No quisiera
vivir de este modo,
salir a la calle
y temer,
estar en cualquier parte
y tener que estar atenta,
o instalarme en mi muralla
ilusoriamente protectora,
ante esas miradas
que no son ojos,
son armas,
son balas
que si pudieran,
si se atrevieran,
si así lo decidieran
me atravesarían,
nos atravesarían
a los que decimos
las cosas como son,
como consideramos que son,
a los que las decimos,
a los que decimos.
Resulta complicado
en estos tiempos
este imperativo
acto del decir,
del ver
y contar,
del vislumbrar,
del anunciar;
no se trata de poderes,
ni hechicería,
ni artes adivinatorias;
se trata de haber vivido,
de haber padecido,
¡temido!
tratando, una, otra vez,
de seguir,
de recuperarse,
de no renunciar a la lucha diaria,
de no sucumbir,
de volver a confiar,
a pesar de todo,
de tanto, de tantos,
de uno, también.
Y no volverte un enemigo
de los que piensan en forma distinta,
no salir a atacar,
indiscriminadamente,
a uno, al otro,
a gritarle verdades
que pueden no serlo,
o pueden ser nuestras verdades
y no las suyas
y está bien.
Tenemos derecho a pensar,
a no desear algo, a no adherir a una idea,
a no aceptar una manera de ser, de actuar
y cambiar ese, otro pensamiento,
cambiar de postura,
y volver a cambiarlos,
¿por qué no?
somos humanos.
Podemos levantarnos hoy
y darnos cuenta
de lo que ayer nos pasó inadvertido
y en nuestro caso,
en el mío,
sentir que arde, por dentro,
esa inmanejable pulsión
por expresarlo,
como sea,
en el formato en que sea,
a quien fuera,
a quien desee leerlo,
a quien no.
Y está bien.
Porque en casi ninguna familia
todos piensan igual,
persiguen los mismos sueños,
adoptan las mismas ideas,
no todos optan, necesariamente,
por una idéntica manera
de sentir, de elegir, de vivir.
¿Por qué no sería igual
en un país,
con millones de habitantes,
climas, paisajes, situaciones de todo tipo,
diferentes modos de convivencia,
alimentación, vestimenta, hábitos,
en fin, miles de cuestiones,
en tantísimos lugares, barrios, historias, costumbres
tan disímiles,
a pesar de que haya algunas que coincidan o casi coincidan
con las nuestras?
y está bien.
Lo que no está bien,
supongo,
es arrojarnos a la cara
culpas que no nos pertenecen,
aunque hayamos elegido lo que hayamos elegido,
aunque nos hayamos equivocado
y mal,
aunque estos errores
ocasionen más problemas,
más caos.
También me enoja.
Claro que me entristece.
También quisiera
que todo hubiera sido distinto.
Pero no soy el modelo,
no soy, -ni asumo ni lo asumiría-,
la que sabe, la que tiene la certeza,
la que dictamina,
¡qué va!
no sé nada,
solo imagino, solo observo,
solo veo
y lo comunico,
desde mí,
desde mi modo de ser, de haber sido,
de entenderlo,
desde mi modesta
lectura de los acontecimientos,
en el intento de traducirla
en estas pocas palabras
que siempre son escasas,
que nunca son todas las que uno quisiera,
que siempre resultan pobres,
frente a tanto padecimiento,
a tantas injusticias,
tanto desorden,
tanto dolor,
miedo, rabia,
¡toda esa ira!
tan alarmante desprecio
entre compatriotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario