

sé que si no sos vos
o el que sea,
alguno entenderá

de qué estoy hablando;

porque estas historias
no son exclusivas,

habrá quienes vivieron, viven lo que vivimos,
aunque nos hayamos creído únicos,
aunque nos hayamos convencido de haber sido "elegidos"

durante tantísimo tiempo.

Te espero acá,
donde quieras,

si todavía

si algún día

si por esas casualidades

si por un milagro, -suponiendo que existen-,

se te ocurre

leer,
escribir,
preguntarte,
decir,

tratar de comprender,

¡perdonar!

en cuanto a mí concierne,
a pesar de que te haya dicho o escrito
lo contrario,

estás perdonado.

Pasa que ya
no me importás de aquel modo;

te devolví al pasado,
-no a vos sino al que fuiste, al que creí reconocer,
incluso, recuperar-;

Por mi parte,
podés relajarte:

no existe, en absoluto,
la más mínima posibilidad
de materialización

para esta
inventada o no

vieja historieta.

jueves, agosto 08, 2019

Ese griterío que entorpece la razón

¿Depende de mí?

depende de todos,

proponerse
un comienzo distinto,

un día
de entendimientos;

un día
en que no se busque,
no se goce, en algunos casos,
con el daño que hacemos a otros,

pues esos otros
también somos nosotros,

porque también
nos daña,
como humanos que somos.

Sería bueno
que nos lo replanteáramos;

todos tenemos problemas,
nos hierve la cabeza, nos estalla
cuando prevemos y  a veces, constatamos

situaciones
que nos superan,

o intentan superarnos.

Parece utópico,
de hecho, lo es, para muchos,

ni estas líneas, ni otras
van a lograr que algo cambie

y si consiguen que alguno,
uno solo
piense en esto,

es más que suficiente.

Gocemos este día,
con nuestros más
y nuestros menos,

con nuestras carencias,
con todos esos temores
que nos aquejan,

con la incertidumbre
que en ocasiones, anticipa
una catástrofe
que nunca
llega a producirse.

¡hay tanto que imaginamos,
tanto por lo que sometemos al cuerpo,
a la cabeza,
a un estado de alarma!

¿para qué?
¿por qué?

dejemos a un costado
por un momento,

toda esa pesadumbre,
ese griterío que entorpece la razón,
la posibilidad de una quietud espiritual;

quizás, así,

podamos transmitirlo
a otros
y estos, a su vez, a otros más

tal vez, algún día

podamos despertar sonrientes,
relajados,
sin este estado de alerta;

despojados de nada que no sea
la paz, la aceptación, (no digo resignación),
la voluntad, el ansia
de enfrentar el día de otra manera.

Sería, supongo,
un buen comienzo:

el hacer lo cotidiano,
beber nuestro café,
lo que sea

con la mirada puesta
en el recorte de cielo
que podemos ver
desde nuestra ventana,

y en su totalidad,

desde nuestro ser interior.

miércoles, agosto 07, 2019

Nosotros no somos el enemigo

Algo me dice
que hoy será el día;

hoy, el comienzo
poco o demasiado planeado;

hoy,
un despertar a una nueva forma de ver,

de recapacitar,

de escuchar
y no escuchar,
según;

algo me dice, es cierto

que existe ese principio,
que si no es hoy, será mañana,
otro día

pero llegará;

y serán jazmines,
rosas, árboles que huelan a verano,

¡será un regreso a la vida,
a la de verdad!

cielos estrellados
que se demoren,

que perduren
en los sueños.

Algo me dice,
-tal vez, no sea así-,

que llegará el tiempo
de que se reencuentren las miradas,

las ideas, los buenos deseos,
las intenciones

que no queden ni quedemos
en la nada.

Algo dice, susurra,
¡grita!

que vos, yo
no somos ni seremos

si no estamos juntos,
si no nos ponemos de acuerdo,
si intentamos derribarnos.

Nosotros no somos
el/los enemigos,

no somos nosotros
el peligro, la amenaza;

gastar palabras viles
en iguales,

¡qué tremenda enfermedad viral
contrajimos!

¡y no nos dimos, no nos damos cuenta!

el enemigo, en todo caso,
es común,

acecha, corroe,
se introduce de una, mil maneras,
las más burdas, si esto le sirve,

en nuestro pensar,
en nuestro decidir,
en nuestro decir,

en nuestro confrontar.

