jueves, agosto 22, 2019

Por unas monedas

en más,
en menos,

cambia o finge que cambia sus pensamientos,
los deforma,
los transforma

según el pagador
de turno;

por unas monedas,
en más,
en menos:

"no te reconozco,
no, no creo que te haya visto jamás,

vos tampoco
sabés quién soy
y si lo sabés,

te doy, también
un puñado de monedas,
-si me sobran-"

y todo queda
en el olvido.

Por unas monedas,
¡fuera la dignidad,
fuera la consciencia,
fuera el honor,
el nombre!

adiós al respeto a sí mismo,
a sus antepasados,

adiós a lo que le inculcaron,
a los ejemplos de vida
que recibió -y no todos reciben-;

adiós a la honestidad, la decencia de su padre,
al amor, al esfuerzo, a la comprensión
de su madre;

no importa, tampoco,
lo que pudo haberle enseñado aquel maestro,
aquel profesor, aquel otro

¡por unas monedas
vendió su vida,
su antes, su ahora, su después!

y si no duerme en paz,

por unas monedas
sonreirá, de todas formas,
pues se sentirá complacido,

cada mañana,

por unas monedas.

Es capaz de adherir a la idea,
postulado, religión, secta
que el que pone el dinero
prefiera;

puede insultar, difamar, denigrar
a quien, no mucho tiempo antes, apoyó,
incluso, exaltó.

Por unas monedas

su palabra, su voz,
perderán autoridad,
perderán valor;

su credibilidad
se extinguirá,

¿acaso le importa?

tiene lo que buscaba,
lo cuenta y lo re-cuenta,

se deleita en ese roce de sus dedos
con los inmundos metales:

monedas ganadas, claro,

a cambio de apartarse de todo
y para siempre

alejarse de su esencia,

de ese orgullo que otorga
la certeza de no haberse vendido,

de no haberse olvidado, ni por un momento,
de ser quien se es,

por unas monedas,

por lo que fuera.









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Cristina Del Gaudio

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