No esperaba
el asomo, el retorno
de este sol;
las nubes
se habían vuelto cómplices
de mis delirios de día en calma,
de mi pensar
entregado a sus designios;
no esperaba, no,
este sol;
supongo que así
debería ser en cualquier caso:
no esperar,
no ansiar,
no vivir, obsesionados, tras las horas,
los minutos, los segundos;
dejar que el mundo,
la naturaleza,
las personas,
lo que tenga que suceder con ellos,
lo que tengan o no para brindar, brindarnos,
su presencia, su estar
acontezcan, espontáneos,
sin planes, sin búsquedas,
sin demandas.
Y lo que no,
no llegue,
no se reciba,
-tal vez, no sea
el momento,
ni las circunstancias-;
por eso,
no solo el sol,
absolutamente todo
se valora aún más
si no nos obstinamos
en antojadizas expectativas;
cuando el paisaje gris
ya está enraizado
en nuestros proyectos,ideas,
ensoñaciones
de este u otro sábado
cualquiera,
distinto, como lo fue el día de ayer,
como será este mismo instante
con respecto al que le siga,
¿qué importa cuánto durarán estos rayos
que asisten, de pronto, como un regalo,
como una fiesta sorpresa,
un homenaje de la vida?
el periodo en que prevalezca la presencia
del que todo ilumina, entibia,
embellece,
será no solamente ese lapso temporal,
será lo que el alma
perciba, escoja, instale,
en uno,
en cada uno.
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