Ellos
son los enemigos.

Nosotros peleamos,
miserablemente,

nos redujimos a eso,
nos alejamos de nosotros mismos,

de lo que vale de nosotros,
de lo que hacemos,
¡de lo que cuenta!

nos lastimamos,
sin piedad,

atacamos al que no entiende esto,
¡cuando nosotros tampoco lo entendemos!

combatimos, nos combatimos
por una supuesta causa,
un hipotético ideal,

que no es ni por ni para nosotros,
que no nos suma,
por el contrario;

que en ningún modo,
nunca, jamás

valió ni vale,
en absoluto,

ninguna pena.

martes, agosto 06, 2019

La noche, el poeta, el soñador y el enamorado

Yo te vi llegar
noche preciosa,

regalo impensado
de un invierno gélido;

noche

tras los últimos destellos
de un sol que se despide,
comenzás a asomarte;

transportás al poeta,
al soñador,
al enamorado

a lugares, instantes,
a los cuales, quizás,
no se atreve,
no desea regresar

pero no puede evitarlo;

o son sus letras,
con su irrefrenable decir,

las que, indómitas,
desprejuiciadas,

insisten en su intento
de expresarlo todo;

también, lo que se vive
ante el increíble cuadro:

esa imponente transición
atardecer-noche;

y de pronto,
todo es oscuro,

¡la noche!
¡aquí, allá,
a sus anchas!

en calles, avenidas, casas,
se encienden miles de luces;

algunos,
la familia de regreso;

otros,
solitarios,
la aguardan
en tanto se dicen: "mañana, tal vez, mañana...";

y ella aparece, infaltable,
cubierta con su majestuoso manto,

cortejada por murmullos misteriosos
que portan, consigo, melodías lejanas;

siempre,
con esa insistencia en regresarnos
lo que hace tiempo quedó atrás;

siempre,
con su halo espléndido
que invita a un nuevo sueño,
a una nueva forma de soñar;

nunca,
las manos vacías,

tiene luna,
planetas lejanos,

tiene estrellas,
tiene enigmas,
tiene paz,

tiene el sosiego,
el reposo, la vigilia,

la promesa, la esperanza
de un próximo día,

de una larga espera
que -según nos anticipa-,

al fin,

concluirá.

Lanzarse al abismo de la poesía viva

No más
la reiteración del relato
de una pena
que a nadie conmueve;

no más ese empecinamiento,
esa enfermiza voracidad
en pos de obtener
lo que jamás se tuvo;

la luz
invita,

¿por qué no aceptar
el reto?

quitarse de encima tal agobiante bagaje
de sueños incumplidos,

de una precámbrica espera
egoísta, negadora,

la excusa perfecta para alejarnos
de aquello que nos ocupa

-o debería-;

lanzarse
sin tantas precauciones
ni preocupaciones,

al abismo
al que conducen los senderos, inciertos,
de la poesía viva,

de los ¿por qué no?
del ¿por qué no ahora?

¡interrumpir la reincidencia
en tremenda obsesión viral!

dejar de verse
como maniquíes,
detrás de una vidriera,

pálidos,
enmudecidos,
inmóviles;

creyéndose víctimas
de mentirosas,
siniestras, manipulaciones

que siempre, se asume,
provienen
de otros;

cuando, en muchos casos,
somos nosotros
nuestros propios captores;

se trata, quizás, de comenzar a mirar,
a ver,

un poco
más allá;

para así expandir
el alma,

reeditar
aquellos sueños.

No sirve, no aporta nada,
ese reptar
por el paraje inmundo
de la auto-compasión;

crecer
es perder algo
o mucho, -demasiado, a veces-;

crecer
es saber que los altibajos
de la vida

enseñan, fortifican,
nos re-encauzan;

nos recuerdan
cuál era, es
nuestro aliciente,
nuestra elección;

no todo son risas,
fiestas,
presencias permanentes;

la vida es inestabilidad,
sobresaltos,
pérdidas,

cambios, renovación constante,

solo la muerte,
por cierto, la única certeza,

asegura, sin dudas,
extinción de miedos,

pues es quietud,
nulidad,

the end.

