domingo, junio 30, 2019

Latidos reveladores

Dicen
que es conveniente separar
la cabeza, la razón,
del corazón, las emociones;

-es algo
que nunca me fue posible,
ni creo que lo será jamás-;

la cabeza recibe información,
piensa, entiende, vincula

también traduce en sentimientos,
sensaciones, emociones,
parte de lo que recibió, recibe;

si no tuviera que ver el corazón,

¿por qué se aceleran sus latidos,
por qué se siente en medio del pecho
ese estallido de fuegos artificiales
-que nada tienen de artificiales-

cuando apenas, se menciona algo,
a alguien en especial,

o se instala por un momento,
como un flash,
ese beso dado, recibido hace años, quizás,
ese abrazo, esa caricia,

ese fuerte, muy fuerte,
aunque antiguo
reencuentro,

o un beso, un abrazo,
un reencuentro
por completo, imaginados,

quizás, escritos
en alguna parte,

proyectados en un nuevo, posible
casi imposible
o totalmente imposible
hallazgo, vivencia,

diseñados
en un formato repetido,
o tal vez, recreado,
inédito?

así es que la mente es capaz de memorizar,
de analizar, de recordar, de retener,
asociar datos de toda índole,

pues también

de devolvernos
de pronto, sin aviso,

determinada recopilación de instantes
que lo fueron todo en cierto tiempo,

y los arroja allí,
al alcance de nuestra irrefrenable
imaginación;

es probable que hoy solo sean esbozos,
imágenes recortadas, desdibujadas,
casi difusas,
casi o del todo perdidas;

por cierto, la persistencia
de la aceleración de los latidos,

develaría

que esa información
supuestamente, procesada,
concluida,
archivada,

no estaría resultando
tan inadvertida.




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Cristina Del Gaudio

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