Me oculto
tras las rejas ficticias;
solo así
me siento a salvo;
sé que nunca se está a salvo,
sé bien lo imprevisible de la vida;
pero en este sitio
hay paredes que me contienen,
un regazo que me cobija,
un sillón para llorar
-espero que no para morir,
parafraseando a Cortázar-;
hay un espacio blanco
sobre el cual volar,
con mil palabras
que, a su antojo,
me desbordan
se adhieren como moscas;
nadie las quita,
ni yo;
quizás me oculte,
es probable,
quizás, me inhiba
la incomprensión
de tantos no-iguales:
-eso de tener que explicar,
justificar-
a veces me mezclo,
juego a que soy como ellos,
juego a lo que no soy
aunque no me sale muy bien,
se nota,
lo notan.
De todos modos, sigo acá,
mientras mi voz siga insistiendo,
la voz callada
de tantas personas.
-Finalmente,
nos rodea el mismo cielo-.
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