Esa búsqueda, innecesaria, de dificultades

Tanto preocuparse
y preocuparse,

cuando se tiene un problema "real"
todo aquello,
todo cuanto nos inquietó,

en general,
en vano,

pasa a segundo lugar,
casi parece una broma,
una estupidez;

aquella búsqueda, innecesaria,
dañina,
de dificultades

apresurada,
imparable

que no condujo a nada,
pues lo que tanto se temió
nunca ocurrió;

mientras tanto, la mente,
el cuerpo se inquietan

y nos disparan
avisos, señales

de que puede ser peor,
de que puede surgir en cualquier momento

y ahí entendemos
lo que es, en verdad, importante;

pero así somos,

vivimos pensando en un mañana,
en miles de situaciones que podrían suceder,

mientras no resolvemos
nuestras cuestiones actuales,

mientras ignoramos
lo que grita a  viva voz
nuestro ser interior,
nuestro ser exterior;

lástima

que a veces, sea tarde,

y ya no haya manera de reparar
el daño que nos hemos hecho,

distrayéndonos en banalidades,
en posibles derrotas,
en posibles pérdidas,
en posibles situaciones catastróficas;

lástima

que llegue un dolor
que sea tangible,

una enfermedad
del alma, del cuerpo,

como refutación
a todos aquellas situaciones imaginarias

que tanto nos perturbaron,
nos quitaron el hambre, el sueño,
las ganas;

hasta llegamos al punto de pensar, ¡tantas veces!
en dejarlo todo,
en abandonarnos a la nada,
a nuestra nada!

solo si se presenta algo
preocupante, en verdad,

reaccionamos,

la vida vuelve a cobrar sentido,
la mirada, en la naturaleza, en el cielo,
festejamos un día más y los muchos que vendrán,

solo

si enfocamos en lo que hoy importa,
en nosotros,

en alejarnos de todo pensamiento
aniquilador,

que podría desembocar

en un hecho
inexorable.


sábado, agosto 03, 2019

Quitarme la razón...por un rato

Que volvieran a atraparme
unos ojos brillantes, intensos;

que mi cara volviera
a ruborizarse,

que algo, lo que fuera,
se movilizara por dentro

¡que temblara
y no de frío!

pero no,

este tiempo de desilusiones
acabó, -espero que no por siempre-,
con todas esas emociones;

no hay nada como apartar la cabeza,
confundirla, entre sueños,
entre quimeras,

nada como no poder hacer nada de nada
sin esa mirada, esa voz, ese decir,
esa vibración interior,

adheridos al cuerpo,
al alma.

No existe algo más difícil de explicar,
más espléndido, apabullante,

que ese estado de enamoramiento;

pero voy, miro, no miro, camino,
ninguno, nadie me detiene,

ni detiene mis otros pensamientos,
los que llevo puestos, sólidamente aferrados,

en y fuera de casa;

nadie que eleve mi sonrisa
a su punto máximo,

que me ilusione al punto
de imaginarlo todo
con la posibilidad de un algo más;

Al parecer, rubricaste el cese
de una manera muy especial de sentir, de ser,
¡de vivir!

de algún modo,
fuiste el último

¡y no quiero
que así sea!

quizás, debería levantar la cabeza,
sumida, como está, en ciertas preocupaciones,
enfocadas en un después, un mañana
que quizás, nunca suceda;

quitarme la razón
por un rato,

relajarme,
abandonarme
a lo que mi instinto, mi intuición

me revelen;

librar al corazón
de su moméntanea, -así lo espero-,
clausura;

hay ojos que me siguen,
palabras que dicen más,
que quieren decirme;

sé bien que todo ello
pasa y lo dejo pasar,

elijo ignorarlo,

en nombre
de una fidelidad,
inútil y empecinada,

a una idea, una proyección,
un film, un poema, una fábula;

a un amor

que pretendí,
-consciente de cuánto me auto-engañaba-,

materializar.

jueves, agosto 01, 2019

Amenaza

¿Qué busco?

ni yo lo sé.

Busco que aquello no hubiera sido
o no hubiera sido así, como fue;

tal vez, hallar un indicio,
una brizna de polvo, una huella sobre un papel,
una ráfaga,
repentina

lo que fuera que delate
una presencia,

una presencia
que debo reconocer,
pertenece a otro tiempo,

que hace rato
dejó de estar presente.

