Desharé ese nudo
que atora mi garganta,
mis sentidos,
mi pensar;
desharé
esos repetitivos recuerdos, innecesarios,
que solo aportan desdichas,
-solo y nada menos-,
miedos, vergüenzas,
rabias, reclamos,
auto-demandas;
desharé
todo eso
¡todo eso!
que empapeló mi cabeza,
mi alma
con sus miles de frases sentenciosas,
remanidas,
como piezas de rompecabezas
tratando de encajar
a la perfección
pero nunca pudieron,
nunca pude,
nunca del todo;
quiero sentir, de nuevo, aquel alivio
el de destrabar emociones
contenidas,
quitarme de encima ese blindaje
detrás del que me resguardé
creyendo, de ese modo,
estar a salvo;
quiero volver a vivir sin planearlo todo,
sin pensar en mañana, dentro de un día,
un mes, un año,
quiero recuperar el instante,
remontar el barrilete de colores
sin destino,
dejarlo volar a su antojo,
por el tiempo que sea;
quiero saborear, sin prisa,
la taza de té caliente,
la pintura indescriptible
de un día de invierno que no parece serlo,
enmarcado por el gran ventanal.
Quiero acompañar con la mirada
los últimos latidos,
la despedida:
esta tarde
va acabando
para augurar
una noche
que hará olvidar
a muchas otras;
¡tanto temer,
tanto pretender asegurarse de
tanto aferrarse
a lo intangible,
a lo tangible,
para perderlos!
¡para perder aquello
que nunca se pudo, en verdad,
asir!
desharé
esa oclusión
que preocupa, molesta,
impide gozar;
esta tarde
que va prolongando su presencia
día tras día,
oscurece, lentamente,
el magnífico panorama;
mañana
será un nuevo motivo,
será un nuevo inicio,
mañana
será un día más
y eso me basta,
¡y eso
debería bastarme!
Las tardes, los ocasos, me atraen, me atrapan..
ResponderEliminarMuchísimas gracias, querida Lucía, por tu comentario. También me atrapan, como leerás o sabrás. Por suerte. Ojalá, por siempre!! ¡¡Beso enorme y feliz hermoso martes!!
ResponderEliminar