No podemos negarnos
a oír, a leer, a ver
lo que otros, muchos,
padecen;
esos otros son parte nuestra,
así, nunca los hayamos visto,
ni oído, ni leído;
uno no puede ser
tan insensible,
decir, esto está bien,
aquí se está bien,
aquí
no pasa nada.
Nadie se libra
del desgarramiento de una pérdida,
de una enfermedad, del cuerpo, del espíritu;
existen esas lágrimas, incontenibles
-aunque se contengan-,
que son desahogo,
que anticipan ese grito
que no se atreve,
que teme ser ignorado,
ridiculizado,
que teme
lo aparten
de ese entorno
al que tanto teme.
Ellos, todos
deberían saber
que nadie está tan alejado de ese grito,
que no hay tapones que lo enmudezcan,
no hay escapes,
no hay posibilidad de evitar
las señales, más, menos evidentes,
de tantos padecimientos,
de los que nos enteramos,
de los que ignoramos;
pero el alma conoce todo,
si la dejamos volar a su arbitrio
y presiente, entiende,
sabe
mucho más
que el intelecto;
Por eso,
no es: le pasa a él, a ella,
en ese barrio, en esa zona,
en ese país.
Así, como todos somos ese, aquel árbol,
el más pródigo en hojas, en flores, en frutos,
también somos uno con el añejo, desprovisto,
cuyo tronco mohoso
lo descubre en su tiempo final,
y persiste, ¡persiste!
sin importar cómo, quiénes lo ven,
qué dicen, qué piensan;
del mismo modo,
el hombre debe sobreponerse,
luchar ahora, hoy,
mañana ¿quién sabe?
lo único que cuenta es el momento,
el resto, incertidumbre;
hoy tendrá salud, quizás, un amor
que lo aguarde en casa
cuando llega física, mentalmente
como se llega, a veces, de la calle,
como se llega de un universo
cada vez más hostil;
entonces
le tienta la posibilidad de la renuncia,
desistir,
allí, estamos los que aún soñamos,
allí, estaremos los que aún creemos,
los que quizás,
fuimos escogidos,
cual árboles erguidos, frondosos
para acompañar,
para alentar
al árbol caído, en más, en menos,
¡para incentivarlo a no dejarse vencer!
si somos de los que nos toca
poner esa fuerza,
impulsar el rebrote de las ilusiones,
de las ansias,
seremos
ya no más nosotros mismos,
seremos ellos
con ellos;
solo así
es posible fundirse en el conflicto, el dolor
ajenos
y ser uno solo
poniendo nuestra esencia
en el abrazo interminable,
el abrazo que más allá de lo que suceda,
será único, ahora,
ya mismo,
irrepetible,
imperecedero,
privilegio
de este instante.
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