Los hay
que se jactan de lo que poseen
o creen poseer,
alardean y alardean
de sus dones, habilidades,
condiciones,
belleza, alguno que otro talento,
inteligencia, -habría que preguntarles
qué entienden por inteligencia-;
andan de aquí para allá, altivos,
¡se ven tan seguros!
casi no miran a su alrededor:
-hay personas, situaciones,
miserias
que no conviene ver,
que pueden "hacer mal"-;
sueñan con lugares lejanos,
¡lugares con los que se obligan
a soñar!
mientras, en su hogar
esperan alguna palabra afectuosa,
una palmada que anime,
una caricia,
¡cariño, comprensión,
presencia!
y allí van
ellos:
creyéndose los dueños de la calle,
en sus autos caros,
invitando a sus supuestos amigos
a sus supuestas casas
¡en las que ni ellos mismos quieren estar!
todo en pos de aparentar,
nunca son felices,
nunca, nada, nadie
les alcanza,
apenas si alguna vez, están contentos
-que de ningún modo,
es lo mismo, claro-.
Se auto-denominan: "ciudadanos del mundo",
endeudándose hasta el final de sus días
con el objeto de estar allí y allá
donde todos, los otros,
consideran que "hay que estar",
para enseguida,
mostrar los videos, las fotos,
lo que fuera,
¡ser "visibles"!
y luego dicen
que son envidiados,
-una de las tantas excusas
para ocultar su insatisfacción crónica-
¡cuánta imbecilidad,
por favor,
la de muchos que paradójicamente,
entre tantas virtudes
se atribuyen
la "inteligencia"!
por supuesto,
son los que optan por ignorar
a la innombrable,
invisible, lejana, ajena,
para los que no toman conciencia
de que nos acompaña,
nos rodea,
desde que nos instalamos
en el útero materno,
-así, como la vida-;
entretanto,
la Parka,
con su estridente risa amarilla
se les ríe
en la cara.
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