Pues, entonces

¿qué busco?
¿qué espero hallar?

algo que me diga más,
que me revele lo que fuera,

¡que esa persona retratada en esa fotografía hable,
grite mi nombre!

una imagen sonriente y muda,
-milagrosamente,
lo único que dejaste-

al exterminarme
por completo,

apenas, con la excusa,
de "recuperar tu vida",

¡como si yo hubiera pretendido
quitártela!

¿viste, acaso, que portara algún arma,
te sentiste amenazado?

la única amenaza
que quizás, pudo intimidarte

fue todo ese amor,
expresado en mil escritos,
en dos mil elogios o más,

en trescientas, quinientas mil
palabras;

fueron tres años,
no, en realidad, dos más,

escribiendo, casi sin parar;

decías ser mi "muso",
-nunca te aclaré
que no existe el masculino-;

de algún modo,
fuiste, sos,
seguís siendo

un importante, particular,
motivo de inspiración.

¿acaso, ahora mismo
no estoy mencionándote?

y sí,

fuí, soy,
seré

tu amenaza,
-tus sueños, supongo,
me darían la razón-;

pero es tu mente
la que me transformó en ello,

es tu alma
la que sabe de esas cosas,

la que siente lo que no se anima a admitir,
ni a confesar,

ni a confesarse.

Amenaza, sí,
de un amor como pocos,

amenaza, sí

de una vida
tan distinta,
ufff, muy distinta;

una celebración de vida,
una fiesta, una celebración infinita,

a la que temiste antes,
luego, también

incluso, hace no tanto;

todo ese placer,
pasión, intensidad,
emoción

fueron, serían
esa amenaza

de la que huiste
en pos de la "paz",

-en realidad,
de la ausencia de sorpresas-;

¡tan a salvo
en tu refugio!

oculto

en el cobijo, la contención
que ofrece,
al parecer, a diario,

tu previsible

vida lineal.

Para que el dormir llegue pronto

Se puede decir,
absolutamente, seguros,
-o fingiendo estarlo-:

ya no importa

esta persona,
este lugar,
esta situación,

este dolor.

A veces,
ni uno mismo
advierte cuanto se equivoca,

¡con qué magnitud
roen y roen

ciertas decepciones,
engaños, pérdidas,
no elaboradas, -mucho menos, superadas-,

entre los recovecos, insondables,
de la mente!

de ahí, esa sensación punzante
que a veces se siente
se ignora o se trata de ignorar,

cuando dan ganas de arrojarse al suelo
a llorar
y el llanto no surge;

entonces, queda oprimido

-aunque, difícilmente,
logre engañarse al cuerpo, al espíritu-;

y un día, otros días,
uno, quien sea, se enoja
y resulta que no es para tanto,

en algún momento, siempre a solas,
llora y llora
y no entiende el por qué,
piensa que algo malo le sucede.

Es posible, claro,

pues se preservó, se guardó,
para que nada de aquello se repita,

para que no vuelva a doler;

se enclaustró todo ese pesar,
todos esos recuerdos,

todo lo que se padeció por,
debido a ellos

en ese sitio,
que se desconoce,

arrojando, muy lejos -o no tanto-,
las llaves de la caja secreta

para asegurarse, de algún modo,
no recuperar, jamás, lo que tanto teme;

no reincidir,
no reintentar,

no acercarse,
ni rozarlo, siquiera,

para seguir ¿viviendo?

apenas,
engañándose,

apenas,
riendo, haciendo que hace,
diciendo sin decir,

deambulando por aquí, por allá
como un zombie,

con el corazón blindado,
la mirada, impasible,

la tristeza, el agobio,
al parecer, olvidados,

todo por aparentar,

por hacer creer a los otros
que no siente, no sufre, no lamenta,

que lo pasado es pasado
que solo existe el hoy

y es en este hoy

cuando nadie lo nota,
ni siquiera lo sospecha

Es así que noche tras noche
uno, quien sea, se arropa, se esconde
dentro de su cama,

aprieta los ojos, con fuerza,
para que el dormir llegue pronto,

para que esos sueños
-alguna vez, tan esperados-,

no lo alcancen

nunca más.

Cristina Del Gaudio

Seguidores